¡®Shar¨ªa¡¯ casera en Santa Coloma
Un grupo de banglades¨ªes aplic¨® la ley isl¨¢mica a un hombre que apale¨® a una mujer Rob M. est¨¢ en prisi¨®n por haber matado a otra amante en febrero
Seis hombres rodean a Rob M. en el sal¨®n de una casa en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Se han descalzado y esgrimen un zapato en la mano con el que golpean el cuerpo de Rob: la cabeza, el torso, las piernas. La v¨ªctima apenas resulta herida: los golpes son leves, y las suelas ni siquiera le han dejado marca. La agresi¨®n no busca un da?o f¨ªsico, sino moral: los seis hombres han decidido aplicar la ley isl¨¢mica y castigar a Rob, con su consentimiento, por haber propinado una paliza ¡ªesta s¨ª, brutal¡ª a una mujer con la que manten¨ªa relaciones.
Los hechos ocurrieron hace diez a?os pero se han conocido ahora, a ra¨ªz de una investigaci¨®n por asesinato. Rob, el hombre que fue deshonrado por los zapatazos de sus compatriotas banglades¨ªes, se encuentra en prisi¨®n provisional como presunto autor de la muerte de otra mujer, Nlufa, desaparecida el pasado 7 de febrero en un descampado cercano a Santa Coloma. La mujer, de 37 a?os, dej¨® a sus cuatro hijas en un centro comercial y se reuni¨® con Rob en una zona monta?osa. En abril, los Mossos d¡¯Esquadra localizaron su cad¨¢ver.
En 2004, Rob y Janu trabajaban en el mismo taller de confecci¨®n. Se hicieron amigos y, con el tiempo, amantes. Un d¨ªa, durante un paseo por la ribera del Bes¨°s discutieron. ?l le propin¨® una paliza que, seg¨²n los investigadores, casi acaba con su vida. ¡°Le vi la cara y estaba muy mal. Recibi¨® un golpe tan fuerte que ten¨ªa un ojo morado y no lo pudo abrir en dos o tres meses. Tuvo mucho tiempo la cara morada¡±, ha explicado Kowser, conocido de ambos, ante la juez que investiga la muerte de Nlufa.
Kowser no solo fue testigo de la agresi¨®n, sino tambi¨¦n del castigo a Rob. La idea de pegarle zapatazos y zanjar el asunto sin m¨¢s fue idea de un primo de la v¨ªctima. ¡°El primo pidi¨® que lo resolviera la comunidad isl¨¢mica. Ella no quer¨ªa que lo supiera mucha gente por verg¨¹enza y por su cultura¡±, a?adi¨® Kowser en su declaraci¨®n como testigo. ¡°Fueron a la casa donde viv¨ªa Rob, para que ¨¦l pidiera perd¨®n. Y luego, aparte, le dieron peque?os golpes con el cuerpo con un zapato. En nuestra cultura, pasar el zapato por el cuerpo, dando golpes leves, a un hombre, es muy vergonzoso¡±, consta en esa misma declaraci¨®n.
Nacido hace 47 a?os en Madaripur, en el centro de Bangladesh, Kowser ayuda a cargar unas cajas en una furgoneta que se detiene frente a la puerta del piso donde vive, en el barrio del Fondo, densamente poblado y con un alto porcentaje de inmigrantes. Kowser, que se considera a s¨ª mismo ¡°una persona muy respetada en la comunidad¡±, defiende el castigo aplicado a Rob. ¡°Tenemos nuestra forma de arreglar los asuntos, como los gitanos aqu¨ª en Espa?a. En Bangladesh, la v¨ªctima puede elegir de qu¨¦ forma se le compensa. Seg¨²n el islam, esto se puede hacer¡±, detalla bajo el sol de primera hora de la tarde en un castellano muy correcto.
