La naci¨®n estrecha
El marco mental que se ha impuesto es el de una Espa?a excluyente que exige para Madrid el monopolio de todos los poderes
Con pocas fechas de diferencia, dos organizaciones de inequ¨ªvoca filiaci¨®n antiindependentista han coincidido en se?alar ¡ªtal vez involuntariamente¡ª uno de los factores que, a mi juicio, m¨¢s han contribuido a poner las relaciones Catalu?a-Espa?a en la cr¨ªtica situaci¨®n presente. El pasado d¨ªa 12, en Madrid, el presidente de Sociedad Civil Catalana (SCC), Josep Ramon Bosch, fue el ponente de un desayuno informativo organizado por Nueva Econom¨ªa Forum; y en el curso de esa comparecencia propuso como algo razonable e incluso ¡°necesario¡± el traslado a Barcelona de alguna alta instituci¨®n del Estado, por ejemplo ¡ªdijo¡ª el Senado o el Tribunal Constitucional.
Cuatro d¨ªas despu¨¦s, el domingo 16, EL PA?S informaba del aparente bloqueo de las conversaciones entre UPyD y Ciudadanos de cara a suscribir un pacto electoral; subrayaba que los de Rosa D¨ªez reprochan a los de Albert Rivera no tener ¡°un proyecto nacional¡±; y pon¨ªa en boca de un miembro de Ciudadanos la siguiente r¨¦plica: ¡°Somos un partido nacional con sede en Barcelona, ?o es que Barcelona no est¨¢ en Espa?a?¡±
Pues no; a los efectos de la concepci¨®n del poder y de su asentamiento territorial que caracterizan al establishment, la ¨¦lite o la casta usufructuaria del Estado, Barcelona no est¨¢ en Espa?a. No debe de ser fortuito que, en dos siglos, no haya existido jam¨¢s una organizaci¨®n pol¨ªtico-social relevante de ¨¢mbito espa?ol cuya direcci¨®n estuviera domiciliada en Barcelona. El PSOE fue fundado p¨²blicamente en 1888 en la capital catalana ¡ªque es donde se concentraban a la saz¨®n los obreros fabriles¡ª, pero su n¨²cleo rector ven¨ªa de las orillas del Manzanares, y a ellas regres¨® r¨¢pidamente. Nacida en la misma ocasi¨®n, la UGT mantuvo voluntariosamente su Comit¨¦ Nacional en Barcelona hasta 1899, pero a la postre tuvo que rendirse a la evidencia estructural: s¨®lo es nacional-espa?ol aquello cuyo v¨¦rtice reside en Madrid. Ni siquiera la CNT escap¨®, al menos formalmente, a este axioma.
No debe de ser fortuito que, en dos siglos, no haya existido jam¨¢s una organizaci¨®n pol¨ªtico-social relevante de ¨¢mbito espa?ol domiciliada en Barcelona
Cuando, en el desayuno antes citado, el se?or Josep Ramon Bosch dijo lo de trasladar el Senado o el Constitucional a Barcelona, sus oyentes madrile?os no se echaron a re¨ªr, porque a esta clase de convocatorias suele acudir gente fina y educada. Pero, en silencio, sin duda pensaban: ¡°?Vaya, otro catal¨¢n iluso proponiendo fantas¨ªas! Y mira que este parec¨ªa de los nuestros...¡±.
Otro, porque est¨¢ en la memoria de todos que el primero en sugerir la mudanza del Senado a Barcelona fue, tres lustros atr¨¢s, aquel Pasqual Maragall que defend¨ªa una Espa?a en red, y la co-capitalidad, y el federalismo asim¨¦trico... ¡°Bah, maragalladas¡±, sentenci¨® ya entonces el establishment. ?C¨®mo podr¨ªan los doce magistrados del Tribunal Constitucional, o los dos centenares y medio de senadores, ejercer como tales lejos de Madrid, sin la posibilidad de frecuentar cada noche a ministros y subsecretarios y jueces del Supremo y directores de diario y grandes empresarios; sin poder acudir cada dos semanas al palco del Bernab¨¦u, la lonja de negocios de todas las Espa?as; sin gozar de unos ¨¢mbitos de sociabilidad elitista de los que las ¡°provincias¡± (Barcelona inclu¨ªda) carecen por completo?
Hasta hoy, el ¨²nico y modesto intento de trasladar desde Madrid a Barcelona un alto organismo p¨²blico con jurisdicci¨®n sobre todo el Estado lo promovi¨® Jos¨¦ Montilla durante su etapa como ministro de Industria (2004-2006) y tuvo por protagonista la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT). La resistencia al desplazamiento fue numantina, el entonces director del ente habl¨® de ¡°deportaci¨®n¡± y los funcionarios afectados pusieron todas las pegas y exigieron todas las contraprestaciones imaginables, en una larga guerra de desgaste. Menos de una d¨¦cada despu¨¦s, el aparato estatal ha digerido y metabolizado aquella intolerable ruptura de la l¨®gica ancestral que lo preside: desde octubre de 2013, la CMT qued¨® integrada dentro de la nueva Comisi¨®n Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), cuya sede se encuentra en la madrile?a calle de Alcal¨¢. D¨®nde si no.
Tal es el marco mental dentro del que se viene ejerciendo el poder en Espa?a al menos desde la creaci¨®n del Estado unitario, hace tres siglos. Ese marco mental que expres¨® a finales de 2005 con inusual franqueza la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando ¡ªa ra¨ªz de la OPA lanzada por Gas Natural sobre Endesa¡ª deplor¨® que la sede de esta ¨²ltima compa?¨ªa pudiese ser trasladada ¡°fuera del territorio nacional¡±, es decir, a Barcelona. Fue el mismo momento en que no se sabe bien si la propia Aguirre, Miguel Arias Ca?ete o Manuel Pizarro ¡ªtres miembros conspicuos de la ¨¦lite, en todo caso¡ª dijo aquello de ¡°antes alemana que catalana¡±.
Esta concepci¨®n estrecha, reductiva y excluyente de Espa?a y de lo nacional-espa?ol, esta tendencia del Madrid oficial al monopolio ¡ªno a la primac¨ªa, sino al monopolio¡ª de todos los poderes y a la provincianizaci¨®n del resto del territorio, ha contribu¨ªdo enormemente a laminar aquel catalanismo de tradici¨®n hisp¨¢nica que hoy muchos dicen a?orar. En 2014 como en tiempos de Felipe IV sigue siendo verdad dogm¨¢tica que ¡°s¨®lo Madrid es corte¡±.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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