Acordes graves pero estables
La m¨²sica jazz en directo sigue gozando en Madrid de una mala salud de hierro basada en las actuaciones a peque?a escala Las viejas salas se resisten a apagar la luz
El bater¨ªa se levanta con las baquetas. Toca en el tambor, en la pared del pasillo y recorre las botellas de detr¨¢s de la barra sin perder el comp¨¢s. Hasta que vuelve al escenario envuelto en un furor de aplausos. Es Marc Ruiz, integrante del cuarteto formado por Sax Gordon, Lluis Coloma y Manolo Germ¨¢n. Lo hace en el Caf¨¦ Central, uno de los locales de jazz que resiste en Madrid pese al minoritario p¨²blico que aglutina este estilo musical y las inclemencias econ¨®micas provocadas por la crisis.
Hay algunos m¨¢s. La Sala Clamores, el Populart, el Bogui o el Segundo Jazz Club son ejemplos con solera de clubes que sobreviven a una coyuntura social adversa. Tambi¨¦n sirven de modelo para algunos espacios m¨¢s j¨®venes, como el bar Plaza o el Barco, que emulan sus pasos con las denominadas jam sessions y actuaciones puntuales. Todos ellos basan el grueso de su actividad en difundir la m¨²sica jazz por la capital. Y no lo tienen f¨¢cil: como cualquier negocio que gira en torno a la cultura o el ocio, su muro de contenci¨®n soporta desde hace meses un descenso progresivo en el consumo, la desaparici¨®n de espect¨¢culos que puedan potenciarlo o el aumento de impuestos y de trabas en su actividad.
No hay m¨¢s que ver los datos. El consumo en ocio cay¨® un 18% en 2013 con respecto al a?o anterior, seg¨²n la plataforma Salvemos la M¨²sica y la Noche. El peor a?o desde que comenz¨® la retracci¨®n econ¨®mica para el sector: un 70% entr¨® en p¨¦rdidas, aseguran. Culpan principalmente al aumento del IVA en 13 puntos, del 8 al 21%. En el caso del jazz se a?ade, indican, la poca presencia en los medios de comunicaci¨®n y el desprecio por parte de la administraci¨®n. El Ayuntamiento de Madrid, sin ir m¨¢s lejos, suspendi¨® el a?o pasado el Festival de Jazz, que calificaba como "prestigioso" y que llevaba 29 a?os "convirtiendo" a la ciudad en "capital internacional" del g¨¦nero.
Por eso, en lo que coinciden los propietarios de estos clubes es en que esta dedicaci¨®n se debe fundamentalmente a una pasi¨®n visceral por este tipo de m¨²sica. A una "forma de vivir", tal como lo define Joaqu¨ªn Romaguera en el libro El jazz y sus espejos, que contempla "dosis de libertad e improvisaci¨®n" y de otros elementos como "el nomadismo, la movilidad, la complicidad con el auditorio o la participaci¨®n emocional entre int¨¦rpretes y receptores". Nada de lucro o enriquecimiento.
"La cultura del jazz nunca ha sido mayoritaria", explica Gerardo P¨¦rez, uno de los socios que gestiona el caf¨¦ Central desde hace 33 a?os, "pero ahora es muy jodido. Falta un circuito estable que permita a los m¨²sicos crecer". "Antes hab¨ªa pocos clubes y se tocaba en colegios mayores. Encima ten¨ªamos dos enemigos: el verano y el f¨²tbol", advierte quien ha logrado mantener a 25 trabajadores y contar con Pedro Iturralde, Paquito D'Rivera, Chuchito Vald¨¦s o Tete Montoli¨² entre su cartel. "En los 80 hab¨ªa un fermento social despu¨¦s de 40 a?os de dictadura y se sal¨ªa de copas todas las noches", argumenta Germ¨¢n P¨¦rez, encargado de la Sala Clamores de "sesenta y tantos" a?os. "Se vive, se gana un sueldo y, sobre todo, te gusta lo que haces", aclara este "mel¨®mano", que pas¨® unos a?os de camarero en Estados Unidos antes de regresar a la capital y ver que el panorama de jazz era "muy reducido".
Hogares para las notas improvisadas
- Caf¨¦ Central. Est¨¢ en la lista de los 100 mejores clubes del mundo por la revista especializada DownBeat. Activa desde hace 33 a?os (Plaza del ?ngel, 1).
- Sala Clamores. Abri¨® en 1981 y hasta 19 a?os despu¨¦s, en 2000, s¨®lo program¨® jazz (Jacometrezo, 14).
