El relato Pujol
La voluntad de empezar de nuevo resulta coherente con la necesidad de limpiar las instituciones
Han sido d¨¦cadas de convivencia con una narraci¨®n ¨¦pica en la que se hablaba de la ¨ªntima relaci¨®n entre la trayectoria de una persona y la reconstrucci¨®n de una identidad nacional catalana sojuzgada por el franquismo y el espa?olismo recalcitrante. El personaje, que desafi¨® a la dictadura en el Palau de la M¨²sica y que asumi¨® con dignidad la c¨¢rcel, construy¨® hace 40 a?os un partido en torno a su persona y a sus ideales. Si Converg¨¨ncia quer¨ªa ser el ¡°pal de paller¡± de Catalu?a, Jordi Pujol era ese punto nodal en el que todo empezaba. Ten¨ªa negocios, asum¨ªa riesgos en inversiones, constru¨ªa una banca que luego no cuaj¨®, pero todo se explicaba, no por un af¨¢n especulativo o de medrar, sino por un ¨²nico objetivo: ¡°fer pa¨ªs¡±. Y as¨ª, poco a poco se fue confundiendo persona, familia, partido y pa¨ªs. Lo cierto es que Pujol supo, en la transici¨®n, conectar mejor que otros con la voluntad mayoritaria de mirar hacia adelante, sin buscar responsabilidades en el pasado. En sus muchos a?os en el gobierno encontramos tanto indudables logros como tambi¨¦n un sinf¨ªn de tics personalistas y de vaivenes pol¨ªticos que siempre ten¨ªan a Catalu?a como justificaci¨®n. Pragmatismo, visi¨®n europea, capacidad de convertir cada an¨¦cdota en categor¨ªa, un nivel de informaci¨®n directa y envidiable sobre lo que acontec¨ªa en cada rinc¨®n, le permitieron a ¨¦l y a su partido gobernar placidamente a lo largo de muchos a?os, reparti¨¦ndose las estructuras de poder con los socialistas. Unos en la Generalitat y en la ruralidad, los otros en Barcelona y en las grandes ciudades metropolitanas, azuz¨¢ndose, pero sin hacerse da?o. Mientras, los grandes partidos espa?oles se disputaban su apoyo y le pon¨ªan precio cuando necesitaban sus votos. De las componendas en Madrid saben mucho Roca y Duran.
Si Converg¨¨ncia quer¨ªa ser el ¡°pal de paller¡± de Catalu?a, Jordi Pujol era ese punto nodal en el que todo empezaba
Los ¨²ltimos a?os de su presidencia fueron ya sintom¨¢ticos de lo que ha ido aconteciendo. Sus trucos y sus chascarrillos ya solo entreten¨ªan a los m¨¢s devotos. Quiso encontrar en Mas lo que no hab¨ªa encontrado en otros. Alguien de confianza, crecido en su regazo, que entendiera y que respetara y honrara su legado y sus deudos. A cambio, aceptaba cambiar de escenario y corregirse a si mismo, enfilando el dif¨ªcil ¡°congost¡± del soberanismo independentista. El d¨ªa 25 de julio todo se rompi¨® en pedazos. Todo lo que era consistente y ten¨ªa sentido, dejaba de tenerlo. No es que lo bueno que haya podido hacer Pujol para el pa¨ªs y sus gentes, ya no lo sea. Sino que qui¨¦n lo ha encarnado nos minti¨®. No era qui¨¦n dec¨ªa ser. Los catalanes, ya mosqueados con Millet, ven de golpe que Pujol es uno m¨¢s de los que, sin relato, tambi¨¦n nos han estado enga?ando y que en esto no somos diferentes. Mucha patria, pero muchos dividendos. De golpe aparece otro personaje. Otro relato. El anciano de Queralbs que quiere proteger a una familia que no controlaba y que no encontr¨® la ocasi¨®n en 34 a?os de regularizar una herencia de la que ni su hermana conoc¨ªa la existencia. Dispuesto a expiar sus culpas. Su partido, su heredero, su relato, tratan de pervivir utilizando cortafuegos variopintos. Pero el da?o es terrible. ?C¨®mo separar CDC de Pujol, o Mas de Pujol, si hasta hace unos d¨ªas ¨¦l y su familia segu¨ªan estando ah¨ª? ?Si no se explican los unos sin los otros?.
?Y ahora? Es cierto que la movilizaci¨®n social en torno al derecho a decidir no tiene porqu¨¦ quedar colapsada por el caso Pujol. Veremos como reacciona la ANC, una organizaci¨®n muy bien pertrechada y enraizada socialmente, pero que ha de decidir c¨®mo plantear sus relaciones con el poder. La voluntad de empezar de nuevo resulta coherente con la necesidad de limpiar de podredumbre unas instituciones que precisamente quieren refundarse de abajo a arriba. Pero lo que me parece indudable es que la falsedad del relato Pujol, afecta la verosimilitud del relato soberanista, sobre todo porqu¨¦ qui¨¦n lo personaliza no es solo la ANC, sino tambi¨¦n Mas y el gobierno de CiU. ?Puede estar el anciano en Queralbs poni¨¦ndose a disposici¨®n de la justicia y del Parlament sin que nada ocurra? ?Qu¨¦ har¨¢ ERC en oto?o con los presupuestos y su apoyo si van desgran¨¢ndose y conoci¨¦ndose m¨¢s eslabones de la cadena de corruptelas y chanchullos que presuntamente han cometido los hijos de Pujol y el entorno de poder que los facilitaba, y no precisamente hace 34 a?os?. ?Con que legitimidad se encara el 9N? No creo que lleguemos muy lejos con este gobierno, ni que la vida de Converg¨¨ncia vaya a ser un camino de rosas refundacional. Visto lo visto, ?nos extra?a a¨²n que la gente dirija sus miradas y canalice su indignaci¨®n hacia alternativas que ponen en primer lugar su compromiso ¨¦tico y su voluntad de radicalidad democr¨¢tica? El relato Pujol y su deplorable final es un ejemplo m¨¢s del declive de una forma obsoleta y vergonzosa de entender y practicar la pol¨ªtica.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica e investigador del IGOP de la UAB.
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