Afectados por los incendios forestales de 1994 cuentan c¨®mo han rehecho sus vidas
Las heridas del fuego que caus¨® cuatro muertos y calcin¨® 36.000 hect¨¢reas en el Bergued¨¤ y en el Bages a¨²n perduran
Dolors Badia no habl¨®. No dijo ni una palabra. Movi¨¦ndose como una aut¨®mata de all¨¢ para aqu¨ª, de aqu¨ª para all¨¢, trajinando escombros, trajinando la nada. Los curiosos se hicieron invisibles a sus ojos mientras su marido, Joan Vilanova, que le dirig¨ªa miradas huidizas, se dispon¨ªa a cavar una enorme fosa en la que enterrar a una veintena de vacas. Un incendio salvaje, un diablo rojo que engull¨® majestuosos bosques en minutos, animales y lo que se top¨® a su paso, arras¨® su mundo y a la Serra de Cap de Costa, en un cima de Puig-reig. El furioso fuego de 1994 caus¨® cuatro muertes y calcin¨® 35.000 hect¨¢reas en el Bergued¨¤ y en el Bages. Ahora, 20 a?os despu¨¦s de aquella pesadilla, las heridas a¨²n perduran.
A¨²n me duele hablar del incendio", explica Dolors Badia al verse en las fotograf¨ªas 20 a?os despu¨¦s de la tragedia
Hay cosas que el tiempo no borra: el terrible hedor del humo y a animales muertos. O c¨®mo las espl¨¦ndidas vistas que deb¨ªa tener Cap de Costa pasaron de un verde intenso a negro. ¡°A¨²n me duele hablar de aquello¡±, reconoce Dolors, ahora con 72 a?os, emocion¨¢ndose al verse en las fotos tomadas tras la tragedia. En una intenta retirar escombros de un corral, coronado con arcos, con los corderos y terneros. 20 a?os despu¨¦s, el 4 de julio de 2014, vuelve a estar ah¨ª en un espacio ocupado por una mesa de ping pong para turistas.
Fue visto y no visto. Tan r¨¢pido que no vieron a un bombero, enfrascados entonces en sofocar otro incendio en Montserrat. El fuego, originado por el mal estado del tendido el¨¦ctrico de FECSA-Endesa, se propag¨® como una mecha vertiginosa. Una maldita conjunci¨®n astral hizo lo peor: temperaturas de 40 grados, rachas de viento y una humedad del 10%. El padre y el hijo, Joan Ramon, fueron a rescatar una cosechadora y cuando se dieron cuenta las llamas envolv¨ªan las 270 hect¨¢reas de Cap de Costa. El hijo, de entonces 22 a?os, se libr¨® por los pelos.
La finca Cap de Costa, en Puig-Reig, ha apostado ahora tambi¨¦n por el turismo rural
Las llamas arrasaron los tejados de la ermita, los cobertizos, los pajares, los corrales, asfixiaron a los corderos, las ovejas, las vacas ¡ªlas pocas que se salvaron, que Dolors identificaba por su nombre, quedaron ciegas¡ª y chamuscaron los campos de trigo y cebada. El fuego solo respet¨® cuatro pinos. La pareja y el hijo se jugaron la vida para salvar con cubas de agua la casa pairal, documentada en el siglo XIII. El fuego no pudo con las paredes de la casa, recia como un castillo. S¨®lo se quem¨® una habitaci¨®n.
¡°?Volver a empezar as¨ª? Es muy, muy dif¨ªcil. Lo he pasado muy mal¡±, cuenta Dolors, que admite con pudor que sufri¨® una depresi¨®n y que a¨²n se sobresalta cuando en televisi¨®n ve im¨¢genes de incendios. Imaginaba fuego hasta en el congelador. Con cr¨¦ditos blandos y mucho dolor a cuestas, reconstruyeron lo perdido apostando por el cultivo de la tierra, una granja de cerdos y el turismo.
La finca tiene ahora un aspecto espl¨¦ndido: los tejados se han reforzado con cemento para obstaculizar el paso de las llamas y la masover¨ªa, la ilusi¨®n de Dolors, es ahora una pr¨®spera casa rural con piscina. El paisaje ya no es negro: est¨¢ espolvoreado en verde pero quienes lo conocieron dicen que no es lo que era ni de lejos. No est¨¢n los frondosos pinos centenarios y ahora se reproducen los robles y las encinas, los ¨¢rboles aut¨®ctonos de la tierra. ¡°Muchos turistas no saben lo que pas¨®. Solo alguno pregunta¡±, explica Joan Vilanova a quien le ha quedado el miedo metido en el cuerpo. En verano, no van ni a las fiestas mayores de los pueblos. ¡°Piensas: ?Y si vuelve a pasar?¡±, confiesa. Sabe de que habla: a¨²n tiran de la le?a del incendio.