En la comunidad banglades¨ª que vive en Santa Coloma no hay jerarqu¨ªas, remarca Kowser. La aplicaci¨®n de la ley isl¨¢mica fue pactada por las dos familias, explica, lo que evit¨® que se presentara una denuncia en la polic¨ªa o en los juzgados por la paliza a Janu. ¡°Para nosotros, pegarle zapatazos es una humillaci¨®n, es tan grave como 20 a?os de c¨¢rcel. Aqu¨ª todo el mundo sabe lo que ha pasado y es una verg¨¹enza¡±. Rob, a?ade, permaneci¨® varios d¨ªas sin relacionarse con la comunidad; solo sal¨ªa de casa para ir al trabajo. Fuentes policiales, en cambio, lamentan que el caso no se hubiese denunciado. No solo porque el hombre podr¨ªa haber sido condenado, sino tambi¨¦n porque los investigadores habr¨ªan estado m¨¢s vigilantes para evitar nuevos ataques.
El agresor, adem¨¢s, tuvo que ¡°pedir perd¨®n¡± y se comprometi¨® a que ¡°no iba a pasar nunca m¨¢s¡±, seg¨²n el testigo. Le ordenaron, adem¨¢s, que no volviera a hablar m¨¢s con la mujer a pesar de que, seg¨²n la declaraci¨®n judicial de Kowser, ¡°estaba muy enamorado de ella¡±. El testigo afirma que Rob ¡°ten¨ªa una parte muy agresiva¡± y record¨® ante el juez un episodio ocurrido en 2006. El presunto asesino entr¨® a vivir en el domicilio de un matrimonio y se enamor¨® de la mujer. El marido acab¨® ech¨¢ndoles a ambos de casa y ella tuvo que regresar a su pa¨ªs. El caso de Janu y el de Nlufa son similares en un punto: se trata de mujeres casadas que, en un momento dado, se niegan a formalizar la relaci¨®n con Rob, que reacciona airadamente a ese rechazo.
Kowser est¨¢ convencido de la implicaci¨®n de Rob en el asesinato de Nlufa. Los hechos ocurrieron la tarde del viernes 7 de febrero. La mujer hab¨ªa acudido a un centro comercial con sus cuatro hijas, de entre uno y 14 a?os. Recibi¨® una llamada y les dijo que regresar¨ªa en seguida. No era la primera vez que se ausentaba unos momentos, presuntamente para mantener relaciones con Rob. Aquel d¨ªa, sin embargo, no volvi¨®. Los Mossos llevaron a las peque?as a casa, donde se encontraban el marido y el hijo mayor del matrimonio. La buscaron, sin ¨¦xito, y denunciaron su desaparici¨®n en comisar¨ªa.
Rob viv¨ªa como realquilado en una habitaci¨®n del piso de la familia de Nlufa. Al marido le sorprendi¨® su actitud al llegar a casa aquella noche: ni se mostr¨® preocupado por Nlufa ni ofreci¨® su ayuda para buscarla. Tres d¨ªas despu¨¦s, la polic¨ªa le detuvo como presunto autor del crimen. El detenido llam¨® a Kowser dos veces para pedirle ayuda porque ¨¦ste conoc¨ªa a abogados y hab¨ªa ayudado a otros paisanos a arreglar sus asuntos. ¡°Le pregunt¨¦ por qu¨¦ estaba detenido y me dijo que porque llam¨® cuatro veces a Nlufa porque necesitaba verdura¡±, dijo el testigo.
Las versiones dadas por el presunto asesino han cambiado con el paso del tiempo, como prueban las llamadas que tambi¨¦n hizo al marido y de las que Kowser fue testigo. La primera vez, hizo como si no supiera nada: pregunt¨® al marido ¡°si hab¨ªa llegado la cu?ada a casa¡±, en alusi¨®n a Nlufa, a la que llam¨® ¡°baby¡±. La segunda vez, le dijo que estaba convencido de que se hab¨ªa fugado con otro hombre. Y la tercera, asever¨® que ¡°un coche negro se los llev¨® y a ¨¦l le obligaron a beber whisky¡±, siempre seg¨²n la declaraci¨®n de Kowser, que dijo haber presenciado esa llamada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.