El refugio pirenaico del expresident
El pol¨ªtico da la cara, despu¨¦s de 13 d¨ªas, en la peque?a poblaci¨®n de Queralbs
Un Pujol anciano, con el caminar de un marinero en tierra, apareci¨® ayer a las seis menos cinco de la tarde, bajando a pie una rampa bastante empinada. Cruz¨® la verja de madera, se acerc¨® a los periodistas, y rompi¨® un silencio que duraba ya 13 d¨ªas: ¡°Estoy a disposici¨®n si me quieren llamar desde una instancia jur¨ªdica o tributaria¡±, asegur¨® a los periodistas que le esperaban a las puertas de su casa, en Queralbs (Girona). El expresidente Pujol, un hombre que dirigi¨® 23 a?os la Generalitat, acostumbrado a manejarse en situaciones dif¨ªciles, tom¨® el tim¨®n y dio al fin la cara casi dos semanas despu¨¦s de confesar que durante 34 a?os ha tenido una fortuna oculta en el extranjero, causando un cataclismo en CiU.
Muy cercano, y fiel a su estilo de ordeno y mando ¡ª¡°venid aqu¨ª, acercaos para salir del medio de la calle; bueno, tampoco tan cerca¡±, exigi¨® a los reporteros¡ª, Pujol dirigi¨® la improvisada rueda de prensa a las puertas de su chal¨¦ en el Pirineo catal¨¢n. ¡°Me encuentro bien¡±, explic¨®, sonriente. Vest¨ªa un jersey marr¨®n de manga larga que requiere el agosto a los pies de la monta?a del Puigmal.
Pujol en realidad no revel¨® nada nuevo. ¡°Del tema este del que quer¨¦is hablar ya hice un comunicado, y no eran tres rayas, era larguito. Y eso es todo, no tengo m¨¢s que decir¡±, advirti¨®. ¡°Me pareci¨® que era bueno hacer una aclaraci¨®n¡±, a?adi¨® ¨²nicamente sobre los motivos que le llevaron a confesar. Tampoco inform¨® de si acudir¨¢ a la C¨¢mara catalana para dar explicaciones y se limit¨® a decir: ¡°Ya se ver¨¢¡±.
Tres refugios para una ¡®huida¡¯
El 25 de julio confes¨®, y desde entonces, Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat durante 23 a?os, emprendi¨® una ruta por el Pirineo, en busca de un poco de paz. Primero par¨® en su casa de la ronda de General Mitre esquina con Mandri, en Barcelona, donde empaquet¨® sus trastos y se march¨®. No se volvi¨® a saber de ¨¦l hasta que La Vanguardia desvel¨® con unas fotograf¨ªas que se encontraba en Bolvir (Girona), en una casa que tiene su primog¨¦nito, el hoy imputado por blanqueo Jordi Pujol Ferrusola. El fin de semana anterior, justo despu¨¦s de su confesi¨®n, se refugi¨® en la Tour de Carol, donde otro de sus hijos, en este caso Josep, tiene tambi¨¦n una casa. Ya en territorio franc¨¦s, el expresidente consigui¨®, entonces s¨ª, pasar completamente inadvertido.Desde su huida de Barcelona, la familia Pujol no ha pasado por su casa en la capital catalana. Y tampoco por la que poseen en Premi¨¤ de Dalt. Esta se ubica, ir¨®nicamente, en la avenida de F¨¦lix Millet, padre del saqueador confeso del Palau de la M¨²sica en una trama que ha llevado al embargo de la sede central de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica de Catalunya (CDC) por la supuesta financiaci¨®n ilegal del partido a trav¨¦s de comisiones ilegales cobradas por adjudicaciones de obras.
Cada verano, los Pujol acuden a Queralbs, donde se dejan ver por la fiesta mayor. Estaba en duda que, ante el esc¨¢ndalo, este a?o retomasen su rutina veraniega. Finalmente lo han hecho, y no solo eso, sino que Pujol ha elegido ese peque?o municipio como el lugar en el que romper su silencio.
Pero su mera presencia fue noticia. ¡°Si se tiene que plantear seriamente, no ser¨¢ a trav¨¦s de informaciones¡±, zanj¨®, sobre las diversas informaciones que salpican a sus hijos, en especial sobre los negocios de su primog¨¦nito, Jordi Pujol Ferrusola, imputado por blanqueo. Luego decidi¨® que su intervenci¨®n se hab¨ªa acabado y se abri¨® paso entre las c¨¢maras acompa?ado por un escolta para subirse al coche y marcharse.
