Escuela pol¨ªtica para Ultramar
La Carta Magna se convierte en un modelo para los pa¨ªses latinoamericanos
Allende las Puertas de Tierra que daban entrada a la ciudad de C¨¢diz estaba la extensi¨®n del territorio ib¨¦rico, las llamadas provincias de Ultramar, aquellas a las que se refer¨ªa la Constituci¨®n de 1812 en su art¨ªculo primero: "La Naci¨®n espa?ola es la reuni¨®n de todos los espa?oles de ambos hemisferios".
Dar un paseo por C¨¢diz en 1812 era viajar por varios continentes solo recorriendo una de sus enjutas calles. El levante se mezclaba con los acentos de los chilenos, madrile?os, cubanos, catalanes, mexicanos, andaluces, filipinos... pero todos eran espa?oles sin distinci¨®n, todos de la misma naci¨®n. Solo en el padr¨®n se apuntaba el lugar de nacimiento, por si alguien ten¨ªa la curiosidad de saber la procedencia.
No era concebible entonces la inmigraci¨®n latinoamericana porque no exist¨ªa. "La Constituci¨®n reconoce la ciudadan¨ªa a todos los hombres excepto a los de ?frica, a las mujeres, a los ni?os, a los enfermos, a los encausados criminalmente, a los esclavos, a los criados y a los negros", aclara Alberto Ramos, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y miembro de la Comisi¨®n Nacional del Bicentenario.
"Despu¨¦s de la epidemia que arras¨® con la vida de m¨¢s de 7.000 personas, de 54.000 habitantes que hab¨ªa en Cadiz pod¨ªan encontrarse hasta 3.000 extranjeros viviendo en la ciudad, por supuesto sin contar con los latinoamericanos" que, insiste y repite, eran espa?oles.
Las manos de los italianos amasaban en las confiter¨ªas y cocinas gaditanas, mientras los franceses, alemanes e ingleses se dedicaban al comercio de alto nivel del que prove¨ªa el puerto o la entrada a Europa por mar. "C¨¢diz ten¨ªa una poblaci¨®n extranjera muy amplia en el siglo XVIII", cuenta Ramos.
Entre esos intelectuales que beb¨ªan de una sociedad multicultural, efervescente y valiente, pasaban m¨¢s o menos desapercibidos los que luego marcaron el destino de las independencias americanas. "Por ejemplo, Jos¨¦ de San Mart¨ªn estaba de oficial de guardia el d¨ªa de la insurrecci¨®n que le cost¨® la vida al gobernador de C¨¢diz. Y los libertadores Sim¨®n Bol¨ªvar o Francisco de Miranda viven por esos a?os en C¨¢diz y aprenden todo lo que aqu¨ª se estaba gestando para luego proponerlo en las Am¨¦ricas", analiza Ramos.
"La importancia de esta Constituci¨®n tiene una relaci¨®n directa con la situaci¨®n de virreinato en las provincias de Ultramar: Nueva Espa?a, Per¨², Nuevo Reino y R¨ªo de la Plata. Desde all¨ª vinieron cantidad de diputados que llevaron luego ese estudio y ese aprendizaje a sus territorios, lo que tuvo como consecuencia una influencia mucho mayor de esta Constituci¨®n en relaci¨®n con la francesa de 1789 y la de Estados Unidos de 1787", apunta Mar¨ªa Luisa Balaguer, catedr¨¢tica de Derecho Constitucional. "Adem¨¢s, la libertad de imprenta promovi¨® el conocimiento a m¨¢s velocidad", a?ade.
Es entonces cuando C¨¢diz se convierte en una escuela de pol¨ªtica, y su Constituci¨®n en un referente, en un signo. "Se llega a hablar de la regla de C¨¢diz porque el texto sirve de modelo para Europa y las provincias de Ultramar, que llegan a jurarla. Si miras la Constituci¨®n chilena de 1822 ver¨¢s art¨ªculos que son exactamente iguales, y la de Apatzing¨¢n de M¨¦xico es casi un calco. Es modelo para la Constituci¨®n portuguesa de 1818, a la que luego sigue la brasile?a de 1826", enumera Ramos. "Tiene tambi¨¦n una influencia importante en las de Argentina y Bolivia, de 1826, y en la de Costa Rica de 1825", a?ade Balaguer.
