M¨¦xico, femenino plural

Entre el cabar¨¦ pol¨ªtico y la revista de actualidades, Pesadilla en la calle Tenochtitl¨¢n es un espect¨¢culo jocoso musical donde se ironiza con agudeza sobre el eterno retorno del Partido Revolucionario Institucional, sobre la violencia y la desmoralizaci¨®n que afectan a una parte significativa de la sociedad mexicana y sobre la gesti¨®n pol¨ªtica que ha llevado a M¨¦xico a ser el ¨²nico pa¨ªs de Iberoam¨¦rica cuya pobreza se increment¨® en 2012 (hasta el 37% de la poblaci¨®n), entre los once analizados por la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe. Las Reinas Chulas, sus art¨ªfices, son un joven cuarteto de actrices y autoras irreductibles, capaces de crear un clima on¨ªrico en el que se entrecruzan el Lorca surreal de As¨ª que pasen cinco a?os, las pesadillas amables de Tim Burton y el sonido de las pisadas de Dorothy Gale por el camino de baldosas amarillas.

Herederas leg¨ªtimas de El H¨¢bito, teatro bar que ellas rebautizaron como El Vicio, y de la farsa pol¨ªtica que en ese local (antigua casa del poeta dramaturgo Salvador Novo) cultivaron la actriz Jesusa Rodr¨ªguez y la cantante Liliana Felipe, Las Reinas Chulas escenifican el viaje son¨¢mbulo de un adormecido pr¨ªncipe azteca en busca de su propio coraz¨®n, que le arrebataron en un atraco a mano armada al atravesar los Estados Unidos. En el curso de su periplo, el pr¨ªncipe se topa con una serie de personajes extravagantes (que en el fondo son alucinaciones hipnag¨®gicas), a trav¨¦s de los cuales va tomando conciencia del saqueo secular pero incesante sufrido por los de su condici¨®n y del desamparo radical en que se halla.

Con un texto mordaz de factura colectiva, las cuatro reinas chulas y Antonio Cerezo (actor invitado que encarna con mucha gracia al estereotipo del ind¨ªgena norteamericano) se mueven como peces en la desembocadura del R¨ªo Bravo, equiparan al presidente Pe?a Nieto con Freddy Krueger, entonan un ramillete de canciones chispeantes (compuestas y acompa?adas en vivo por Yurief Nieves) y esbozan, entre carcajadas, un retrato divertido y mordaz del mexicano tipo, expuesto a vender su alma por una American Express a sus vecinos del Norte.

La escenograf¨ªa y el vestuario, inspirados en el surrealismo na?f de la pintora Luc¨ªa Maya, imprimen a esta revista cabaretera una est¨¦tica de cuento de hadas para adultos, y las videoproyecciones de Ximena Cuevas (en las que las espirales hipn¨®ticas de Duchamp se funden c¨¢usticamente con una filmaci¨®n donde Vald¨¦s Zurita, cabeza del Instituto Federal Electoral, intenta persuadir a la audiencia de que las ¨²ltimas elecciones generales transcurrieron con normalidad) ponen de fondo un expresivo paisaje mental cambiante, extra¨ªdo del alma y de las pesadillas del pueblo mexicano.