Una voz diferente
El joven de Legan¨¦s presenta su candidatura como trovador de altura con ¡®La primera piedra¡¯, de po¨¦tica difusa pero sensibilidad muy vers¨¢til
Ten¨ªa ya un par de grabaciones danzando por las estanter¨ªas, de manufactura casi dom¨¦stica, pero La primera piedraconstituye el esfuerzo m¨¢s evidente de David Torrico por incorporarse a la primera divisi¨®n de trovadores peninsulares. Y el reciente treinta?ero de Legan¨¦s quiso celebrarlo anoche en la Galileo Galilei con pleno de amistades sobre el escenario y entre el p¨²blico. Se evidenciaron complicidades m¨²ltiples, vivencias compartidas, simpat¨ªas indisimuladas. Pero tambi¨¦n la sensaci¨®n de que este muchacho tierno y sonriente constituye una propuesta diferente a la consabida canci¨®n amorosa o comprometida. Una alternativa puede que a¨²n por madurar, pero macerada con sensibilidad y perseverancia.
Comenz¨® Torrico en solitario, combatiendo los nervios con unas filigranas sobre el m¨¢stil de la guitarra que podr¨ªan remitir, salvando las distancias, a Heitor Villa-Lobos. La herencia brasile?a constituye su recurrente se?a de identidad, por m¨¢s que en este cap¨ªtulo le superar¨¢ siempre entre los nuevos cantautores el gran Hugo Ar¨¢n. Pero conoce las claves de la armon¨ªa, acredita una agilidad inusual e incluso reclama connivencia con una bossa nova como Luna de verano, convencional pero muy bien construida.
M¨¢s novedoso es el gusto de Torrico por las intersecciones estil¨ªsticas, en ocasiones sugerentes de tan inesperadas. Las costas de la esperanza podr¨ªa considerarse un reggae aflamencado, mientras que La cama por hacer arranca en Sud¨¢frica y deriva en pasodoble. M¨¢s sorprendente resulta a¨²n Una ficticia tempestad, ya en formato de cuarteto, en la que las onomatopeyas parece invocar el jazz fusi¨®n de Randy Crawford con The Crusaders. Sin duda, algo muy diferente a lo que se estila en los territorios de la canci¨®n.
Puede que a David le falte afinar sus criterios po¨¦ticos, hasta ahora pinceladas entre el amor, la sugerencia y la paradoja que no parecen dirigirse hacia ning¨²n destino concreto. No abundan las frases memorables, el descubrimiento l¨ªrico, la concreci¨®n. Pero si escuchamos A veces pasa, con esa progresi¨®n arm¨®nica tan linda, parece claro que le asiste una voz diferente. Y m¨¢s a¨²n en el caso de La primera piedra, vals de tonalidad ascendente que comienza en un susurro y progresa, con la sola compa?¨ªa de un piano, hasta una emoci¨®n manifiesta.
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