Atruena la naci¨®n en marcha
Aqu¨ª no estamos ante un problema de democracia sino ante una lucha descarnada por una nueva distribuci¨®n del poder
Que estos tiempos, m¨¢s que l¨ªquidos, son tiempos pueriles lo prueba la facilidad con la que prosperan afirmaciones que no superar¨ªan el nivel exigido a un chaval de primero de primaria. Sin ir m¨¢s lejos, la idea de que lo que estamos dilucidando estos meses en Catalu?a es una simple cuesti¨®n de democracia: queremos votar y no nos dejan. Democracia, sin embargo, es algo m¨¢s que votar; y desde luego importa qu¨¦, qui¨¦n y c¨®mo se vota.
Voy a ahorrarme los ejemplos que prueban que no siempre que se vota se est¨¢ en una situaci¨®n democr¨¢tica o aquellos en los que fue precisamente el voto lo que sirvi¨® para acabar con la democracia. Son suficientemente conocidos, algunos los tenemos dolorosamente pr¨®ximos, y lejos de m¨ª pretender establecer cualquier paralelismo entre los mismos y la situaci¨®n pol¨ªtica actual en Catalu?a.
Aqu¨ª no estamos ante un problema de democracia sino ante una lucha descarnada por una nueva redistribuci¨®n del poder. Y esa lucha se ha planteado en el terreno de la cuesti¨®n nacional porque es ah¨ª donde una facci¨®n consideraba que ten¨ªa todas las de ganar, al tiempo que le permit¨ªa colocar en un segundo plano las pol¨ªticas de desmantelamiento de lo p¨²blico que ven¨ªa impulsando desde 2010 y que estaban generando una considerable contestaci¨®n social. Como por ensalmo, las grandes movilizaciones contra los recortes de 2010-2012 pr¨¢cticamente desaparecieron a partir del momento en que el proceso pas¨® a ocuparlo todo. Contr¨¢stese la movilizaci¨®n por cuestiones sociales en Catalu?a con la que viene d¨¢ndose, por ejemplo, en Madrid (capaz de paralizar un potente proceso de privatizaci¨®n de la sanidad p¨²blica) y se entender¨¢ lo que quiero decir.
Que el neoliberalismo de Converg¨¨ncia y el nacionalpopulismo de Esquerra hayan jugado a eso tiene toda la l¨®gica del mundo. Que se haya sumado (cr¨ªticamente) cierta izquierda es algo que escapa a la comprensi¨®n de quienes entendemos que las din¨¢micas de clase son las que realmente est¨¢n en la base de los conflictos sociales, sin que ello implique ignorar, por supuesto, la importancia de los factores ideol¨®gicos y culturales o la de las identidades de todo tipo. Una parte de la izquierda catalana ha asumido acr¨ªticamente el lenguaje del nacionalismo (derecho a decidir), que es ajeno a su tradici¨®n. Ese es el primer escal¨®n de la derrota pol¨ªtica.
Una parte de la izquierda catalana ha asumido acr¨ªticamente el lenguaje del nacionalismo (derecho a decidir), que es ajeno a su tradici¨®n
El segundo escal¨®n se sube cuando esa izquierda pone sus siglas ¡ªy, por tanto, la legitimidad democr¨¢tica ganada en d¨¦cadas de lucha¡ª al servicio de una movilizaci¨®n cuyos objetivos no mencionan nada que apunte a la igualdad social, que es, junto con la libertad, la base de cualquier proyecto que se reivindique de la izquierda. El tercer escal¨®n, el de la derrota definitiva, se alcanza cuando es precisamente el apoyo de la izquierda el que permite el ¨¦xito de un proceso liderado por la derecha; ¨¦xito que transforma ese liderazgo en hegemon¨ªa.
Desde la izquierda (te¨®ricamente no nacionalista) comprometida con el proceso se ponen sobre la mesa dos argumentos para justificar su posici¨®n: que estamos ante una movilizaci¨®n de abajo arriba, y que esta es la ocasi¨®n para desencandenar un proceso constituyente no solo en Catalu?a sino tambi¨¦n en Espa?a.
La primera afirmaci¨®n vuelve a comprar un eslogan de los nacionalistas. Que la movilizaci¨®n independentista tiene causas de fondo y amplio apoyo popular es innegable; que sea espont¨¢nea y sean las bases las que impulsan a las elites pol¨ªticas no aguanta el m¨¢s m¨ªnimo an¨¢lisis. Qu¨ªtesele a las movilizaciones de los dos ¨²ltimos 11 de septiembre el apoyo log¨ªstico de partidos e instituciones y la abrumadora propaganda pol¨ªtica de los medios p¨²blicos (y gran parte de los privados subvencionados) y ya ver¨ªamos de lo que estamos hablando.
El otro argumento resulta m¨¢s triste. El proceso de independencia que oculta la cortina del derecho a decidir, m¨¢s que inaugurar procesos constituyentes, rompe la solidaridad entre las clases populares de Catalu?a y el resto de Espa?a, y divide profundamente a las clases populares catalanas (h¨¢gase un peque?o ejercicio de geograf¨ªa recreativa y v¨¦ase d¨®nde cuelgan y d¨®nde no esteladas en cantidades significativas).
Quiz¨¢s se abran procesos constituyentes, pero con las bases de la izquierda divididas, con la derecha (espa?ola y catalana) en posici¨®n dominante, y sin la capacidad de volver a articular las coaliciones sociales que en el ¨²ltimo siglo han hecho posible los triunfos de la izquierda aqu¨ª y en el conjunto de Espa?a.
La Internacional es el himno que hist¨®ricamente ha acompa?ado la lucha de una parte significativa de la clase trabajadora. Muchos de los actuales dirigentes de la izquierda comprometida con el proceso la han cantado e incluso la siguen cantando en actos p¨²blicos. No con el entusiasmo con el que corean Els segadors, pero ¡ªquiero creer¡ª todav¨ªa sinti¨¦ndola como propia. L¨¢stima que donde antes atronaba la raz¨®n, sea ahora la naci¨®n en marcha la que nos anuncie el fin de la opresi¨®n. Me da que no es lo mismo.
Francisco Morente es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la UAB.
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