Verdades como pu?os
El libro de Guillam¨®n recoge la historia del boxeo en Barcelona, de un per¨ªodo anterior a la Guerra Civil
![Estadio de Montjuïc en 1931 con 90.000 espectadores para ver el combate Uzcudun-Carnera.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QFVQRDFA55DKA7VN3ZKFDAV3YU.jpg?auth=ec98445a60c2726e12a993580145ecfd1dbf83ee78da7ef15a546d8ab6b37e57&width=414)
De joven, mi padre quiso ser boxeador. El hambre apretaba en su barrio, y muchos adolescentes quer¨ªan abrirse paso a pu?etazos hacia un mundo mejor. Pele¨® en unos diez combates, en lugares tan ex¨®ticos como el campo de f¨²tbol del J¨²piter o la plaza del Ni?o. Al parecer, ten¨ªa pegada pero no piernas (sin piernas no se boxea, si no est¨¢s acostumbrado a los golpes desde ni?o tampoco). Por el d¨ªa trabajaba de ebanista, y cuando sal¨ªa del taller se iba al gimnasio Red¨®n de la calle Sant Jordi a entrenar. No perdi¨® ning¨²n combate, tampoco gan¨® ninguno por KO. Cuando estuvo a punto de conseguir la profesionalidad, en una velada de aficionados en las Fiestas Mayores de Sants se enfrent¨® a un rival que se comport¨® con poca deportividad. Cabreado, mi progenitor se fue a su rinc¨®n, cogi¨® la banqueta e intent¨® abrirle la cabeza a su adversario. Afortunadamente, le detuvieron a tiempo. Los jueces le proclamaron vencedor, pero le retiraron la licencia. Y ah¨ª termin¨® su corta carrera en el deporte de las doce cuerdas. Bien pensado, aquella noche tuvo mucha suerte. De aquellos a?os conserva una cicatriz junto al ojo derecho y el tabique nasal astillado. Corr¨ªan los ¨²ltimos estertores de la d¨¦cada de 1940. Despu¨¦s, haciendo el servicio militar le convencieron de subir al cuadril¨¢tero en otras dos ocasiones, pero con apenas veinte a?os ya era un luchador retirado de la brega. Leyendo el ¨²ltimo libro de Juli¨¤ Guillam¨®n Jam¨¢s me ver¨¢ nadie en un ring(Ed. Comanegra), descubro que su padre vivi¨® una experiencia similar un poco m¨¢s tarde que el m¨ªo. Salir de pobre, escapar del barrio, comerse la vida a pu?etazos.
Las p¨¢ginas de Guillam¨®n recogen la historia del boxeo en Barcelona, de un per¨ªodo anterior a la Guerra Civil cuando compart¨ªa junto al toreo y el futbol la primac¨ªa entre los espect¨¢culos m¨¢s multitudinarios y queridos por el p¨²blico. Y lo hacen a trav¨¦s de un personaje olvidado, un pugilista llamado Pedro Roca ¡ªuno de los pocos pesos pesados que ha dado nuestro pa¨ªs¡ª, un fajador noqueado por los innumerables golpes recibidos a quien la federaci¨®n decidi¨® retirar la licencia por miedo a verle morir sobre la lona. La biograf¨ªa de este hombre, amigo de todos los campeones de su ¨¦poca, transcurre en unos a?os cuando la capital catalana se convirti¨® en un emporio internacional de este deporte. Aunque ya se conoc¨ªa desde las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX ¡ªgracias a los marineros ingleses que recalaban en la Barceloneta¡ª, el auge box¨ªstico se desarroll¨® a partir de la creaci¨®n del primer club espa?ol, el Barcelona Boxing Club donde impart¨ªa clases el brit¨¢nico Tony Berton. Uno de sus alumnos era Ram¨®n Larruy, miembro tambi¨¦n del Ateneo Enciclop¨¦dico Popular que fue una de las primeras instituciones en organizar veladas, en lugares como el Iris Park de la calle Valencia o el parque de la Ciutadella. Larruy fue fundador de la Federaci¨®n Espa?ola de Boxeo, que tuvo su primera sede en los locales del Ateneo Enciclop¨¦dico Popular de la calle del Carmen. Esta asociaci¨®n cultural ¡ªla m¨¢s importante de Barcelona hasta el franquismo¡ª, tambi¨¦n foment¨® una de las primeras escuelas pugil¨ªsticas del pa¨ªs.
Tras el primer combate internacional ¡ªque enfrent¨® en 1916 al poeta dada¨ªsta Arthur Cravan y al pugilista afro-americano Jack Johnson¡ª, creci¨® enormemente la afici¨®n. El enfrentamiento europeo m¨¢s multitudinario de su ¨¦poca reuni¨® en el estadio de Montju?c en 1931 al h¨¦roe local Paulino Uzcudun y al campe¨®n italiano Primo Carnera, atrayendo a cerca de 90.000 espectadores. Luchadores como Jos¨¦ Giron¨¦s, V¨ªctor Ferrand o Carles Flix se convirtieron en personajes muy populares que despertaban una gran expectaci¨®n. Uzcudun volvi¨® a enfrentarse en Montju?c al ¨ªdolo alem¨¢n Max Schmeling, en una velada monstruo que cont¨® con tres cuadril¨¢teros en los que se disputaron una treintena de combates. Como explica Guillam¨®n, se organizaban veladas en la Izquierda del Eixample, en el Iris Park, en la Bohemia Modernista, en la esquina que m¨¢s tarde ocupar¨ªa el Gran Price, en la ronda de San Antoni con Floridablanca, o en el front¨®n de la esquina Balmes con Rossell¨®. De aquellos a?os recuerda los exc¨¦ntricos apodos de los p¨²giles catalanes: Vallespir era Matxo Sord, Blind era Burra Cega, Urtsaun era Carpentier Petit, Joaqu¨ªn Valls peleaba como Joe Walls, o Jos¨¦ Teixidor como Kamaloff. De entre todos ellos rescata a Pedro Roca ¡ªconocido tambi¨¦n como el Peludo Roca¡ª, un boxeador de tercera categor¨ªa que despertaba las burlas entre los aficionados. Lleg¨® a quedar tan noqueado que cuando le prohibieron volver a pelear no se le ocurri¨® otra cosa que probar fortuna como escritor, y se auto-edit¨® un libro titulado De boxeador a literato en el que reun¨ªa una serie de an¨¦cdotas sobre sus experiencias en la guerra del Rif y en el ring.
Una de las principales virtudes del libro de Guillam¨®n es precisamente ir acompa?ado de la edici¨®n facs¨ªmil del libro de Roca, una rareza de bibli¨®filo encontrada por casualidad en una librer¨ªa de viejo. Con esta y con su siguiente obra (Amor que oy¨® amor), su autor se paseaba por bares y caf¨¦s vendi¨¦ndolo en persona. Por lo que se desprende del texto, lo que los poetas vanguardistas consegu¨ªan con experimentaci¨®n, Roca lo lograba gracias a su ver¨ªdico desorden mental que le llev¨® derecho al sanatorio de Sant Boi. Era un surrealista involuntario y c¨®mico, que hubiese hecho las delicias de Andr¨¦ Breton y sus amigos, o de artistas que practicaban el boxeo como Luis Bu?uel o Joan Mir¨®. Despu¨¦s, la Guerra Civil barrer¨ªa aquel mundo desenfrenado y solo quedar¨ªa la miseria, que llevar¨ªa a j¨®venes como mi padre y el de Guillam¨®n a intentar escapar de ella mediante un deporte que lo ¨²nico que les ense?¨® fue lo dura que es la vida.
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