Carlos Barral: ?contra Catalu?a?
Calafell rinde homenaje al poeta, escritor y editor en el 25 aniversario de su muerte mientras la cultura oficial lo ignora
Por los peri¨®dicos me entero de que la semana pasada se clausur¨® el A?o Carlos Barral, creo que organizado por el Ayuntamiento de Calafell, con motivo de los 25 a?os de su fallecimiento. Hasta ahora no tuve conocimiento de la celebraci¨®n del a?o Barral. De las conmemoraciones que suelen celebrarse sobre figuras destacadas por su personalidad, por el rastro que tras de s¨ª han dejado, uno suele enterarse cuando se inician. En el caso de Barral ha sido distinto: se ha dado a conocer el d¨ªa que terminaba. ?Por qu¨¦?
Carlos Barral, tan destacado en el mundo literario, era sin duda at¨ªpico, peculiar y original, en cierta manera ¨²nico. Y lo ha sido incluso en el homenaje que le han dedicado las autoridades del marinero pueblo de Calafell, en la provincia de Tarragona (no recuerdo el nombre de la comarca a que pertenece). Efectivamente, nos enteramos del d¨ªa final de la conmemoraci¨®n pero no del d¨ªa en que comenz¨®: algo realmente raro. Esperemos que los actos celebrados en su memoria, aunque sigilosos, hayan estado a la altura del personaje.
Barral lo merec¨ªa. Un pueblo como Calafell, ejemplo de los desastres urban¨ªsticos en la ¨¦poca del desarrollismo, fue puesto en el mapa literario por Carlos Barral, un tipo que invitaba a su peque?a y bell¨ªsima casa frente al mar, conservada con cari?o, esmero y sacrifico, a una pl¨¦yade de escritores, artistas y editores de todo el mundo. Calafell ha pasado a la historia de la literatura por Carlos Barral.
Calafell ha pasado a la historia de la literatura por Carlos Barral
No es Cadaqu¨¦s, ni Tossa, ni Sitges, para nada es un pueblo mono, como suele decirse, sino descaradamente horrible por su arquitectura, pero con una playa espl¨¦ndida, grande y c¨®moda, frente un cacho de mar envidiable y ya en su parte sur, cercana al vecino San Salvador, un rinc¨®n dotado de una tierna humanidad, con la casa de Carlos e Yvonne, el restaurante de Lucy y, algo m¨¢s abajo, el bar La Espineta, inolvidable, con la eficaz y estilosa Ivonnette esmer¨¢ndose tras la barra, sirviendo tequila al Cuervo mientras Pilar, Emilia, Fuen y Lola estaban dando un paseo frente al mar o jugando una partida de p¨®quer. Este es al menos mi recuerdo de unos a?os muy felices, ya lejanos, todav¨ªa entra?ables.
Pues bien, el Ayuntamiento de Calafell ha rendido homenaje al poeta, escritor y editor, pongan el orden que quieran, Carlos Barral. Quiz¨¢s un homenaje cutre a m¨¢s no poder, no lo s¨¦, no me enter¨¦, pero los representantes del municipio en algo le han reconocido y agradecido. Pero la cultura oficial catalana, con su conseller¨ªa al frente, lo ha ignorado y con raz¨®n: Barral no es cultura catalana, Barral es cultura espa?ola. No entra dentro de mis competencias, habr¨¢n dicho.
Barral no ten¨ªa la voluntad de ser catal¨¢n, ni siquiera sab¨ªa lo que esto significaba
No creo que las culturas tengan patria. La cultura es aquello que el hombre a?ade a la naturaleza. Como dijo alguien, aquello que no es naturaleza es cultura. La cultura, por tanto, la hacen los hombres, no los pa¨ªses, o las naciones o los estados, sean estos lo que sean. Pero nos hemos malacostumbrado a adjetivar la palabra cultura con una denominaci¨®n geogr¨¢fica: cultura catalana, cultura espa?ola, cultura francesa o japonesa. D¨¦moslo por bueno, en todo caso sirve a efectos pedag¨®gicos y administrativos.
Barral hab¨ªa nacido en Catalu?a, toda su vida la hab¨ªa pasado en Catalu?a, hablaba en castellano y en catal¨¢n, adem¨¢s de otras lenguas, su editorial estaba en Barcelona, era un editor conocido en toda Europa, promov¨ªa encuentros literarios, escrib¨ªa un castellano pero tambi¨¦n public¨® un libro en catal¨¢n sobre la costa de Catalu?a vista desde el mar, con prodigiosas fotograf¨ªas de Xavier Miserachs. ?Era catal¨¢n? No, porque no era de los nuestros. Adem¨¢s de todo lo anterior, Barral no ten¨ªa la voluntad de ser catal¨¢n, ni siquiera sab¨ªa lo que esto significaba, a m¨ª tambi¨¦n me pasa. Es catal¨¢n aquel que vive y trabaja en Catalu?a¡ y tiene la voluntad de ser catal¨¢n. Barral no cumpl¨ªa con esta ¨²ltima condici¨®n. ?Por qu¨¦ se le debe un homenaje, por qu¨¦ recordarlo, qu¨¦ aporta a la construcci¨®n nacional? Nada. Nadie debe pensar en ¨¦l.
Y, sin embargo, muchos en el mundo piensan en Carlos Barral, en su Biblioteca Breve, en sus tres vol¨²menes de memorias, incluso quiz¨¢s algunos entienden su poes¨ªa, tan cr¨ªptica. Muchos en el mundo piensan en su hospitalidad de gran se?or arruinado, en su colaboraci¨®n con los movimientos antifranquistas, en su gran cultura cl¨¢sica, moderna y contempor¨¢nea. Muchos en el mundo piensan en sus amigos de generaci¨®n literaria, en Castellet, en los hermanos Goytisolo, en Jaime Gil de Biedma, en Gabriel y Juan Ferrater, en Jaime Ferr¨¢n, incluso algunos recuerdan a Alfonso Costafreda y hasta a Jorge Folch. Pero por lo visto la Generalitat que nos gobierna olvida esta generaci¨®n porque su recuerdo no ayuda a la construcci¨®n nacional.
Pas¨® el a?o Barral y nosotros sin enterarnos. S¨®lo recordando que durante 300 a?os Espa?a ha sometido a Catalu?a. ?Qu¨¦ cosas! Quiz¨¢s Barral fue un opresor porque edit¨® en castellano.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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