Tras la semilla castiza
Asociaciones y organizaciones se empe?an en recuperar, conservar y poner en las tiendas especies vegetales tradicionales de Madrid
Cuando una semilla se extingue, la especie que produc¨ªa deja de existir para siempre. No hay forma de recuperarla. Pero en algunos casos ¡ªen el mejor de los supuestos¡ª, puede suceder que la simiente no haya desaparecido, simplemente se pierda, o haya ca¨ªdo en desuso, y alg¨²n agricultor en alg¨²n rinc¨®n escondido de la huerta todav¨ªa conserve un pu?ado.
En Madrid, tierra f¨¦rtil y tradicionalmente hort¨ªcola, han sido muchas las variedades que se han perdido con el paso del tiempo. Sin embargo, gracias a las investigaciones desarrolladas en los ¨²ltimos a?os por el Instituto Madrile?o para la Investigaci¨®n y el Desarrollo Rural Agrario y Alimentario (IMIDRA) dependiente del gobierno regional, se han logrado recuperar algunas. En su banco de semillas, guardan con mimo 167 variedades de simientes castizas madrile?as, rescatadas de un olvido tan prolongado que las podr¨ªa haber llevado a la extinci¨®n.
Ajos de Chinch¨®n, acelgas de Fuenlabrada, melones de Villaconejos, tomates de Aranjuez¡ La variedad de la huerta madrile?a es extens¨ªsima y, sin embargo, muy desconocida para el p¨²blico, que no sabe que puede comer productos frescos reci¨¦n recolectados de las huertas que est¨¢n a pocos kil¨®metros.
El IMIDRA lleva casi dos d¨¦cadas buscando, catalogando y conservando semillas aut¨®ctonas. ¡°Detectamos la necesidad cuando descubrimos que las jud¨ªas que se vend¨ªan en los mercados eran de procedencia extranjera¡±, cuenta F¨¦lix Cabello, director del departamento de investigaci¨®n agroalimentaria del instituto. Ese hallazgo marc¨® un antes y un despu¨¦s en la conservaci¨®n de las semillas locales. Desde ese momento, comenzaron una b¨²squeda intensiva de simientes castizas por las huertas de Madrid.
¡°?Cu¨¢l es su origen?¡± Esta era la sencilla pregunta que hac¨ªan los investigadores de IMIDRA a los agricultores. Cuando estos respond¨ªan ¡°de aqu¨ª, de toda la vida¡±, ped¨ªan una muestra y la llevaban al laboratorio para estudiarla, plantarla y, en caso de que fuera ind¨ªgena, conservarla. Adem¨¢s, realizan cientos de catas para determinar cu¨¢les son las mejores variedades, las que mejor se adaptan, las m¨¢s nutritivas y sabrosas. ¡°Este a?o nos hemos centrado en estudiar las acelgas, las lechugas, el pimiento y la cebolla madrile?as para determinar qu¨¦ variedades son las mejores¡±, revela Cabello.
Pero no solo los cient¨ªficos se han ocupado de conservar esta riqueza gen¨¦tica tradicional de Madrid. Con los a?os y la concienciaci¨®n medioambiental y alimentaria, han aparecido muchos bancos de semillas alternativos que no solo conservan sus simientes, tambi¨¦n las intercambian.
Uno de los m¨¢s antiguos es La Troje, una Asociaci¨®n creada para la recuperaci¨®n de variedades locales de hort¨ªcolas y frutales de la Sierra Norte madrile?a. Llevan 12 a?os trabajando en la conservaci¨®n de semillas y han logrado recuperar 21 tipos de jud¨ªas tradicionales y 73 de frutales, entre manzanos, perales, cerezos y ciruelos. ¡°Del resto de cultivos hay menos diversidad, pero aun as¨ª hemos conseguido unas 28 variedades de hortalizas entre tomates, lechugas, pimientos, calabacines, pepinos¡, as¨ª como adaptar en un proceso m¨ªnimo de cinco a?os alrededor de 30 variedades diferentes de otras plantas¡±, explican desde la asociaci¨®n.
Cuidando de lo propio
La Troje.?Asociaci¨®n para recuperar y revalorizar las variedades locales.
Ecosecha. Cooperativa de producci¨®n ecol¨®gica certificada, que ofrece productos hort¨ªcolas de temporada.
Yo compro sano. Asociaci¨®n de productores y consumidores para fomentar la compra directa, sin intermediarios.
Como IMIDRA, lo han hecho visitando a los hortelanos de los pueblos, principalmente, personas mayores que han sido los verdaderos guardianes de las semillas castizas. ¡°Ellos y ellas son los que voluntariamente nos han dado simientes y transmitido la informaci¨®n asociada a cada variedad que cultivan¡±, dicen agradecidos.
