Corruptos y part¨ªcipes
Un Jaguar en el garaje o un palacete deber¨ªan producir en quienes se benefician de ellos cierta curiosidad sobre su procedencia
Las noticias sobre la corrupci¨®n pol¨ªtica lo invaden todo. Hay corruptos por todas partes, de todas clases y dimensiones, desde el peque?o Nicol¨¢s hasta la familia real, desde veteranos l¨ªderes pol¨ªticos hist¨®ricos hasta pol¨ªticos locales p¨ªcaros y oportunistas. Defraudadores y falsarios, ladrones al fin, de guante y cuello m¨¢s o menos blanco. Nos abruma el aluvi¨®n de noticias sobre ingenier¨ªas financieras fraudulentas, artificios contables, cajas B, para¨ªsos fiscales, prescripciones y complicaciones jur¨ªdicas incomprensibles.
Como es l¨®gico, seg¨²n nuestras leyes, siempre est¨¢n obligados a devolver lo sustra¨ªdo todos los responsables de un robo, una estafa, cualquier sustracci¨®n, y tambi¨¦n los que se hayan beneficiado despu¨¦s ayudando a ocultar el fruto de la fechor¨ªa. Legalmente, siempre es obligatorio devolver lo robado. Sin embargo, la gente percibe la desmoralizante evidencia de que pr¨¢cticamente nadie lo devuelve. Los sistemas de ocultaci¨®n y aseguramiento del bot¨ªn parecen inacabables y, sobre todo, inexpugnables.
Los sistemas de ocultaci¨®n y aseguramiento del bot¨ªn parecen inacabables y, sobre todo, inexpugnables
Para asegurar el fruto de las sustracciones los ladrones necesitan la ayuda de otros. Los corruptos, y todos los delincuentes de cuello blanco, tambi¨¦n. Necesitan el soporte de terceros para esconder, transformar o repartir lo sustra¨ªdo. Hoy ya nadie esconde el bot¨ªn en cuevas de islas remotas como los antiguos piratas. Los de ahora tienen islas m¨¢s accesibles. Sus cuevas son los para¨ªsos fiscales, o simplemente reconvierten las ganancias fraudulentas en fruto de negocios aparentemente honorables.
Estos personajes que ayudan a los ladrones, y tambi¨¦n a los de cuello blanco, lo hacen a cambio de participar en las ganancias, sabiendo que ayudan a un ladr¨®n. Son intermediarios imprescindibles para cualquier delincuente, y tambi¨¦n para los corruptos. Adem¨¢s de estos intermediarios, hay otras personas o entidades que simplemente se benefician del fruto del latrocinio, que no siempre saben, con precisi¨®n, el origen de la ganancia que obtienen. A veces solamente sospechan, a veces miran para otro lado, prefieren ignorar, y algunas veces ignoran.
Recientemente la opini¨®n p¨²blica ha conocido una extra?a expresi¨®n jur¨ªdica que hasta ahora no hab¨ªa aparecido en los medios de comunicaci¨®n: la de ¡°part¨ªcipe a t¨ªtulo lucrativo¡±. Algunos malpensados creyeron que era otra complicaci¨®n jur¨ªdica incomprensible, un nuevo truco inventado por un fiscal anticorrupci¨®n de Palma de Mallorca para socorrer a la Infanta, al borde del banquillo de los acusados. El fiscal acusa severamente al marido, pero exculpa a la Infanta, aunque la considera responsable por los beneficios que obtuvo, y le exige que los devuelva. Algo parecido les ocurre a Ana Mato y al propio PP, en sus respectivos procesos.
La justicia deber¨ªa hacer algo m¨¢s que conformarse con la f¨®rmula pragm¨¢tica de los part¨ªcipes a titulo lucrativo
La extra?a expresi¨®n jur¨ªdica de ¡°part¨ªcipe a t¨ªtulo lucrativo¡± novedosa medi¨¢ticamente, no es reciente. Est¨¢ en nuestros c¨®digos desde hace casi ciento sesenta a?os. Es una inteligente soluci¨®n pr¨¢ctica para los casos en que resulta imposible demostrar que el beneficiado con todo o parte del bot¨ªn sab¨ªa que este proven¨ªa de la mano de un ladr¨®n. Si no se puede demostrar la complicidad, por lo menos hay que recuperar lo sustra¨ªdo. Es lo prioritario, seg¨²n el C¨®digo Penal.
En la pr¨¢ctica, la mayor parte de esta gente beneficiada sobre la que no hay prueba suficiente de su complicidad, son c¨®nyuges del ladr¨®n o estafador, casi siempre esposas que a veces sospechaban, a veces quer¨ªan ignorar, y algunas veces, verdaderamente, ignoraban. A esta gente es a la que el C¨®digo Penal llama part¨ªcipe a t¨ªtulo lucrativo.
Muchas veces no es f¨¢cil distinguir a esta gente de los intermediarios que s¨ª saben que ayudan a un ladr¨®n, a cambio de participar en el bot¨ªn. Las esposas que no son capaces de entender, o las que solamente sospechan, no pueden ser condenadas penalmente como c¨®mplices de ayudar al c¨®nyuge ladr¨®n. El Tribunal Supremo dice que para mandar a la c¨¢rcel a alguien por ayudar al ladr¨®n no basta con que la persona beneficiada tuviera la simple sospecha, duda o recelo. Hacen falta pruebas inequ¨ªvocas de la certidumbre de la procedencia il¨ªcita del beneficio con que se enriquece. El problema surge cuando la persona beneficiada prefiere no sospechar, no quiere saber, mira para otro lado, mientras sigue lucr¨¢ndose.
Un rutilante Jaguar en el garaje, un flamante palacete en Pedralbes, una contabilidad paralela con reparto generoso de sobres-sorpresa, debieran producir a sus beneficiados cierta curiosidad sobre su procedencia, algo m¨¢s que disfrutar de ello sin preguntar. Para la opini¨®n p¨²blica ese disfrute mirando para otro lado ser¨ªa, seguramente, una prueba inequ¨ªvoca de conocimiento del origen delictivo. En tales casos la justicia deber¨ªa hacer algo m¨¢s que conformarse con la f¨®rmula pragm¨¢tica de los part¨ªcipes a titulo lucrativo. Aunque m¨¢s vale eso que nada. Por lo menos que les declaren part¨ªcipes de la corrupci¨®n, escondidos tras una bochornosa fingida ignorancia.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena fue fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a.
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