Mala fama
Esas leyes injustas ofrecen recovecos en los que se enredan los modernos leguleyos, sean jueces, fiscales o abogados
Siempre tuvieron mala fama los int¨¦rpretes y aplicadores de las leyes, los jueces y fiscales, los abogados y procuradores. Sus ancestros, los escribas, eran, como los fariseos, sepulcros blanqueados, seg¨²n San Mateo. Dante aloj¨® a jueces y letrados en el octavo c¨ªrculo del infierno, y Quevedo vio en las zah¨²rdas de Plut¨®n a los letrados, ¡°que era terrible la escuadra de los que iba delante de los jueces¡±. La raz¨®n de la mala fama era que siempre ganaban los pleitos los m¨¢s poderosos. ¡°Si da el c¨¢ntaro en la piedra o la piedra en el c¨¢ntaro, mal para el c¨¢ntaro¡±, dec¨ªa Sancho Panza. Siempre quebraban los m¨¢s fr¨¢giles.
Los pleitos y procesos ten¨ªan y tienen unas reglas que constituyen una sujeci¨®n para los Poderes y los jueces, y son una garant¨ªa para los implicados, los interesados y sus abogados. La sujeci¨®n, naturalmente, siempre incomod¨® a los poderosos. A Carlos V no le agradaba que le discutieran su voluntad, que era su ley y su sentencia. Por eso orden¨® a Hern¨¢n Cort¨¦s ¡°¡que no haya letrados ni procuradores en la Nueva Espa?a, por ser los causantes de los pleitos. Si queda alguno, que se le apliquen fuertes castigos cada vez que provoquen un pleito¡±.
El pr¨®logo de la ley procesal penal de 1882, que a¨²n est¨¢ en vigor en lo esencial, dec¨ªa que ¡°los espa?oles miran con lamentable recelo a magistrados, jueces, escribanos y alguaciles¡±. Entonces desconfiaban porque era evidente que las leyes se aplicaban favoreciendo a los poderosos. Lo grave es que m¨¢s de un siglo despu¨¦s no hay motivos para que aquel recelo desaparezca.
Han pasado los a?os. La Constituci¨®n espa?ola de 1978 dice que la justicia emana del Pueblo, que todos tienen derecho a la defensa y asistencia de letrado y a un proceso p¨²blico sin dilaciones indebidas y con todas las garant¨ªas. Parece que hoy los pleitos y sus art¨ªfices est¨¢n bendecidos por la democracia constitucional. Pero el mensaje profundo de Mateo, Dante, Cervantes o Quevedo est¨¢ todav¨ªa vivo. Hoy los poderes econ¨®micos y sus veh¨ªculos jur¨ªdicos son m¨¢s sutiles o taimados que anta?o. Los verdaderos poderes, los poderes f¨¢cticos, econ¨®micos y sociales, esperan y conf¨ªan que las leyes, sus int¨¦rpretes y aplicadores funcionen, por propia iniciativa, seg¨²n sus intereses. Y con demasiada frecuencia es lo que ocurre.
Hoy los poderes econ¨®micos y sus veh¨ªculos jur¨ªdicos son m¨¢s sutiles o taimados que anta?o
Estos son tiempos de inacabables restricciones y padecimientos sociales, de asfixia de los derechos de los trabajadores y de un desbordante populismo represivo. Son los bochornosos tiempos de la insolidaridad, de las crueles concertinas carniceras. En el horizonte se ven los nubarrones de las nuevas leyes de fan¨¢tica y ancestral restricci¨®n de derechos de las mujeres, y leyes de seguridad dispuestas a acallar la calle, a amedrentar las iniciativas populares, y augurios de correlativas limitaciones a la independencia judicial. Con la piqueta de las leyes ha comenzado la demolici¨®n sorda pero sistem¨¢tica del Estado social y democr¨¢tico de derecho.
Esas leyes injustas y enrevesadas ofrecen recovecos en los que se enredan o agazapan los ancestrales escribas, los modernos leguleyos, sean jueces, fiscales o abogados. Las reglas nacidas para ordenar los pleitos y procesos, como sujeci¨®n de los Poderes y garant¨ªa de los ciudadanos intervinientes, se pueden transformar en armas para la obstrucci¨®n de los tr¨¢mites. As¨ª, los int¨¦rpretes y aplicadores de las leyes pueden retorcer y distorsionar las reglas, provocar pleitos y procesos, alargar los tr¨¢mites hasta la exasperaci¨®n, interrumpirlos o yugularlos, y si se tercia, vapulear y enjuiciar al juez que les juzga, y borrarle del mapa. Con frecuencia se hace inevitable, o directamente se provoca, la impunidad pr¨¢ctica de quienes tienen poder para lograrla. Eso pas¨® con Naseiro y podr¨ªa pasar con Blesa, con Urdangar¨ªn y se?ora, con Millet, los Pujol seniors y juniors o con otros aforados o aforadas de otras familias pol¨ªticas lejanas o pr¨®ximas.
No obstante, la indignaci¨®n que produce ese abuso de las garant¨ªas legales no puede conducir nunca hacia su mengua o supresi¨®n. No se puede volver a Carlos V. Siempre que llega una modificaci¨®n de leyes o jurisprudencia que limita derechos o garant¨ªas, aunque sea por razones excepcionales y temporales, siempre llega para quedarse. Frente a esos usos torcidos de las leyes y las garant¨ªas, es imprescindible la implacable denuncia c¨ªvica y medi¨¢tica, espada de Damocles de la corrupci¨®n.
Adem¨¢s, y sobre todo, frente al torcimiento de las leyes hay profesionales honradamente empe?ados en su leal aplicaci¨®n, en el trato a los que carecen de poder, realmente democr¨¢tico, efectivamente igualitario. El suyo es un intenso trabajo cotidiano, callado, con aciertos y desaciertos, pero con independencia, imparcialidad y dignidad. Aunque la dignidad, desdichadamente, no significa siempre el ¨¦xito procesal. Es sabido que as¨ª como hay triunfos procesales indignos, hay dign¨ªsimas derrotas inmerecidas. No todos se han ganado la mala fama.
Josep Maria Mena fue fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a
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