Rugidos en un soleado domingo
El drama en el recinto de los leones marca la jornada festiva en el zoo
La hiena se paseaba inquieta. Iba de un lado a otro de su recinto, enfrente del de los leones. Sab¨ªa que hab¨ªa ocurrido algo. Unos rugidos poderosos, guturales, profundos, brotaban incesantemente de la zona de los leones llenando la tarde del domingo de una atm¨®sfera salvaje, pavorosa. Decenas de personas pasaban ante la hiena e, igualmente curiosas, se deten¨ªan para ver qu¨¦ suced¨ªa en el recinto donde se hab¨ªa producido el ataque. Con el ¨¢rea acordonada, era un buen punto de observaci¨®n. M¨¢s all¨¢ de un parterre, pod¨ªa verse a dos mossos y a varios t¨¦cnicos del zoo. El ambiente entre los visitantes era expectante y proclive a la comunicaci¨®n, como suele ocurrir entre la gente ante los accidentes y las desgracias. Y ni te digo ante los ataques de leones. Por un rato el zoo era el Tsavo, los predios de los famosos devoradores de hombres sin melena. La informaci¨®n circulaba, cuajada de rumores, fantas¨ªa y sobresaltos. "A ver Paco, ?qu¨¦ se ve?", "se ha ca¨ªdo un hombre", "no, no, que se ha tirado", "ha pasado un le¨®n con una bota en la boca", "no han dejado nada del pobre", "que no, que est¨¢ en el hospital", "pues a m¨ª me han dicho¡", "?Johnatan, que te bajes de ah¨ª!".
Desde el vecino recinto del tapir hab¨ªa tambi¨¦n buenas vistas. Un tipo trataba de hacer fotos con el m¨®vil encaramado en la valla. Est¨¢bamos de leones, pero el tapir no es para nada inofensivo: en 1998, una hembra del zoo de Oklahoma atac¨® a la cuidadora caus¨¢ndole laceraciones en la cara, una perforaci¨®n de pulm¨®n y la p¨¦rdida del brazo izquierdo.
Pudimos observar a lo lejos a una de las leonas, su piel parda y sus movimientos el¨¢sticos. La atrajeron moviendo un palo desde una abertura en la parte alta de la instalaci¨®n, se acerc¨® curiosa, meti¨® la cabeza y sali¨® con un trozo de carne roja entre las fauces ¡ªaqu¨ª todos nos miramos sin decir palabra¡ª. Luego volvi¨® a entrar y desapareci¨® por la portezuela. Libre de leones la instalaci¨®n, un t¨¦cnico se meti¨® y baj¨® al foso, donde se hab¨ªa desarrollado poco antes la mayor parte del drama.
Hab¨ªa expectaci¨®n tras el ¨¢rea acordonada, junto a las hienas
Las reacciones de los felinos cautivos ante los humanos que invaden su espacio pueden ser muy extra?as, aunque suelen acabar en tragedia. Los expertos consideran a los grandes felinos acostumbrados a la gente el doble de peligrosos que los que viven en libertad. El pasado septiembre, un joven perturbado se lanz¨® a la instalaci¨®n de un tigre blanco en el zoo de Nueva Delhi. El tigre estuvo largo rato ante el chico ¡ªque permanec¨ªa acuclillado¡ª, mir¨¢ndolo y sin atacarlo, hasta que se lanz¨® sobre ¨¦l y lo mat¨®.
Ante un gran felino se recomienda no hacer movimientos bruscos, no tratar de huir ¡ªlo que desata inmediatamente su instinto depredador¡ª , no mostrar miedo (!) y permanecer manteniendo contacto visual con el animal. Todo eso no siempre es posible.
A las 15.50 ayer en el zoo, el t¨¦cnico que se hab¨ªa metido en el foso lanz¨® una prenda sobre la hierba. Era la chaqueta de la v¨ªctima. Todos tragamos saliva. Qued¨® all¨ª tendida como un testimonio mudo y terrible de los hechos bajo la luz de la tarde que decrec¨ªa ti?endo de carmes¨ª las acacias. Por megafon¨ªa se informaba de que el cupo para el delfinario estaba completo.
La instalaci¨®n impide salir a las fieras pero no que alguien entre
El recinto de los leones es seguro a la hora de impedir que escapen las fieras, pero no garantiza que si alguien quiere entrar, ech¨¢ndole voluntad, no pueda hacerlo. Tambi¨¦n es cierto que no parece que haya mucha gente dispuesta a ello. "En este tipo de instalaci¨®n el animal no saldr¨¢, pero si alguien se empe?a puede entrar", explica junto al recinto Ignasi Armengol, director general de Barcelona Serveis Municipals, que gestiona el zoo. "Hay una frontera entre visualizar al animal lo m¨¢s natural posible y la seguridad, el riesgo de que alguien pueda entrar en la instalaci¨®n", se?ala. El zoo de Barcelona hab¨ªa tenido suerte hasta el momento en ese aspecto, pero en otros zool¨®gicos son recurrentes las noticias de gente que accede a los recintos de las fieras, a veces con intenciones suicidas. En el zoo de Melburne un hombre muri¨® al entrar en la instalaci¨®n de los leones con el vano prop¨®sito de enfrentarse a uno haciendo kungf¨². En el de Anchorage, el oso polar Binky atac¨® a una turista que escal¨® las verjas para sacar una foto y luego a un adolescente borracho que quer¨ªa nadar en su piscina. En el zoo barcelon¨¦s lo que se ha producido epis¨®dicamente son fugas: los lobos, un chimpanc¨¦ una noche, un ant¨ªlope y el paseo que dio una vez Copito de Nieve cuando alguien abri¨® su jaula.
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