"Ya lo dijo el pensador Carlos Marx en relaci¨®n a este texto: 'lo importante de C¨¢diz fue que se vio capaz de compaginar la tradici¨®n espa?ola con la revoluci¨®n'. Todo lo que se hab¨ªa hecho ten¨ªa una tradici¨®n detr¨¢s y por eso su ¨¦xito en ese momento fue posible", ilustra Ramos.
Luego fue llegando la adaptaci¨®n del texto a la pr¨¢ctica. Como recuerda el historiador costarricense Rodrigo Quesada en el libro La Constituci¨®n de C¨¢diz y su huella en Am¨¦rica, "esta carta fue llamada el Experimento C¨¢diz. Puso a prueba las posibilidades reales de introducir cambios en la institucionalidad colonial en Am¨¦rica Central, pero al mismo tiempo evidenci¨® las limitaciones del programa de reformas y la cantidad de obst¨¢culos y problemas que tales cambios encontrar¨ªan en la historia de los pa¨ªses centroamericanos hasta hoy", se lee.
"No se trataba ¨²nicamente de probar una constituci¨®n liberal, sino de poner en movimiento, y darle sentido y direcci¨®n, a un conjunto de fuerzas pol¨ªticas y sociales que se aglutinaban en Espa?a y Am¨¦rica Latina para lanzar los cambios requeridos en busca de la modernizaci¨®n, y de plantearse un nuevo pacto colonial, que no se agotara en la simple manipulaci¨®n de mercanc¨ªas, metales preciosos y fuerzas de trabajo", considera Quesada.
Fueron entonces varios factores los que llevaron a romper la Espa?a de los dos hemisferios. "El problema que tuvo la sociedad americana es que se divid¨ªa por castas, y todo aquel que tuviese un m¨ªnimo de sangre negra no pod¨ªa ser espa?ol. Eso supuso un problema para calcular la representaci¨®n en las Cortes de los diputados americanos. Y desde el primer momento se hizo mal; se concluy¨® en un c¨¢lculo previo que habr¨ªa 208 posibles diputados peninsulares y 66 americanos, por eso, desde el primer momento, los americanos se sienten absolutamente marginados", cuenta Ramos.
La vuelta de Fernando VII en 1814 y la supresi¨®n de todo lo establecido en la Constituci¨®n precipit¨® la independencia latinoamericana. "Ya se estaba dando la emancipaci¨®n y cada vez m¨¢s personas apoyaban la insurrecci¨®n. As¨ª que dijeron: '?Nos independizamos todos!', recrea Santos.
Con la abolici¨®n del texto qued¨® atr¨¢s el que los maestros ense?aran a leer a los ni?os sus primeras palabras con la Constituci¨®n siempre en el pupitre, y que se leyeran sus art¨ªculos en los p¨²lpitos de las iglesias para que la conocieran los que no sab¨ªan leer, el que estuvieran escritos en las puertas de las parroquias y el que todas las plazas mayores de todas las poblaciones de la monarqu¨ªa se llamaran Plaza de la Constituci¨®n.
Fueron estos primeros suspiros de libertad por los que abog¨® la ciudad de M¨¦xico bautizando como la plaza de la Constituci¨®n de 1812 a su actual plaza del Z¨®calo. Hoy vuelven a hermanarse estas dos regiones milenarias: C¨¢diz y M¨¦xico comparten este a?o la Capitalidad Iberoamericana de la Cultura.
Ya era conocido que La Habana es C¨¢diz con m¨¢s negritos, o que las murgas uruguayas nacieron en el siglo XIX de unos gaditanos que llevaron sus coplas de periodismo cantado de carnaval hasta la otra orilla del Atl¨¢ntico, entre otras toneladas de semejanzas, aventuras y desventuras hispanoamericanas.
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