Coalici¨®n contra el inmovilismo
Catalu?a puede pasar de la vanguardia del malestar a la vanguardia de un cambio pol¨ªtico que transforme Espa?a
En lo que m¨¢s se parece Catalu?a al resto de Espa?a es en su grado de malestar. El clamor soberanista es sintom¨¢tico de unas inquietudes de fondo que son compartidas. En todas partes los consensos de la Transici¨®n (sobre el modelo social, institucional y territorial) se han ido agotando o han caducado. Las instituciones y quien les aguanta han ido perdiendo legitimidad a marchas forzadas. Los ciudadanos no se sienten ni representados ni reconocidos por unos poderes supuestamente p¨²blicos.
Las respuestas institucionales han consistido hasta ahora en una mezcla irresponsable: sordera para ningunear a la indignaci¨®n, inmovilismo para frustrar la voluntad de cambio, y la provocaci¨®n para humillar e intentar paralizar la contestaci¨®n. Es l¨®gico que tanta insensatez vaya convirtiendo la desafecci¨®n en ganas de un divorcio con la Espa?a actual. Tanto en Catalu?a como en el resto de Espa?a.
En lo que m¨¢s se parece Catalu?a al resto de Espa?a es en su grado de malestar
El soberanismo, con su tendencia hacia el solipsismo, complica una soluci¨®n compartida; pero en sus reivindicaciones tambi¨¦n se?ala gran parte del camino. Insta a una nueva configuraci¨®n de las instituciones y un reparto moderno de la soberan¨ªa ¡ªadaptado a la nueva realidad europea¡ª para lograr una democracia de mayor calidad. Supone una enmienda a la totalidad al marco constitucional. Requiere de una legitimaci¨®n en positivo, porque no permite que se siga leyendo fen¨®menos como el silencio o el abstencionismo como apoyos t¨¢citos al statu quo.
Es urgente no solo escuchar las leg¨ªtimas reivindicaciones que surgen de Catalu?a con cada vez m¨¢s intensidad, sino tambi¨¦n generar respuestas. Por una cuesti¨®n b¨¢sica de respeto y porque es tambi¨¦n una doble necesidad progresista. En primer lugar, mientras la agenda p¨²blica catalana se centre en el proceso ser¨¢ casi imposible constituir Gobiernos progresistas, tanto en Catalu?a como en Espa?a. Si se pretende recomponer mayor¨ªas de progreso, es obligatorio resolver el encaje territorial y nacional. Los partidos de derechas y regionalista son los principales beneficiados del bloqueo actual.
Segundo, y aunque pueda sorprender, el federalismo es un mecanismo que nos permite mejorar y defender los servicios p¨²blicos, cuya sostenibilidad depende de una reforma fiscal (opuesta a la contrarreforma actual del PP) que nos acerque a la media contributiva europea. Tal reforma deber¨ªa equilibrar la carga impositiva sobre capital y trabajo y reducir significativamente el fraude fiscal. Pero para evitar la competencia desleal, la ¨²nica v¨ªa factible es un federalismo cooperativo; tanto en Espa?a como en la UE.
El federalismo, que aporta elementos de reconocimiento y calidad democr¨¢tica que pueden interesar a todos, es necesario pero no suficiente. Para conseguir el respaldo de amplias mayor¨ªas en Espa?a y Catalu?a, cualquier reforma de la Constituci¨®n tendr¨¢ que tener tambi¨¦n en cuenta otras demandas. Como se vio en el caso de Quebec, una reforma global tiene m¨¢s posibilidades de ¨¦xito que una reforma parcial.
El abanico de cuestiones constitucionales pendientes de abordar es amplio: desde cl¨¢sicos como la jefatura del Estado o la relaci¨®n entre el Estado y la Iglesia, pasando por nuevos temas como los derechos digitales y el derecho a la privacidad; la reforma de la justicia y la modernizaci¨®n de la Administraci¨®n p¨²blica; la constitucionalizaci¨®n de los derechos sociales y los modelos electorales, educativos y energ¨¦ticos. La gran virtud de un proceso de reforma constitucional es que todo el mundo est¨¢ en su derecho de intentar marcar la agenda. No interesa que sea patrimonio de nadie, ni de ning¨²n cartel de partidos. Tampoco es factible una reforma de la Constituci¨®n en profundidad hecha exclusivamente desde el bipartidismo.
Se dec¨ªa del Earl of Liverpool, primer ministro brit¨¢nico de a?o, que era tan conservador que se hubiera opuesto a la creaci¨®n para preservar el caos. Habr¨¢ inspirado a la derecha espa?ola, la m¨¢s enrocada de toda Europa. Quienes afirman que el PP actual es imprescindible acaban siendo convertidos en sus rehenes. No se puede llegar a ning¨²n sitio con quien se niega a moverse.
La coalici¨®n por el cambio tendr¨¢ que ser necesariamente algo m¨¢s plural y m¨¢s compleja. La paradoja del momento es que solo hay un programa de m¨¢ximos factible, que es buscar un acuerdo sobre el m¨ªnimo denominador com¨²n: cambiar la Constituci¨®n a trav¨¦s de unas Cortes constituyentes. En sociedades plurales como las nuestras, solo una coalici¨®n contra el inmovilismo puede llegar a ser suficientemente amplio como para lograr la necesaria supermayor¨ªa.
Por eso, la decisi¨®n m¨¢s importante que tendr¨¢n que tomar todas las fuerzas pol¨ªticas espa?olas es si quieren formar parte de una gran coalici¨®n para aguantar al viejo r¨¦gimen, o si quieren lanzar una gran coalici¨®n por el cambio de la Constituci¨®n. Se pueden detectar se?ales positivas, pese a que a algunos esto seguramente les est¨¦ provocando v¨¦rtigo. Pero para merecer la confianza se tiene que confiar. Tarde o temprano (y m¨¢s bien temprano) se tendr¨¢ que abrir este proceso, para que participe y debata la ciudadan¨ªa, para acabar votando.
David Lizoain es economista.
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