El rey de la casa
Ante la posibilidad de perderlo, parece que a Junqueras ha dejado de convenirle el refer¨¦ndum y opta por una v¨ªa autoritaria
La sobreexposici¨®n medi¨¢tica de los pol¨ªticos produce algunos efectos parad¨®jicos y hasta perversos. A menudo insisten en el monocultivo concentrado en lugar de usar la infinitas v¨ªas de que disponen para modular con variaciones y novedades sus mensajes. Leemos sus propuestas y semian¨¢lisis en formato medio o breve, en red o en presencia, entrevistados en papel o en pantalla. Da igual, porque la multiplicaci¨®n de canales no altera el mensaje: lo comprime y fosiliza, con miedo a que explay¨¢ndolo y desarroll¨¢ndolo pudiera estropearse.
La degradaci¨®n acecha sin remedio porque el mismo mensaje emitido del mismo modo por m¨²ltiples v¨ªas se convierte en un mero eslogan. Cuando Pedro S¨¢nchez vuelva a repetir que Espa?a quiere a Catalu?a, otro pu?ado m¨¢s nos haremos independentistas de puro cansancio. Las naciones ni se quieren ni se dejan de querer entre ellas, porque los afectos son privados, porque mi tirria a algunos espa?oles s¨®lo es comparable a mi tirria a unos cuantos catalanes, y porque mi afecto por un pu?ado de espa?oles s¨®lo es comparable a mi afecto por un pu?ado de catalanes. La presunta conveniencia de recordar que los socialistas o los espa?oles quieren a Catalu?a choca de frente contra el mero sentido com¨²n y hasta contra el pudor. Provoca en muchos un rebote instant¨¢neo porque el mensaje es inconsistente y hueco, se decora de ret¨®rica medi¨¢tica sin aportar nada ni objetivable ni valioso. Pero dotar de contenido pol¨ªtico a ese mensaje no parece dif¨ªcil, y puede ayudar a unos y a otros a salir de las sobonas declaraciones de amor y patria.
De los socialistas en Espa?a yo puedo esperar el ataque razonado y solvente contra las campa?as pol¨ªticas de deslegitimaci¨®n del nacionalismo catal¨¢n y del mismo Estatut; puedo esperar una argumentaci¨®n potente contra los errores pol¨ªticos que el propio PSOE cometi¨®; puedo esperar que matice o incluso repruebe expresiones prepotentes como la del cepillo que pas¨® Alfonso Guerra; puedo esperar la denuncia de los boicots comerciales, puedo incluso esperar que se disponga a desmenuzar con alguna valent¨ªa y alg¨²n desarrollo te¨®rico por qu¨¦ una estructura federal puede cuajar como v¨ªa constitucional y pol¨ªtica para conjurar un problema paralizante.
La munici¨®n argumental de los socialistas en Catalu?a est¨¢ casi por estrenar, pero desde luego no parece que carezca de espacio social. Aunque a veces parece que lo evite, como si pudiera ser demasiado comprometido, o como si decir una palabra de m¨¢s anudase al cuello la soga de la que un d¨ªa se colgar¨¢ alguien. Pero quiz¨¢ la l¨®gica pol¨ªtica que la izquierda hoy necesita pasa por recuperar la iniciativa y ofrecer sin complejo de derrotado, ni de aguafiestas, ni de perdedor seguro la propuesta de una agenda program¨¢tica liberadora de la presi¨®n p¨²blica que el independentismo atiza desde tantos medios y tan p¨²blicos. Sigue tan obsesivamente presente que incluso Podem/Podemos ha decidido mantener un perfil bajo o, mejor, t¨¢cito: la reforma rupturista por ese lado es m¨¢s bien difusa.
Pero el futuro catal¨¢n desde luego s¨ª se presta a ofrecer un perfil de ideas propias y claras, tanto si a Junqueras le preocupa como si no (acaba de explicar que no) el encaje de Catalu?a en Espa?a. Cada nueva declaraci¨®n y cada nuevo movimiento de la coalici¨®n civil y pol¨ªtica por la independencia ofrece un vasto repertorio de motivos para activar ese discurso alternativo y fuerte. Pero sigue siendo un misterio qui¨¦n defiende hoy la alianza de una raz¨®n federal y una raz¨®n social. El misterio no es qui¨¦n se supone que la defiende. El misterio es la debilidad de ese discurso en boca de los l¨ªderes pol¨ªticos de la izquierda, en el PSC y en ICV.
Mientras Junqueras desaf¨ªa el elemental decoro democr¨¢tico al amenazar con un proceso de independencia para el d¨ªa siguiente de ganar las elecciones, la izquierda en general parece mirar para otro lado para no meterse en problemas. Pero la insumisi¨®n a ese designio pol¨ªtico deber¨ªa ser muy sencilla: un proceso de independencia no se puede iniciar en un Estado democr¨¢tico porque un partido independentista gane unas elecciones, ni siquiera si las gana por mayor¨ªa absoluta. Carece de legimitidad democr¨¢tica para hacer eso, y no es necesario saberse de memoria la sentencia del Tribunal Supremo de Canad¨¢ para entenderlo. Parece que a Junqueras ha dejado de convenirle el refer¨¦ndum (ante la posibilidad de perderlo), y ha decidido saltarse ese paso para promover directamente un modelo presidencialista o autoritario seg¨²n el cual una victoria electoral es suficiente para declarar la independencia e iniciar un proceso constituyente sin el acuerdo, pero s¨ª la sumisi¨®n, de partidos asustados.
Las declaraciones de Junqueras lo sit¨²an en el l¨ªmite del respeto democr¨¢tico a la pluralidad de fuerzas del parlamento catal¨¢n actual (y futuro), como si tras despertar del sue?o no anduviese todav¨ªa despejado del todo y creyese aun, arrullado por Carme Forcadell y Muriel Casals, que sigue siendo el rey de la casa, diga lo que diga el resto de la casa.
Jordi Gr¨¤cia es profesor y ensayista.
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