- ?Bogui Jazz. Su due?o, nacido en Panam¨¢, aterriz¨® en nuestro pa¨ªs hace cuatro d¨¦cadas. Antes de rendirse a las actuaciones en vivo us¨® el local para restaurante y discoteca (Barquillo, 29).
- Segundo Jazz Club. Hace 26 a?os que acoge tambi¨¦n trova o ritmos latinos (Comandante Zorita, 8).
- Caf¨¦ Populart. Ha acogido a notorios jazzmen espa?oles y extranjeros desde hace 25 a?os (Huertas, 22).
Hopeless, but not serious. Esta m¨¢xima inglesa -que viene a decir algo as¨ª como "No hay nada que hacer, pero tampoco es para tanto"- es la que utiliza Richard Angstadt, gerente del Bogui Jazz, para referirse a los tiempos actuales. Richard, al que todos llaman Dick, lamenta los avatares econ¨®micos pero subraya que en Madrid "hay m¨¢s m¨²sicos y mejores que nunca y una oferta muy potente". "Hay una oferta bestial para los medios que tenemos", coincide Roberto L¨®pez, heredero junto a su hermano del Segundo Jazz Club. "Hay calidad, pero falta educaci¨®n y apoyo", sintetiza el hijo del que gestion¨® el legendario Whisky Jazz de los ahora setenta.
No solo los due?os bendicen el nivel de los jazzmen. Profesionales como el estadounidense Lou Marini o el espa?ol Javier Colina, considerado uno de los mejores contrabajistas del mundo, lo tienen claro. "Mi mundo en Nueva York es tocar en diferentes clubs a menudo, pero aqu¨ª tengo una gran familia y creo que hay muchos m¨²sicos j¨®venes que quieren despuntar", apunta Marini. "He notado lo dif¨ªcil que es tocar", a?ade el saxofonista, miembro de formaciones como los Blues Brothers. "Hace 25 a?os no hab¨ªa tanta gente tocando", corrobora Colina, "y se diversifica mucho". "Se act¨²a donde y con quien se puede y se dan clases. Eso ha sido siempre as¨ª", comenta este veterano contrabajista, que acompa?a actualmente a la vocalista Silvia P¨¦rez Cruz tras a?os de experiencia junto a m¨²sicos legendarios como Jorge Pardo, Luis Eduardo Aute o Compay Segundo. "Lo dif¨ªcil es que sea un negocio que abastezca a tantos".
Para todos ellos, el concepto de jazz pasa siempre por tener un espacio adecuado para su disfrute. Y, en la l¨ªnea de esa forma de vida, por la nocturnidad, la intimidad y, por qu¨¦ no, la permanencia al margen de los gobernantes. Con una audiencia ecl¨¦ctica y un mayor inter¨¦s por la gente joven, Madrid parece erigirse para muchos como una de las grandes ciudades europeas del jazz, a pesar de la falta de proyecci¨®n y de sentirse eventualmente eclipsada por festivales como los de San Sebasti¨¢n o Vitoria. Para ello, se?alan los protagonistas, falta pedagog¨ªa, respaldo popular y un buen humus social labrado en clubes con larga trayectoria o en nuevas iniciativas que tienen lugar en locales comerciales o domicilios.
"El jazz tiene su h¨¢bitat natural en el club. En el club se escucha jazz como debe escucharse. Si no es por el club y, en menor medida, por los teatros y dem¨¢s espacios dise?ados con el prop¨®sito de difundir la cultura y que son utilizados con tal fin, el aficionado estar¨ªa once meses al a?o sin verlas venir", sostiene Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Mart¨ªnez en su libro Del Fox Trot al Jazz Flamenco. Una historia del jazz en Espa?a (Alianza Editorial, 1996). En conversaci¨®n telef¨®nica, el escritor y cr¨ªtico musical advierte una situaci¨®n actual "contradictoria": "El m¨²sico de jazz siempre ha vivido en la cuerda floja y enfrentado a los due?os de los locales, pidiendo mejores condiciones y m¨¢s dinero. Ahora son aliados. Los due?os las pasan canutas y los m¨²sicos se ajustan a¨²n m¨¢s para sobrevivir". Aunque sea, como el bater¨ªa Marc Ruiz, marcando la pauta en los vasos de la barra.
?Cultura o ruido?
