Soy una anomal¨ªa hist¨®rica
Cavilaciones sesentonas sobre la suerte de las generaciones que hemos conocido el Estado del Bienestar
Como la mayor¨ªa de ustedes, seguro: somos una anomal¨ªa hist¨®rica. Empiezo el 2015 con una constataci¨®n que, ni que me lo hubiera dicho el or¨¢culo, no hubiera cre¨ªdo: hemos tenido mucha suerte. Nac¨ª mediado el siglo veinte, en pleno franquismo y, aun as¨ª, he tenido fortuna porque entonces, gracias a la Guerra Fr¨ªa, mal est¨¢ decirlo, se me di¨® la posibilidad de beneficiarme ¡ªnos hemos podido beneficiar¡ª del momento singular, quiz¨¢ ¨²nico, en que la Historia comenz¨® a darse el gusto de ser, al menos en Occidente, m¨¢s igualitaria. Y sin armas en las manos.
Pude estudiar en la universidad, algo que hasta entonces no hab¨ªa hecho nadie de la familia. A pesar de ser chica, inici¨¦ una vida fuera de Zaid¨ªn, en casa no me necesitaban para recoger alfalfa, que entonces todav¨ªa se cultivaba y yo recog¨ªa, ni menos todav¨ªa para la cosecha de cereales. Empezaba la maquinizaci¨®n del campo. Mi hermano, cinco a?os mayor, se qued¨® all¨ª, a ¨¦l s¨ª que lo necesitaban. Si hubiera sido al rev¨¦s, que hubiera sido yo la mayor, tal vez habr¨ªa sido inducida a casarme en el pueblo con algun buen mozo dispuesto a ayudar a mi padre con las nuevas m¨¢quinas, el tractor, la cosechadora y toda la pesca. Que hab¨ªa prisa por modernizarse y quiz¨¢ mi padre no habr¨ªa querido esperar m¨¢s.
Nuestra vida, ahora que he cumplido los sesenta y mi hermano est¨¢ a punto de hacer los sesenta y cinco, ha sido mucho m¨¢s amable que la de nuestros padres, en Barcelona yo, en Zaid¨ªn ¨¦l. Mucho m¨¢s diferente, y ya lo hab¨ªa sido mucho, de la de nuestros padres respecto de los suyos, y no solo por la guerra del 36. Hemos tenido suerte, mucha suerte. Vidas diferentes, las nuestras como las de tantos de ustedes, que ahora se unifican en esta constataci¨®n parad¨®jica: hemos tenido la fortuna de ser una anomal¨ªa hist¨®rica que quien sabe cuando se repetir¨¢.
Digo parad¨®jica porque no me refiero a historias de vida de ¨¦xito tal y como el presente las entiende. S¨¦ el ¨¦xito que he tenido y mi hermano sabe el ¨¦xito que tiene, pero no es ning¨²n ¨¦xito que el presente certifique. En su caso, la cosecha de fruta del 2014 ha sido la peor ¡ªque quiere decir la m¨¢s mal pagada¡ª de los ¨²ltimos a?os, y hace muchos que un agricultor no saca rendimiento de su trabajo, bastante es si logra nivelar gastos. El a?o que hemos dejado atr¨¢s, ni eso. ?C¨®mo puede seguir la familia de un agricultor joven?, se pregunta mi hermano. Cierto, nuestra suerte no acompanya a los j¨®venes. ?l y su esposa est¨¢n ya de vuelta, su hijo trabaja en Barcelona y no le hace falta emigrar, la tarea est¨¢ cumplida. Hemos tenido suerte.
A veces les suelto, a ¨¦l y a las amistades, a bocajarro: somos hijos de Stalin. ?Mis interlocutores se asustan! Vade retro, Sat¨¢n! Hete aqu¨ª a la pirada, me dicen sus ojos, se vender¨ªa una oreja por una frase. Pero sus ojos me dicen tambi¨¦n: ?qu¨¦ diantres quieres decir? Cuando lo explico, mi gente asiente con la cabeza: si no hubiera sido por Stalin no hubi¨¦ramos tenido Estado del Bienestar; sin el temor al sovi¨¦tico, el capital no habr¨ªa tolerado el laborismo en el poder en la Gran Breta?a y, sin m¨¢s ni m¨¢s, no habr¨ªa llegado a la conclusi¨®n, que se llamar¨ªa Guerra Fr¨ªa en el mundo militar como en el civil, que val¨ªa m¨¢s hacer algunas concesiones humanistas que no exponerse al predicamento que entonces todav¨ªa ten¨ªan los supervivientes vencedores de la batalla de Stalingrado.
Cuantos m¨¢s pa¨ªses del Este europeo invad¨ªa Stalin a partir de 1956 en Hungr¨ªa, m¨¢s suerte ¨ªbamos teniendo en este lado de lo que se llam¨® el Tel¨®n de acero. S¨ª, francamente, tampoco a mi me hace ninguna gracia retrospectiva, pero as¨ª fue.
Tras poner en claro nuestra filiaci¨®n sovi¨¦tica, que los dioses nos perdonen, la conversaci¨®n suele derivar hacia un argumento no s¨¦ si llamarlo parad¨®jico tambi¨¦n. Nuestra generaci¨®n, ¡ªnuestras generaciones, pues somos m¨¢s de una¡ª, tiene en consecuencia el deber de devolver el favor hist¨®rico. Tenemos pues una responsabilidad hist¨®rica enorme, me dec¨ªan el otro d¨ªa en conversaciones diferentes dos buenos amigos que han estado en la pol¨ªtica institucional reciente. Y tanto que la tenemos. Y por supuesto que las generaciones afortunadas lo saben y lo hacen, estan devolviendo el favor hist¨®rico tanto como pueden.
No digo tanto como podemos porque no estoy jubilada. Lo pueden hacer y lo hacen tantos jubilados y prejubilados que se encargan no solo de la familia joven y de la no tan joven que no puede salir adelante sino tambi¨¦n de la acci¨®n directa que permite cambiar algunas cosas, sea la frustrada operaci¨®n en Sarri¨¤ de convertir un rinc¨®n del parque de la Oreneta en urbanizaci¨®n de lujo, que han frustrado unos cuantos vecinos jubilados y jubiladas, como impedir que pase lo mismo o similar con la Torre Garcini en el Guinard¨®.
Por no hablar de tantas otras acciones directas comunitarias de toda clase que llevan a cabo los suertudos hist¨®ricos. Somos los hijos de la Guerra Fr¨ªa, somos las hijas del Estado del Bienestar que una vez existi¨®. Damos fe de ello.
Merc¨¨ Ibarz, escritora y profesora de la UPF.
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