El quiosco vertebrador del barrio
Los vecinos de Chamber¨ª llenan con muestras de afecto el puesto de un vendedor de prensa cerrado por enfermedad durante varios meses
El quiosquero Bernardo Jim¨¦nez, de 65 a?os, pensaba que un malestar y un simple dolor de espalda pod¨ªan ser solo el resultado de un duro d¨ªa de trabajo. Pero el pasado 23 de enero, un jueves, fueron las primeras se?ales de un infarto. Muy pronto ordenaron fijar el siguiente mensaje en su quiosco de peri¨®dicos, ubicado frente al n¨²mero 18 de la calle de Arapiles, en el distrito de Chamber¨ª: ¡°Cerrado por enfermedad. Disculpen las molestias¡±. Desde ese momento, las muestras de cari?o se dispararon en el barrio y los vecinos comenzaron a empapelar el puesto de peri¨®dicos con muestras de afecto en forma de notas y dibujos.
¡°Casi nadie ten¨ªa mi n¨²mero de m¨®vil. Pero cuando me puse enfermo, ?empec¨¦ a recibir hasta 20 llamadas diarias!¡±, cuenta Bernardo, sentado ¡ªya recuperado¡ª en una cafeter¨ªa cercana a su caseta. En tiempos en los que, dicen, vivimos en una aldea global, la historia de Bernardo es un ejemplo de c¨®mo un quiosquero todav¨ªa puede ser la referencia de un barrio, un elemento vertebrador de la vida de unas cuantas calles.
En los cristales de su quiosco todav¨ªa se pueden ver varios coloridos dibujos de ni?os y mensajes de apoyo. ¡°Vuelve querido amigo Bernardo¡±, escribe Paco. ¡°Espero que te recuperes, un beso muy grande¡±, dice V¨ªctor en la misma hoja en la que dibuja un puesto de peri¨®dicos. ¡°La familia Pacheco te desea que mejores muy pronto¡±. ¡°El barrio no est¨¢ completo sin ti¡±. ¡°Se te echa de menos, cu¨ªdate¡±.
¡°Es impresionante, ?no? No le conozco, pero seguro que es una persona maravillosa. Mira estos dibujos¡ ?Una preciosidad!¡±, comenta una transe¨²nte. ¡°Es una persona muy querida aqu¨ª en el barrio¡±, resume otra vecina.
En el aparcamiento al lado del quiosco est¨¢ el vigilante de seguridad ?ngel Luis, que prefiri¨® dejar su mensaje en verso: ¡°Es Bernardo el kioskero / siempre alegre y dicharachero / que reparte con esmero / prensa, chicles con salero¡±, arranca su texto. Y termina: ¡°Cu¨ªdate mucho, estamos todos contigo¡±. ¡°No soy poeta, pero quer¨ªa dejarle algo. Pens¨¦ en un grafiti, pero al final me sali¨® este poema¡±, cuenta el vigilante, de 36 a?os. Al ser preguntado sobre su amistad con Bernardo, se limita en decir que es una persona conocida y querida por todos.
Este comerciante lleva 33 a?os vendiendo peri¨®dicos en el llamado Quiosco Arapiles. Conoce bien a los que viven y trabajan en la zona. Su calle no es de paso y sus compradores son casi todos clientes fieles. J¨®venes y ancianos, personas ilustres y ciudadanos comunes... Les ha vendido muchos peri¨®dicos a todos ellos. Ahora, por la crisis, un poco menos. A los ni?os, les suele dar un caramelo para garantizar nuevos clientes en el futuro.
Bernardo, en realidad, fue el primero en sorprenderse con la solidaridad de todas estas personas tras sufrir un infarto. ¡°No imaginaba que la gente a¨²n pod¨ªa tener cari?o a un vendedor. Adem¨¢s, no soy siempre una persona simp¨¢tica¡±, sostiene. ¡°De verdad, no me lo esperaba... ?Me da una alegr¨ªa inmensa!¡±.
La conversaci¨®n es constantemente interrumpida por personas que pasan. ¡°?Qu¨¦ buena apariencia tienes! ?Qu¨¦ tal est¨¢s?¡±, pregunta un amigo. El quiosquero s¨ª se encuentra mejor. Estuvo 20 d¨ªas en el hospital Ram¨®n y Cajal y, en las ¨²ltimas semanas, ha estado haciendo rehabilitaci¨®n. Su quiosco volver¨¢ a abrirse hoy despu¨¦s de 101 d¨ªas cerrado. ¡°Pero es mi mujer quien estar¨¢ en el puesto. Estar¨¦ all¨ª tambi¨¦n, haciendo relaciones p¨²blicas¡±.
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