Locales, urnas y panderetas
El Gobierno act¨²a a favor de una parte de la ciudadan¨ªa y en contra de la otra, y pierde la neutralidad que le es exigible
Habr¨¢ locales, urnas y papeletas, dijo el president en su comparecencia del martes pasado. As¨ª que ya sabemos lo que se prepara para el 9-N: locales abiertos, urnas de cart¨®n y montones de papeletas con la inefable doble pregunta encadenada. Ninguna sorpresa. En este pa¨ªs llevamos meses machacando con que democracia es votar. Punto. Qu¨¦ se vote, qui¨¦n vote, bajo qu¨¦ amparo legal y c¨®mo se ejerza ese derecho parecen ser cuestiones irrelevantes. Aqu¨ª se trata de votar, aunque la forma de hacerlo recuerde m¨¢s la charanga y pandereta que se suele atribuir a Espa?a que la seriedad y la feina ben feta con las que nos solemos autorrepresentar los catalanes.
La nueva jugada de Artur Mas deja algunos mensajes inquietantes. El primero, evidentemente, es su concepci¨®n de la democracia. Prescindir de los procedimientos y las garant¨ªas de control y transparencia propios de los procesos electorales democr¨¢ticos dignos de ese nombre con el solo objetivo de colocar las urnas y que se vote nos acerca peligrosamente a los pa¨ªses que usan urnas y votos para sustentar a los s¨¢trapas que los gobiernan.
Ciertamente, el mismo Artur Mas ha dicho que el resultado (?pod¨ªa ser de otra manera?) no tendr¨¢ validez jur¨ªdica, pero hay poca duda de que tendr¨¢ efectos pol¨ªticos, y puede que de notable importancia. A nadie se le oculta (aunque el president s¨ª hace todo lo posible por camuflarlo) que no estamos ante una verdadera consulta ni ante un acto realmente electoral. Lo que se ha puesto en marcha es, simplemente, una nueva acci¨®n de propaganda y agitaci¨®n pol¨ªtica, una continuaci¨®n de la V por nuevas v¨ªas.
Y ese es el segundo mensaje inquietante que se nos ha enviado. Hasta ahora se hab¨ªa procurado aparentar (porque era solo apariencia) que la movilizaci¨®n soberanista de los ¨²ltimos a?os surg¨ªa de la base, del pueblo, y era canalizada por la llamada sociedad civil, materializada en la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y ?mnium Cultural. En esa interpretaci¨®n, los dirigentes pol¨ªticos, y muy especialmente el Gobierno convergente, no ten¨ªan nada que ver con el impulso de la movilizaci¨®n, limit¨¢ndose a seguir los pasos que el pueblo ordenaba. Hasta el punto de que, cuando se planteaba la posibilidad de desobedecer al Tribunal Constitucional, se arg¨¹¨ªa que, de hacerlo, no se estar¨ªa realmente ante un acto de desobendiencia a las leyes sino de obediencia a lo que el pueblo catal¨¢n hab¨ªa decidido.
Ahora ya no hace falta seguir disimulando. La campa?a de propaganda y agitaci¨®n pasa directamente al Gobierno de la Generalitat
Ahora ya no hace falta seguir disimulando. La campa?a de propaganda y agitaci¨®n pasa directamente al Gobiernode la Generalitat. Lo que organizado por la ANC ser¨ªa una convocatoria leg¨ªtima de ejercicio de los derechos civiles, orquestado por el Gobierno pasa a ser un acto de divisi¨®n de la sociedad catalana.
El Gobierno act¨²a a favor de una parte de la ciudadan¨ªa y en contra de la otra. Pierde la neutralidad exigible a la Administraci¨®n en cualquier acci¨®n que tenga que ver con la manifestaci¨®n de la voluntad de los ciudadanos mediante el voto. Y, lo que no es menos grave, pone los recursos p¨²blicos (es decir, los impuestos de todos) al servicio de una causa partidista. Con la (no)convocatoria del nuevo 9-N, el Gobierno rompe las reglas del juego y, de paso, deja en evidencia a quienes ingenuamente (o no) lo han acompa?ado durante estos ¨²ltimos meses.
Algunas fuerzas pol¨ªticas descubren ahora que han sido utilizadas. Que Artur Mas utiliza medias verdades que acaban siendo mentiras. Que el president jam¨¢s se plante¨® seriamente poner las urnas de verdad el 9 de noviembre; que todo era una estrategia para dotar de transversalidad al proceso, reforzar su figura, capear el malestar social por los brutales recortes que su Gobierno viene aplicando desde 2010, y, llegado el momento, plantear un tr¨¢gala a sus socios en el que todos pierden menos ¨¦l y su partido.
ICV-EUiA y la CUP han quedado en absoluta evidencia, mientras que ERC se ve ahora en la tesitura de tener que escoger entre retirarle el apoyo parlamentario (d¨¢ndole a Mas la excusa para apoyarse en otras fuerzas para acabar la legislatura) o aceptar a rega?adientes la Gran Lista Patri¨®tica con la que Mas salvar¨ªa su carrera, mantendr¨ªa la presidencia, atajar¨ªa la sangr¨ªa electoral de su partido y evitar¨ªa el sorpasso republicano.
Que su socio de Gobierno y l¨ªder de la oposici¨®n tenga que tragar quina no es algo que nos preocupe a muchos. S¨ª lo hace ver el triste papel de los dirigentes de una fuerza que se dice heredera del partido que represent¨® el antifranquismo y el catalanismo m¨¢s transversal y popular. El batacazo que les vaticinan las encuestas seguramente no es ajeno a esa percepci¨®n y al hecho de que muchos de sus electores no hayan entendido su presencia en determinadas fotos. Falta de est¨¦tica, sin duda. Pero no solo eso.
Francisco Morente es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la UAB
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