Atrapados en el tiempo

Poco cambia en el universo de Rosendo Mercado. Bueno, alguna cosa s¨ª: las melenas enmara?adas del carabanchelero han conocido ya ?sesenta! primaveras y, por puro dictado de la biolog¨ªa, tiene un reto?o con edad para servirle de telonero. No est¨¢ claro si la condici¨®n de ¡°hijo de¡± le sirve a Rodrigo Mercado de aval, puesto que su propuesta es mucho m¨¢s ecl¨¦ctica que la del progenitor, pero los besos de ambos tras compartir A remar ten¨ªan un valor hereditario y entra?able.

Era la noche de Rosendo en Las Ventas y todo se dispuso para que el autor de Pan de higo se sintiera a sus anchas: 17.000 entradas pulverizadas un mes atr¨¢s y despliegue de c¨¢maras y luminotecnia para inmortalizar la cita en CD y DVD. El protagonista remolone¨® hasta las 22.21, con A d¨®nde va el finado, y ese blues pesadote encabez¨® las 29 p¨ªldoras de rock callejero que se sucedieron sin presentaciones, miramientos ni florituras. Mercado f¨ªa el mensaje a ese repertorio ¨¢cido y afilado que el p¨²blico le devuelve como un eco abrumador.

La guitarra seca y bronca marca la pauta en un escenario gigantesco para un tr¨ªo. Pero a Rosendo, estajanovista de las seis cuerdas, no le importa carecer de margen para bajar la guardia. Anoche apuntal¨® su figura de rockero testarudo, recurrente, abonado a la l¨®gica urbana. Se aferra al mismo espacio donde le hemos conocido siempre y sabe traducir ese inmovilismo en honestidad. Ajeno a remilgos y concesiones (salvo el t¨ªmido homenaje a los desaparecidos Tony Urbano y Chiqui Mariscal, que aparecieron en pantalla mientras arpegiaba unas notas con la ac¨²stica), Rosendo prefiere disparar aguijonazos a la conciencia colectiva. Y todo ello est¨¢ muy bien, salvo por su indulgencia musical. Porque su rock duro y enrabietado, punzante siempre desde la primera andanada (Ni fu ni fa), ha permanecido casi inmutable a lo largo de cuatro d¨¦cadas.

Con todo, la camarader¨ªa es norma sacrosanta en los grader¨ªos que abarrota este hombre. El mismo que vierte la cerveza sobre el vecino es quien le abastece de pa?uelos y agasaja con unas caladas de porrito. La fiesta nunca pretendi¨® ser comedida, pero se sublim¨® a partir de Hasta de perfil y Salud y buenos alimentos. Se trata de una catarsis redundante, pero no constaba la presencia de ning¨²n Bill Murray inc¨®modo por esta sensaci¨®n de atrapados en el tiempo, de rock que solo muerde hasta empantanarse en la rutina.

El anquilosamiento temporal no lo amortigu¨® Kutxi Romero (Marea) con Muela la muela, aunque apetezca corear ese estribillo: ¡°Y si duele, que duela. Viva la revoluci¨®n¡±. El arranque de A remar borde¨® la cat¨¢strofe, pues ni cantante ni bater¨ªa eran capaces de marcarle el ritmo al cuarteto de cuerdas invitado. Mejor marcharon las cosas en Entre las cejas, gracias a una Luz Casal furibunda, con peluca y curioso parecido con Cher. El Drogas, Fito y Miguel R¨ªos cubrieron el expediente y todos se despidieron con el triunfo cantado y colectivo de Maneras de vivir. Una victoria elocuente: desde 1981, esa es la marca de la casa.