Jo, qu¨¦ noche
Kavafis, Pessoa y Kafka evocados en estos d¨ªas de enredo pol¨ªtico y ma?anas impredecibles
Este enredo que han montado los separatistas, pensaba yo anoche, viendo la tele, no s¨¦ d¨®nde nos llevar¨¢ a parar. ?No s¨¦ lo que pasar¨¢! ?El porvenir es inc¨®gnito! Y entonces me acord¨¦ de que en ingl¨¦s se podr¨ªa decir lo mismo con esta bonita expresi¨®n: "I don't know what tomorrow will bring": no s¨¦ lo que ma?ana traer¨¢, que fueron exactamente las ¨²ltimas palabras que escribi¨® Fernando Pessoa, justamente la v¨ªspera de su muerte.
"I don't know what tomorrow will bring".
Elegante y pessoana manera de apuntar la m¨¢xima incertidumbre sobre el futuro inmediato¡
Supongo que me acord¨¦ de la frase de Pessoa porque ¨¦ste fue un hombre en muchos aspectos parecido a Kavafis (y un poco tambi¨¦n a Kafka. Kavafis 1863-1933; Pessoa, 1888-1935; Kafka, 1883-1924. Tres grandes escritores de fino esp¨ªritu, de po¨¦tica intelectual, adelantados de la modernidad, que viv¨ªan en tres ciudades perif¨¦ricas: Alejandr¨ªa, Lisboa, Praga; en la vida civil, oficinistas desapegados pero muy pundonorosos y competentes; solterones de vida amorosa nada usual; en lo indumentario, extremadamente atildados¡).
Y precisamente ten¨ªa delante de m¨ª, en la mesita, Vida de Kavafis, un libro que soy la primera y, hasta la semana que viene, ¨²nica persona en toda Espa?a que lo posee. Es obra de un erudito llamado Miguel Castillo Didier y me lo hab¨ªa enviado esa misma tarde la editorial de la chilena Universidad Diego Portales, que a veces me env¨ªa libros raros e interesantes.
En la pantalla del televisor se desarrollaba una tertulia entre Llu¨ªs Bassets (director de estas p¨¢ginas y autor de La gran verg¨¹enza, ascenso y ca¨ªda del mito de Jordi Pujol), M¨¤rius Carol (director de La Vanguardia), Mannuel Cuy¨¤s (autor negro de una laboriosa autobiograf¨ªa de Pujol infortunadamente un poco desfasada por revelaciones ulteriores), y otros cuyos nombres no retuve. Yo ahora dir¨ªa que el m¨¢s inteligente era Bassets, pero no lo dir¨¦, no, porque alg¨²n malpensado que no me conozca podr¨ªa decir que soy un pelota. Estuve escuch¨¢ndoles un buen rato, a ver si me enteraba de qu¨¦ va a pasar, pero al final tuve que repetirme:
"I don't know what tomorrow will bring".
(Esta frase p¨®stuma de Pessoa viene a ser parecida a la que hab¨ªa que pronunciar cuando, de ni?o, jugando al Monopoly, te tocaba levantar una carta del mazo de la "Suerte": ritualmente exclamabas: "?Suerte! ?Qu¨¦ me deparar¨¢ la suerte?". Seg¨²n las instrucciones, si te olvidabas de decirlo perd¨ªas el turno.)
Acabado el debate me dije: "Bueno, como lo que puede pasar ma?ana es impredecible, hoy voy a leer, hasta bien entrada la madrugada, la biograf¨ªa de Kavafis". Y es que este poeta me encantaba de joven (a toda mi generaci¨®n nos gustaba) y recientemente compr¨¦ otra vez sus poes¨ªas en una nueva traducci¨®n. Del ma?ana no sabr¨¦ gran cosa, pens¨¦, pero los versos de Kavafis s¨ª me los s¨¦, y de su vida me voy a enterar hasta la ¨²ltima coma gracias a Castillo Didier.
Pero antes de ponerme a leer zape¨¦ un poco y qued¨¦ enganchado en un documental sobre Maks Luburic, que durante la Segunda Guerra Mundial dirigi¨® los campos de exterminio del Estado croata (t¨ªtere de la Alemania nazi), donde se complac¨ªa en matar con sus propias manos a jud¨ªos y serbios. Era un psic¨®pata. Despu¨¦s de la guerra escap¨® y al amparo del r¨¦gimen franquista, bajo el alias de Vicente Garc¨ªa, se domicili¨® en Carcagente (ahora Carcaixent, Valencia), donde publicaba una revista titulada Drina que era una delicia tipogr¨¢fica.
Siempre me fascin¨®, y cada d¨ªa me fascina m¨¢s, la simultaneidad, m¨¢s habitual de lo que solemos creer, de refinamiento est¨¦tico y podredumbre moral. El esti¨¦rcol del alma abona flores finas, de aromas "ayant l'expansion des choses infinies".
Luburic fue asesinado en 1969 por un agente del mariscal Tito llamado Ilija Stanic, que se le hab¨ªa ofrecido como secretario: un caso del estilo Ram¨®n Mercader-Trotski. En recompensa al sicario, Tito le recibi¨® como a un h¨¦roe, le proporcion¨® un buen empleo y le regal¨® una mansi¨®n en el barrio m¨¢s chic de Belgrado; y tambi¨¦n le regal¨® "el primer BMW serie 2002 ci que lleg¨® a Yugoslavia", como cada vez que le entrevistan repite Stanic, que sigue bien de salud, vive en Sarajevo y tiene el aspecto de un p¨¢nfilo que nunca ha roto un plato¡
Viendo el reportaje me acord¨¦ de Franjo Tudjman, el caudillo nacionalista croata, al que entrevist¨¦ en su despacho hace 25 a?os, cuando acababa de ganar por mayor¨ªa absoluta las elecciones. ?Qu¨¦ piensa usted hacer ma?ana?, le pregunt¨¦. Proclamar la independencia, respondi¨®. Pero eso significa la guerra civil, ?se da usted cuenta?, objet¨¦. Se puso como una hidra y empez¨® a gritar que Europa les ayudar¨ªa, que la democracia, la voluntad del pueblo croata, etc. etc. Es una de las personas m¨¢s desagradables a las que he conocido nunca. Brrrrr.
Por fin apagu¨¦ la tele y abr¨ª la Vida de Kavafis. Siguieron horas maravillosas, evasivas¡ Era noche cerrada, no se o¨ªa nada. Dec¨ªa Kavafis: ¡°Cuando uno est¨¢ solo en una habitaci¨®n silenciosa escucha claramente el tictac del reloj¡¡±. Tend¨ª el o¨ªdo y o¨ª claramente, no ya en el m¨ªo sino en el suyo, en el reloj de pulsera de Kavafis, el armonioso tictac, tictac, tictac¡
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