Que el D¨ªa Internacional del Jazz, celebrado el pasado 30 de abril, coincida con el del ruido no deja de parecer una gran met¨¢fora de lo que ocurre con esta disciplina art¨ªstica en nuestro pa¨ªs. Los locales que programan m¨²sica en vivo libran desde hace a?os una batalla que se desarrolla en la d¨¦bil frontera entre lo que es cultura y lo que es ocio.
Su actividad, generalmente nocturna e impregnada por defecto de decibelios, se rige en algunos casos por la misma ordenanza que los bares o dem¨¢s ¡°fuentes fijas¡± que ¡°emiten ruido¡±. Eso ha llevado a algunos de estos lugares a tener que reformar su infraestructura o incluso adelantar el horario de actuaciones para ajustarse a la normativa.
La plataforma La Noche en Vivo, con 49 salas asociadas, intenta desde hace 13 a?os revitalizar la escena musical de la capital y servir de enlace con las autoridades para "regularizar la situaci¨®n administrativa y obtener su reconocimiento cultural". Otra de sus principales labores consiste en "sensibilizar a las instituciones" para el uso de infraestructuras p¨²blicas o privadas y as¨ª crear actividades y "l¨ªneas de ayudas financieras".
¡°Tememos m¨¢s al Ayuntamiento que a la crisis¡±, resume tajante Germ¨¢n P¨¦rez, gerente de Clamores. ¡°Que si el volumen, el aforo, las horas¡¡±, suspira, ¡°siempre hemos estado perseguidos, pero ahora hay un bombo medi¨¢tico curioso: hemos dejado de estarlo para ser deseados como empresarios obedientes que cumplimos con todos los papeles¡±, se mofa.
El jazz madrile?o mira al mundo
Pablo Hern¨¢ndez contempla desde la distancia a la peque?a multitud que le aplaude puesta en pie tras su concierto en Bogui Jazz. Sus seguidores le adoran, tanto como quienes le acaban de descubrir. En cualquier otra ciudad, el saxofonista residente en Lavapi¨¦s ser¨ªa una estrella; sabido es que La Villa y Corte no siempre sabe mostrarse agradecida con sus hijos m¨¢s preclaros: ¡°Vivir del jazz en esta ciudad nunca ha sido f¨¢cil¡±, reconoce, ¡°pero desde 2009, con la crisis, es mucho peor. Por suerte, los m¨²sicos de jazz estamos acostumbrados a vivir con lo m¨ªnimo¡±. Hern¨¢ndez lleg¨® a la capital hace ocho a?os tras un largo periplo por el Medio y el Cercano Oriente, de donde trajo un conocimiento primoroso del ¨¢rabe. En 2001 fund¨® Sinouj (en ¨¢rabe, ¡°ajenuz¡±, semilla parecida al s¨¦samo utilizada en el Norte de ?frica como aderezo), junto al bater¨ªa Aziz Djemmame: ¡°En realidad, la banda naci¨® dos veces, una en Argelia, donde viv¨ªa Aziz, y, luego en T¨²nez, donde viv¨ªa yo¡±.
La m¨²sica de Pablo Hern¨¢ndez con Sinouj exhala los aromas ex¨®ticos y cercanos de los lugares en los que el saxofonista ha residido: "Para abreviar, lo llamamos jazz afro-mediterr¨¢neo, aunque hay tambi¨¦n influencias del Oeste de ?frica, la m¨²sica et¨ªope, el drum & bass, el trip hop¡" en su actual encarnaci¨®n, la banda re¨²ne a m¨²sicos procedentes de T¨²nez, Nigeria, Guinea Bissau, Italia... nada m¨¢s madrile?o que eso: "No hace falta haber nacido en Madrid para sentirse de aqu¨ª", afirma sonriente Akin Onasanya, nigeriano de nacimiento y tamborilero de oficio, uno de los miembros veteranos del conjunto.
Sinouj presenta en estos d¨ªas su ¨²ltimo disco, La fiche, editado en r¨¦gimen de crowdfunding, con la colaboraci¨®n del saxofonista Jorge Pardo, a qui¨¦n Hern¨¢ndez considera su maestro y mentor: "Editar un disco con una compa?¨ªa discogr¨¢fica hoy es una utop¨ªa y, adem¨¢s, no sirve para nada". La fiche est¨¢ disponible a trav¨¦s de Internet, en la p¨¢gina web del artista, y en los conciertos de la banda, al precio de 15 euros: "Mi lucha es abrir el jazz a otras m¨²sicas, que deje de ser una etiqueta cerrada y sea fiel a su identidad mestiza".
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