De ¡®lehendakari¡¯, a dimitir
Hace apenas cinco a?os, Patxi L¨®pez encarnaba el hito hist¨®rico de convertirse en el primer lehendakari no nacionalista con el aval de 318.112 votos y el apoyo del PP, en ausencia, eso s¨ª, de la izquierda abertzale y a¨²n con ETA apretando el gatillo. Hoy, anuncia su precipitada dimisi¨®n como responsable del socialismo vasco, asolado por la p¨¦rdida de m¨¢s de 200.000 votos en este tr¨¢nsito. Y, de paso, compromete al l¨ªmite su futuro inmediato al resentirse la fortaleza de su cartel en v¨ªsperas del proceso de renovaci¨®n interna del PSOE
?Qu¨¦ le ha pasado al PSE-EE? Fundamentalmente que sus votos de siempre le han dejado de reconocer, que no comparten su rumbo pol¨ªtico, que se ha alejado de sus preocupaciones y de sus soluciones bajo unas estructuras inmovilistas reacias a la renovaci¨®n necesaria.
Una inmensa mayor¨ªa de su electorado jam¨¢s entendi¨® su acuerdo pol¨ªtico con el centro derecha del PP para gobernar Euskadi desde 2009. Bien es verdad que le asist¨ªa el derecho de ensayar una alternancia como tal saludable en una tierra siempre bajo el control del PNV y m¨¢xime como resistencia pol¨ªtica al terrorismo. Pero la suma PSE-PP nunca reflej¨® el sentimiento mayoritario de los vascos, ni siquiera de buena parte de los socialistas y por ah¨ª comenz¨® la sangr¨ªa. Vaya, no tard¨® en manifestarse con crudeza: en las dos siguientes elecciones -europeas y municipales-, perdieron 140.000 votos.
Pero una recuperaci¨®n en las generales de 2011 aplaz¨® por en¨¦sima vez la urgente renovaci¨®n de sus cuadros internos, demasiado volcados por entonces a las tareas del Gobierno vasco. No ten¨ªan tiempo de escuchar las reclamaciones de la calle y se agigant¨® la desconexi¨®n con sus graneros electorales hist¨®ricos de feudos que se sintieron desamparados mientras sufr¨ªan la sacudida de la crisis. Como penitencia, 100.000 votos menos en las auton¨®micas de 2012, la primera radiograf¨ªa pol¨ªtica sin la existencia del terrorismo y con la participaci¨®n de todas las sensibilidades pol¨ªticas.
Entonces s¨ª que entr¨® definitivamente el miedo de la supervivencia en el cuerpo del socialismo vasco. Y por eso se pusieron r¨¢pidamente a hablar otra vez de renovaci¨®n y de escuchar a la calle. Pero recurrieron a sus cuadros y voces de siempre y por eso nadie se entusiasm¨® hasta el punto de caer en la desconfianza. El naufragio estaba predestinado y ocurri¨® el domingo: 104.515 votos, un tercio de los conseguidos en la euforia de 2009. L¨®gicamente, ha acabado por arrastrar a Patxi L¨®pez y, sobre todo, ensombrecer su futuro inmediato. Pero el problema sigue dentro: juntos hasta la derrota final.
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