Matar al mensajero Podemos
La cuesti¨®n no es la Transici¨®n, sino c¨®mo lograr un nuevo pacto que haga posible una sociedad democr¨¢tica digna de este nombre
La gran novedad de Podemos es que surgidos de movimientos sociales con alta carga antisistema han pasado r¨¢pidamente a disputar el poder pol¨ªtico a los partidos del sistema y con las reglas del sistema. Para decirlo con la palabra que han puesto de moda, la anticasta llama a la puerta de la casta, no tanto para echarla abajo como para disputarle el reparto del poder. Este paso, ins¨®lito en la pol¨ªtica posmoderna europea, genera desconcierto.
Obviamente inquieta al establecimiento pol¨ªtico y econ¨®mico, que contemplaba a los movimientos sociales acampando en las afueras del recinto pol¨ªtico institucional como algo inofensivo. El ¨¦xito de las movilizaciones contra los desahucios fue el primer susto, pero el Parlamento ya se encarg¨® de no traducir pol¨ªticamente lo que les lleg¨®. Pero sobre todo es interesante la incomprensi¨®n que se detecta entre las generaciones formadas en los mitos revolucionarios de los 60 pero tambi¨¦n en algunos sectores de los movimientos sociales de los que surgi¨® Podemos.
En los a?os setenta, los movimientos revolucionarios entraron en el tr¨¢gico impasse de la violencia como en la Italia de los a?os del plomo y la Alemania de la Baader Meinhof, o simplemente fueron desapareciendo de la escena. Muchos viejos militantes migraron hacia partidos de orden como eran ya aquel momento los comunistas europeos y la socialdemocracia. A algunos de estos les ha sorprendido que desde unos movimientos sociales se diera el paso directo y sin intermediarios a la pol¨ªtica institucional.
La irrupci¨®n de Podemos, como el soberanismo catal¨¢n y la corrupci¨®n, son s¨ªntomas de enfermedades profundas de una sociedad en que el pacto social se ha quebrado
Desde el otro lado, desde la cultura radical de los insensibles a las tentaciones del poder, de los que quieren cambiar la sociedad desde abajo, generando nuevas formas de convivencia y de relaci¨®n social, al salto de Podemos le persigue el fantasma de la traici¨®n, el miedo a que acaben comport¨¢ndose como los dem¨¢s, lo que genera una mezcla de complicidad y de compasi¨®n. De modo que el debate se acaba convirtiendo en una pugna entre los que temen que se convierta en casta, y que, una vez m¨¢s, la ilusi¨®n se derrumbe y la derrota se instale entre los progresistas; y los que est¨¢n deseando encontrar las primeras pistas que confirmen que ya van camino de ser casta, que, por tanto, pronto ser¨¢n de los nuestros, ya estar¨¢n neutralizados, se acab¨® el peligro.
La irrupci¨®n de Podemos, como el soberanismo catal¨¢n y como la corrupci¨®n, son s¨ªntomas de enfermedades profundas de una sociedad en que el pacto social se ha quebrado y de un r¨¦gimen pol¨ªtico agotado, que tiene a sus ¨®rganos vitales muy tocados. Algunos piensan que estos s¨ªntomas se podr¨ªan reducir con analg¨¦sicos fuertes y que descalificando a Podemos antes de que llegue, desarticulando al soberanismo con medidas constitucionales extremas y exhibiendo mano dura contra la corrupci¨®n con una exhibici¨®n de in¨²til arsenal legislativo, volver¨ªa la calma y lo esencial quedar¨ªa salvaguardado por unas cuantas d¨¦cadas m¨¢s. Pero, la enfermedad que estos s¨ªntomas revelan ya est¨¢ en las pantallas no s¨®lo de los presuntos m¨¦dicos si no de todos los ciudadanos. Y cada vez ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil tratar de entretener al personal con los s¨ªntomas para que no se vean los tumores.
Las preguntas est¨¢n en la calle. ?Es posible recomponer el pacto social para acabar con la fractura de la desigualdad y avanzar hacia una pol¨ªtica fiscal eficazmente redistributiva? ?Es posible abrir el sistema pol¨ªtico de modo que dos partidos no gocen de un poder casi absoluto sobre un entramado institucional en que todos los sistemas de control est¨¢n bajo su tutela? ?Es posible seguir hablando de democracia cuando las decisiones pol¨ªticas se toman en funci¨®n de los movimientos de los mercados y la opini¨®n de los ciudadanos queda limitada al voto cada cuatro a?os? ?Es posible que la pol¨ªtica y la ley sean realmente los instrumentos para defender los intereses de los ciudadanos que no tienen poder?
Estas son las cuestiones que hay que afrontar si se quiere realmente reformar un r¨¦gimen gastado, como propone Pedro S¨¢nchez. El debate no es en torno al pacto de la Transici¨®n. El debate es c¨®mo lograr un nuevo pacto que permita reconstruir el r¨¦gimen pol¨ªtico para hacer posible una sociedad democr¨¢tica digna de este nombre para los pr¨®ximos 30 a?os. Y para ello es imprescindible abrir el candado con que PSOE y PP y sus colaboradores perif¨¦ricos, CiU entre ellos, han ido cerrando el r¨¦gimen hasta asfixiarlo. El PP est¨¢ instalado en el inmovilismo, el PSOE quiere reformar y Podemos, desde un punto de vista, y el soberanismo desde otro, buscan ciertas rupturas.
No es un debate muy distinto del de la Transici¨®n. Por eso muchos comparan el recorrido de Podemos con el del PSOE de Felipe Gonz¨¢lez. En cualquier caso, es un debate excelente para las pr¨®ximas elecciones generales, en un tiempo en que la utop¨ªa ha cambiado de bando, el dinero cree que no hay l¨ªmites y que todo le est¨¢ permitido, en este Jauja llamado globalizaci¨®n, y los que vienen de la radicalidad, en cambio, buscan medidas concretas para salvar la fundamental: la dignidad de las personas y sus condiciones de vida. Pero de momento, lo que prima es la prisa de PP y PSOE por matar al mensajero Podemos.
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