En pleno centro de la ciudad, en la zona de Legazpi, hay otro banco de semillas que ya tiene historia. Lo cre¨® la cooperativa de agricultura ecol¨®gica Ecosecha en colaboraci¨®n con Intermediae, un espacio de producci¨®n de proyectos art¨ªsticos basado en la experimentaci¨®n y el aprendizaje compartidos que se centra en Matadero Madrid. Ese espacio cultural los acogi¨® y all¨ª, todos los primeros jueves de cada mes, organizadores y asistentes convierten el terrario en una especie de mercadillo de trueque, en el que las semillas entran y salen de sus cajas.
¡°Todo surgi¨® porque no quer¨ªamos tener semillas propietarias, es decir, compradas de empresas que hacen de ellas un negocio¡±, explica Javier P¨¦rez, cooperativista de Ecosecha en el terrario de Matadero. Tras guardar cuidadosamente las simientes, P¨¦rez se queja de que les obligan a comprarlas. ¡°Al ser productores ecol¨®gicos no podemos compartirlas ni nos las pueden dar nuestro vecino si queremos que lleve el sello verde de la UE¡±, lamenta.
Es otra de las razones por las que montaron el banco. Todo el producto que tienen es ecol¨®gico y los que se meten en esto de nuevas lo tienen m¨¢s f¨¢cil a la hora de conseguir semillas. ¡°No como nosotros cuando empezamos¡±, recuerda.
Ecosecha, La Troje e IMIDRA colaboran juntos en esta labor de recuperaci¨®n. Los primeros son ecol¨®gicos, los ¨²ltimos no. ¡°Les pedimos simientes aut¨®ctonas al IMIDRA, las plantamos y, al a?o, sacamos nuestra propia semilla ya ecol¨®gica¡±, cuenta P¨¦rez.
Para ¨¦l, que sean o no originarias de Madrid no es imprescindible, aunque s¨ª deseable. Adem¨¢s las fronteras no est¨¢n claras. Por ejemplo, los tomates no son estrictamente un producto aut¨®ctono, llegaron de Latinoam¨¦rica hace siglos y se adaptaron al suelo hasta considerarse una especie local. ¡°A veces los productos m¨¢s castizos no se venden. Por ejemplo, detectamos una variedad madrile?a de berenjena blanca que antiguamente se utilizaba para encurtidos. No funcion¨®¡±, apunta. Se?ala que el uso al que iba destinado se perdi¨® y, con ¨¦l, como una consecuencia da?ina, pero inevitable, la especie.
Para Laura Mart¨ªnez la materia prima tiene que tener salida comercial. No es para menos. Ella es propietaria del supermercado ecol¨®gico La Magdalena de Proust y est¨¢ asociada con Ecosecha. Todos los productos hort¨ªcolas que vende son de la huerta de esta cooperativa, ubicada en Rivas. ¡°Solo tenemos producto ecol¨®gico, propio y nacional, a poder ser de Madrid. Cuanto menos se desplace el producto m¨¢s fresco ser¨¢ y menos contaminar¨¢¡±, asegura Mart¨ªnez.
Aut¨®ctono, ecol¨®gico y de temporada. Esta es su filosof¨ªa, pero como P¨¦rez, se queja de las trabas que se encuentran si se trabaja en el producto ecol¨®gico. ¡°Es car¨ªsimo. Tienen que analizar las semillas, la tierra, la verdura¡ Si todo est¨¢ correcto le ponen el sello¡±, explica y advierte que los que no lo tengan no pueden garantizar que sea org¨¢nico. ¡°Con esta nueva moda hay mucho fraude¡±, lamenta.
A Olivier Quero, socio fundador del grupo de consumo Yo compro sano, le parece m¨¢s importante que los productos sean de procedencia local que ecol¨®gicos. Seg¨²n dice, es la mayor garant¨ªa de frescura y de que el impacto medioambiental ser¨¢ m¨ªnimo. ¡°No nos damos cuenta de que nuestros h¨¢bitos de consumo tienen un efecto directo con la econom¨ªa de nuestro entorno¡±, alerta Quero.
Generar tejido empresarial, riqueza, crecimiento local. ¡°Todo esto se consigue a trav¨¦s del comercio justo, responsable y aut¨®ctono. ?No es mejor comer productos madrile?os que otros exportados?¡± pregunta. Y sentencia: ¡°Hay que darse cuenta de que el dinero invertido en Madrid se queda en Madrid¡±.
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