¡°The Hall¨¦¡±, en gira por Espa?a
Se busc¨® la opulencia sonora, pero escanci¨¢ndola con finura
La orquesta fundada por Charles Hall¨¦ en Manchester (conocida simplemente como ¡°the Hall¨¦¡±) inici¨® el domingo en Valencia su gira por Espa?a, con un programa que inclu¨ªa a Vaughan Williams, Sibelius y Chaikovski. Repiten en Madrid los dos primeros, mientras que el ruso es sustituido por Holst y Brahms. De Vaughan Williams se escogi¨® ¨Cy se bord¨®, literalmente- la obra m¨¢s conocida, Fantas¨ªa sobre un tema de Thomas Tallis. Aprovecharon los ingleses la estructura que proporciona el ¨®rgano de la sala Iturbi, colocando, de espaldas a sus manuales, la peque?a orquesta de nueve m¨²sicos que dialoga con la principal. Se obtuvieron as¨ª delicados efectos en la espacialidad del sonido, que subrayaron la concepci¨®n antifonal y el homenaje al gran compositor renacentista. No se rehuy¨®, y hasta se busc¨®, la opulencia sonora, pero una opulencia escanciada con finura, sobre todo en los reguladores, cuyo despliegue result¨® tan majestuoso como elegante. Junto a todo ello, la suave dulzura del pianissimo. Es esta una m¨²sica que no parece tener secretos para Mark Elder ni para the Hall¨¦, una formaci¨®n que frecuenta con mimo y asiduidad a los compositores brit¨¢nicos. Otras veces han sido Britten, Holst o Elgar los que han podido disfrutarse en la misma sala, siempre con resultados espectaculares. Aunque, evidentemente, no se dedican s¨®lo al terru?o.
Ficha t¨¦cnica
? Obras de Vaughan Williams. Palau de la M¨²sica. Valencia, 18 de enero de 2015.
? Viol¨ªn: Henning Kraggerud.
? The Hall¨¦ Orchestra
? Director: Sir Mark Elder?
Y as¨ª fue tambi¨¦n esta vez. Chaikovski complet¨® la primera parte, con su endiablado Concierto para viol¨ªn: obra tan dif¨ªcil para el solista, con esa profusi¨®n de saltos, trinos, arpegios, dobles cuerdas, etc., que s¨®lo el afrontarlo en directo implica una valent¨ªa may¨²scula (el disco es m¨¢s tramposo: cuando algo no sale bien, se hace otra toma). El noruego Henning Kraggerud sali¨® airoso del desaf¨ªo, aunque no lograse la belleza en sonido y fraseo que llevan el virtuosismo a la m¨¦dula de la m¨²sica. La orquesta le acompa?¨® con ajuste y correcci¨®n, pero le falt¨® un punto de brillo. En cualquier caso, el p¨²blico se mostr¨® sumamente complacido, y exigi¨® la propina de rigor, que dio Kraggerud con las Variaciones sobre un tema de Ole Bornemann Bull.
La Sinfon¨ªa n¨²m. 5 de Sibelius complet¨® el programa. Es esta una partitura complicada, tanto para los int¨¦rpretes como para el oyente, pues la estructura y el desarrollo tem¨¢tico distan mucho de ser convencionales. Requiere, adem¨¢s, una ejecuci¨®n impecable en todas las secciones orquestales, pues muchas veces quedan completamente al descubierto, y cualquier fallo resulta evidente. Por otra parte, el director tiene que iluminar con acierto los colores ¨Cque son muchos¨C, clarificar el sentido de su estructura y graduar la tensi¨®n hasta el cl¨ªmax que supone el ¡°himno de los cisnes¡± (as¨ª lo llam¨® Sibelius) en el tercer movimiento, desplegando este hasta los tajantes acordes del final. No, no es f¨¢cil. Y se hizo bien.
Luego, para compensar el esfuerzo, regalaron un Sibelius m¨¢s amable: el del Vals triste. Aqu¨ª, a Mark Elder se le fue la mano queriendo agradar: el rubato y los silencios fueron tan exagerados y tan caprichosos, que la pieza se da?¨® por amaneramiento. Se trata de una p¨¢gina hermosa y conocida, que s¨®lo necesita sencillez en la interpretaci¨®n. Y, si se quiere, unas gotitas de melancol¨ªa.
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