Ese 4 de julio cambi¨® la vida de Joan Ram¨®n, del hijo, quien tiene a¨²n grabado el ¡°'Uuuuuu¡± con que rug¨ªa el fuego. Le quedaban dos asignaturas para ser ingeniero agr¨®nomo y colg¨® los estudios. No solo ¨¦l tuvo que volver a empezar: Mart¨ª Coromines, de 47 a?os, de Olvan, vio que su mundo se hund¨ªa: la bola de fuego pas¨® sobre su finca y la dej¨® en cenizas: se salvaron 7 de 207 hect¨¢reas. Ha plantado pinos en laderas y la impresi¨®n es buena. ¡°Antes hab¨ªa un ¨¢rbol a cada metro y ahora est¨¢n a cinco. Med¨ªan 20 metros y tardar¨¢n 100 en estar igual si es que no pasa nada¡±, avisa. La naturaleza es sabia y ya campan otra vez ardillas, conejos, alg¨²n cervatillo y salen setas. Si, a Coromines le cambi¨® tanto la vida que se cas¨® poco despu¨¦s con Queralt, la que es hoy su mujer, que circulaba siempre por la zona en bicicleta enamorada de aqu¨¦llos bosques de cuento -¡°?Baff! Nada que ver con lo que era¡±-, se meti¨® en pol¨ªtica y fue siete a?os alcalde. ¡°Al menos¡±, dice, ¡°para que ver que no pod¨ªamos vivir como hace 100 a?os, que deb¨ªa haber caminos rurales y casas con suministros¡±.
La juez conden¨® a Fecsa-Endesa a indemnizar a parte de los afectados con 37 millones de euros
No es agradable para ¨¦l este aniversario porque teme tener que vivir ahora otro drama. ¡°Esto es como un segundo fuego¡±, lamenta. En 2012, la juez dict¨® una sentencia en la que consider¨® probado que el incendio se gener¨® en Gargall¨¤ por culpa del mal estado del tendido el¨¦ctrico y conden¨® a Endesa a pagar 37 millones de euros y a indemnizar a 117 propietarios. El fallo, sin embargo, sostiene que no se puede establecer que el fuego de Casserres, que afect¨® a Olvan, fuera uno secundario del de Gargall¨¤ con lo que ha excluido de cualquier indemnizaci¨®n a unas decenas de afectados. No es el caso de los Vilanova pero si el de Coromines que se arriesga a pagar miles de euros en costas. El fallo est¨¢ recurrido tanto por la el¨¦ctrica como por los payeses, que han contratado a una empresa capaz de proyectar c¨®mo pod¨ªa avanzar el fuego en aqu¨¦llas condiciones metereol¨®gicas. Y les cuadra. ¡°No es un invento. Los bomberos de los Graf y la NASA pueden proyectar como se puede comportar un incendio bajo unas condiciones determinadas¡±, afirma Jordi Rovira, portavoz del colectivo.
Sin recibir dinero en compensaci¨®n es? como sufrir un segundo fuego¡±, dicen las v¨ªctimas del siniestro
El fallo, dicen, ha trazado una frontera en la que una parte del territorio es indemnizable y la otra no. Esa l¨ªnea cruza incluso la misma finca de Rovira, que no recibir¨¢ compensaci¨®n . Y pasa justo al lado del linde de la de Marcel¡¤li Ferrer, que a¨²n se derrumba cuando relata c¨®mo tuvo que conducir a una veintena de vecinos, perseguidos por las llamas, para escapar de aqu¨¦l horror. Y est¨¢n en esa lucha. En una historia que sienten de nunca acabar. Dolors muestra mientras orgullosa el aceite de sus olivares y revela sus mejores recuerdos. Como el de un inmigrante negro al que le daba leche para sus hijos que se present¨® en la finca arrasada y le ofreci¨® su libreta de ahorros. ¡°Me dijo: 'Coja lo que quiera¡¯¡±, cuenta ella a¨²n conmovida. O como por casualidad se apunt¨® a un curso de turismo rural en Gironella que le abri¨® el futuro: ¡°Es bien cierto que se te cierra una puerta pero se te abre otra¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.