Conseguidores contra profesionales
Empoderando a los profesionales en la gesti¨®n se empodera la pol¨ªtica de altura
S¨ª, Catalu?a tambi¨¦n tiene un problema de gobernanza. Hay punta del iceberg: los conocidos casos Pallerols, Palau, Mercurio, ITV o los posibles casos Pujol. Pero debajo de la superficie sospechamos que hay m¨¢s: una forma de ejercer la cosa p¨²blica sesgada hacia quienes tienen los contactos adecuados. Eso es lo que apunta la ¨²ltima oleada del European Quality of Government Index, que analiza las percepciones de calidad de gobierno en 206 regiones de 24 pa¨ªses europeos y cuyos resultados acaban de ser publicados (Charron, Dijkstra y Lapuente, Social Indicators Research). El estudio muestra que Catalu?a no s¨®lo no desempe?a el papel de regi¨®n excelente en un pa¨ªs mediocre, como algunas regiones del norte de Italia, sino que, dentro de una Espa?a relativamente gris, ocupa una posici¨®n intermedia-baja. Mientras algunas autonom¨ªas, como Asturias o el Pa¨ªs Vasco, obtienen puntuaciones cercanas a la media francesa o a algunas regiones centro-europeas, Catalu?a es valorada como Lisboa.
En todo caso, las diferencias entre regiones dentro de la pen¨ªnsula ib¨¦rica son poco significativas. B¨¢sicamente todas ellas se sientan ¡ªcon Chipre, Malta, Estonia y Eslovenia como compa?eras de viaje¡ª en el vag¨®n de transici¨®n entre una locomotora donde se encuentran las regiones del norte de Europa y un furg¨®n de cola ocupado por la Europa del Este m¨¢s Grecia e Italia.
Los resultados mediocres de nuestras regiones en general ¡ªy de Catalu?a en particular¡ª no se deben a que la corrupci¨®n sea un fen¨®meno extendido en nuestra tierra. Los espa?oles no compramos favores en el d¨ªa a d¨ªa de nuestra relaci¨®n con el sector p¨²blico. El problema espa?ol, y claramente catal¨¢n, es la percepci¨®n generalizada de que las c¨²spides de los gobiernos est¨¢n sesgadas. Que no tratan por igual a todos aquellos que se pueden beneficiar de las decisiones a esos niveles, desde concesiones de licencias y adjudicaciones de contratos p¨²blicos a cualquier tipo de regulaci¨®n. La gente entiende que existen individuos o grupos sistem¨¢ticamente agraciados gracias a sus contactos pol¨ªticos. Como nos han mostrado muchos casos de corrupci¨®n, en Espa?a ha existido un nutrido grupo de emprendedores en la captura de rentas: gente que ha explotado su posici¨®n pivotal entre el partido gobernante y el sector privado para acumular una riqueza y un poder extraordinarios. Esta industria de ¡°conseguidores¡± ha sido, de hecho, muy rentable durante muchos a?os. Y est¨¢ por ver si desaparece con la intensa campa?a anti-corrupci¨®n que estamos viendo en distintos niveles o si, como en Italia tras Tangentopolis, simplemente se transmuta y reaparece con ropajes distintos.
En todo caso, las diferencias entre regiones dentro de la pen¨ªnsula ib¨¦rica son poco significativas
Si entendemos la naturaleza de nuestro problema de gobernanza, veremos que las soluciones ¨®ptimas son distintas a las que se est¨¢n proponiendo. Tenemos dos visiones opuestas en esa carrera de regeneraci¨®n: la individualista y la colectivista. Para los individualistas, el problema es el mal comportamiento de unos pol¨ªticos que se dejan corromper. Y para atajar estos ¡°acontecimientos¡± a los que se refer¨ªa Rajoy, debemos aplicar el mismo tratamiento que a cualquier otro crimen: una regulaci¨®n y unos castigos m¨¢s severos. Muchos regeneracionistas andan enzarzados en esta empresa, con fuertes discusiones sobre en qu¨¦ momento del proceso judicial se debe forzar la dimisi¨®n de un cargo p¨²blico, qu¨¦ deben incluir las declaraciones de bienes de los diputados, c¨®mo endurecer el c¨®digo penal, etc¡ La corrupci¨®n se ve como una cuesti¨®n de manzanas podridas, que hay que detectar y eliminar. Para los colectivistas, por el contrario, habr¨ªa que tirar todo el canasto. Y reemplazarlo por unos recipientes distintos, por una nueva arquitectura institucional que permita una democracia real, que empodere a la gente.
Sin embargo, la experiencia de otros pa¨ªses nos indica que ni la persecuci¨®n draconiana de la corrupci¨®n, como pretenden los individualistas, ni los cambios revolucionarios, como desean los colectivistas, traen mejoras sustanciales. Las reformas necesitan cierta involucraci¨®n, e incluso agitaci¨®n social, pero es m¨¢s factible que se materialicen en un ambiente de cierta estabilidad b¨¢sica.
Las reformas exitosas han evitado tanto la tentaci¨®n individualista de tratar la corrupci¨®n como un crimen m¨¢s como la tentaci¨®n colectivista de verlo como un fallo de todo el sistema pol¨ªtico, que hay que sustituir por completo. Han buscado un camino intermedio. Empoderar no a los que luchan contra la corrupci¨®n ni a los ciudadanos que la sufren, sino a los que est¨¢n en medio: los grupos profesionales que gestionan lo p¨²blico. Al empoderar a los profesionales se despolitizan decisiones relativas, por ejemplo a licencias y regulaciones que facilitan la apropiaci¨®n repentina de rentas, como recalificaciones.
?No llevar¨ªa esto a la sustituci¨®n de un problema (abusos de los pol¨ªticos) por otro (abusos corporativos o ¡°tecnocr¨¢ticos¡±)? No porque empoderar es dar poder, pero tambi¨¦n responsabilidad sobre la conducci¨®n de los asuntos p¨²blicos. Es decir, que los gestores p¨²blicos no puedan escudarse en la tan manida ¡°responsabilidad pol¨ªtica ¨²ltima¡± y tengan que asumir costes de sus decisiones (y de sus no-decisiones). Para ello es importante crear un mercado abierto de profesionales que, sobre la base de su reputaci¨®n, puedan ir optando a puestos variados. Adem¨¢s, empoderar no quiere decir dar todo el poder, sino generar un sistema de pesos y contrapesos entre la esfera pol¨ªtica y la administrativa. Los pol¨ªticos deben seguir teniendo la capacidad de tomar las decisiones f sobre el rumbo que debe tomar el pa¨ªs en pol¨ªticas p¨²blicas. Lo que no deben hacer es estar en la sala de m¨¢quinas decidiendo qu¨¦ herramientas hay que comprar.
Despolitizar la gesti¨®n no es virar hacia la tecnocracia y abandonar la democracia, sino centrarse en la pol¨ªtica que cuenta. La variedad en pa¨ªses con gestiones p¨²blicas despolitizadas es muy rica: de los muchos impuestos y servicios de Dinamarca a los pocos de Singapur. Empoderando a los profesionales en la gesti¨®n se empodera la pol¨ªtica de altura. La pol¨ªtica es debatir si queremos acercarnos a Dinamarca o a Singapur y no discutir los nombramientos en tal ente p¨²blico, la obtenci¨®n de tal contrato o la concesi¨®n de tal licencia.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es miembro The Quality of Government Institute de la Universidad de Gotemburgo.
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