Poco antes admiti¨® que ¡°no es una situaci¨®n agradable¡± la que est¨¢ viviendo, y que hab¨ªa optado por irse a Queralbs en busca de ¡°un poco de tranquilidad¡±. Pero el mi¨¦rcoles, cuando lleg¨® al mediod¨ªa sin ocultarse, como ¨¦l mismo admiti¨®, aparecieron los periodistas. Aun sabi¨¦ndolo, el expresidente no dej¨® sus rutinas de cada verano. A las once de la ma?ana baj¨® al bar XIX, donde se pidi¨® un caf¨¦ cortado. En ese momento hab¨ªa un par de parroquianos, que se acercaron a ¨¦l a saludarle. Ni un reproche, ni una mala palabra. Pujol se preocup¨® por c¨®mo iban las cosas, se acab¨® el cortado, y se fue, acompa?ado de sus escoltas.
En ese primer momento, el expresidente se neg¨® a hablar con los medios. ¡°No insista¡±, asegur¨® a una periodista. Pero la difusi¨®n de las primeras fotos tomadas en el municipio despertaron el inter¨¦s medi¨¢tico, y durante el d¨ªa fueron sum¨¢ndose c¨¢maras y reporteros que se apostaron cerca de Can Ferrusola, como se conoce la envidiable mansi¨®n, en el diminuto pueblo, desde la que Pujol y su familia tienen la monta?a a sus pies. Sabedor de c¨®mo funcionan las cocinas medi¨¢ticas, finalmente opt¨® por salir.
A quien no se ha visto a¨²n pasear por Queralbs es a Marta Ferrusola, la esposa de Pujol. El pueblo es el lugar al que ella desde ni?a acud¨ªa a veranear, y la casa de Can Ferrusola es herencia por parte de su madre. Cada verano, hasta el fat¨ªdico 2014, los Pujol acud¨ªan a la fiesta mayor, bajaban a hacer la compra e interactuaban con los lugare?os casi como si fuesen uno m¨¢s. ¡°Eso s¨ª, siempre rodeado de polic¨ªas, sobre todo cuando era presidente¡±, cont¨® una vecina, una de las pocas que ayer quiso hablar con este diario, y con la condici¨®n de anonimato.
En Queralbs quieren a los Pujol, o al menos eso parece por el pacto de silencio acordado en el diminuto pueblo de calles empedradas y empinadas, y con una preciosa iglesia rom¨¢nica. ¡°Cada uno va a la suya, nadie habla de eso¡±, zanjan con amabilidad cuatro hombres que juegan al domin¨® en el bar donde el expresidente se ha tomado su cortado.
En esa misma calle, al fondo, se levanta el Ayuntamiento. En la plaza, muy cerca de una cabina telef¨®nica destartalada, cuatro mujeres sacan las sillas a la puerta para charlar y tejer. ¡°Estamos de vacaciones, estamos descansando. No tratamos ese asunto¡±, repiten. Cuando quien blande libreta y bol¨ªgrafo se aleja, se oye el comentario de una de las mujeres: ¡°Es un problema de ellos¡±.
Pero de nuevo en el anonimato, entre risas ahogadas, una parroquiana cuenta que en el pueblo no se habla de otra cosa. ¡°Unos le critican y otros le defienden¡±, asegura. ¡°Poco a poco, vamos asimil¨¢ndolo¡±, a?ade una amiga que la acompa?a. Ambas sienten algo de pena por Pujol, aunque si se les pregunta por los hijos, ya es otra historia... ¡°Algunos son unos chulos¡±, se queja una de las mujeres, que a¨²n no han visto a Marta Ferrusola.
Al caminar por las calles, casi se ven tantos turistas como polic¨ªas de paisano, en parejas, normalmente apoyados en una pared. ¡°No ve¨ªa algo as¨ª desde que era presidente¡±, explica otra vecina con sorpresa. Un agente admite que les han mandado al lugar por el jaleo que se ha armado al hacerse p¨²blica la llegada de Pujol. ¡°No es por los periodistas, es por si alguien que no est¨¦ demasiado bien le da por acercarse¡±, explica uno de ellos.
Tras las palabras de Pujol la situaci¨®n se normaliza. Ya no se ven las mismas furgonetas de medios. Y el ¨²nico coche de Mossos que hab¨ªa llegado al lugar, con tres agentes uniformados, tambi¨¦n se va. En el bar XIX se ha organizado otra partida de domin¨®, esta de mujeres. ¡°?Qu¨¦ pasa? ?Ten¨¦is un pacto fiscal entre vosotras?¡±, bromean. Es la ¨²nica referencia al asunto Pujol que se oye. Vuelve la normalidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.