El socav¨®n del Carmel supuso un sobrecoste de 78 millones de euros
Los vecinos recuerdan al Ayuntamiento que a¨²n tiene compromisos por cumplir
Han pasado 10 a?os desde que un millar de vecinos tuvieran que ser desalojados de su casa por el socav¨®n que se abri¨® en el suelo del Carmel. El hundimiento de las obras del metro en el popular barrio barcelon¨¦s, que oblig¨® a derribar tres edificios, conmocion¨® durante meses a la ciudad. La sacudida fue un enorme quebradero de cabeza para el Gobierno tripartito y el Ayuntamiento de Barcelona, y culmin¨® en una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Parlament en la que se cuestion¨® la ejecuci¨®n de la obra p¨²blica en Catalu?a y surgi¨® el fantasma de los pagos irregulares en los contratos p¨²blicos. El conjunto de la operaci¨®n para mitigar los da?os en el barrio supuso un sobrecoste de 78 millones de euros para el proyecto: 34 los puso la Generalitat ¡ªrecuper¨® seis millones de las aseguradoras¡ª y 44 los contratistas ¡ªrecuperaron 18¡ª. La Administraci¨®n, adem¨¢s, tuvo que afrontar el pago de indemnizaciones de m¨¢s de 10 millones de euros a los afectados.
Una d¨¦cada despu¨¦s, 15.000 viajeros utilizan cada d¨ªa la parada de metro Carmel, de la L¨ªnea 5. Las heridas est¨¢n cerradas y no hay ganas de reabrirlas. El martes, cuando se cumplir¨¢n los 10 a?os, no habr¨¢ actos de recuerdo. El barrio ha vuelto a la normalidad. Y sobre el socav¨®n hay una plaza provisional a la que nadie ha puesto nombre, pero que todo el mundo llama el ¡°parque del Socav¨®n¡±. Esa zona cero apareci¨® durante semanas en todos los medios. Hasta all¨ª acudi¨® el entonces presidente del Gobierno, Jos¨¦ Lu¨ªs Rodr¨ªguez Zapatero (PSOE), la presentadora Mar¨ªa Teresa Campos instal¨® su plat¨® y varios afectados participaron en horario de m¨¢xima audiencia en Cr¨®nicas Marcianas.
El presidente de la asociaci¨®n de vecinos, Fernando Gonz¨¢lez, ten¨ªa 70 a?os. Hoy, con 80, sigue al pie del ca?¨®n. ¡°Aquello fue un tsunami¡±, suspira tras recordar que estuvo 11 meses fuera de casa. Los que perdieron sus viviendas fueron realojados en pisos que eran p¨²blicos, el resto del millar de vecinos pudieron volver a sus casas en edificios que fueron reparados hasta la ¨²ltima grieta y mejorados, con m¨¢s de 20 ascensores instalados. Gonz¨¢lez, sin embargo, recuerda que faltan compromisos por cumplir, como hacer una plaza definitiva en el agujero.
Sobre las causas del hundimiento, reprocha que se desoyera a los vecinos de m¨¢s edad que, como ¨¦l, advirtieron de que justo en el punto que la tierra se trag¨® hubo un barranco que durante d¨¦cadas se utiliz¨® como vertedero de escombros. Conclusiones de la comisi¨®n parlamentaria aparte, lo tiene claro: ¡°Se confiaron y urbanizaron sin tener en cuenta que aquello era una chimenea¡±.
Todos los afectados son gr¨¢ficos a la hora de explicar lo que ocurri¨®: ¡°No se quisieron gastar dinero y acab¨® costando mucho m¨¢s¡±. Habla Beatriz, que regenta un bar en la calle de Sig¨¹enza, justo enfrente del agujero, del que tuvo que salir pitando con lo puesto la ma?ana de ese 27 de enero.
Fue de las ¨²ltimas en volver a casa: tard¨® un a?o y diez meses. Primero estuvo alojada en un hotel; luego, en un piso de alquiler. Estaba embarazada cuando ocurri¨® todo. Se ha cambiado de casa. Viv¨ªa en el bloque contiguo de los que se tuvieron que derribar. Solo quedan dos de los antiguos vecinos. El resto se marcharon, como ella. ¡°Con todo el cemento que tiraron¡ pararon todas las obras de Catalu?a, ahora tenemos el barrio m¨¢s macizo de la ciudad, aqu¨ª no hay quien haga ni una alcantarilla¡±, bromea un cliente.
Beatriz, como muchos otros vecinos, sali¨® disparada cuando oy¨® las voces de Jos¨¦ Luis Ogaya, que entonces trabajaba en una tienda de electrodom¨¦sticos de la calle de Conca de Tremp. Los vecinos todav¨ªa suelen contar que Ogaya iba avisando del socav¨®n con un meg¨¢fono, aunque en realidad no fue as¨ª. ¡°Yo no llevaba nada, simplemente gritaba, pero tan fuerte que la gente cre¨ªa que iba con un altavoz¡±, explica. El vecino acababa de llegar a su puesto de trabajo cuando oy¨® c¨®mo ¡°cruj¨ªa el suelo¡±. ¡°Vi la brecha abierta, que quedaba a solo un metro de mi coche¡±, recuerda. Esa historia dej¨® secuelas a Ogaya, que hoy est¨¢ detr¨¢s de un mostrador de otra tienda de electrodom¨¦sticos, justo en el local que ocupaba la oficina de atenci¨®n a los afectados. Lo cuenta Adela, que se pas¨® un a?o con sus hijas alojada en el hotel Atenea tras ver c¨®mo precintaban su casa. ¡°Cada vez que oigo un ruido me estremezco¡±, dice la mujer.
El vecino acababa de llegar a su puesto de trabajo cuando oy¨® c¨®mo ¡°cruj¨ªa el suelo¡±
Las Administraciones tuvieron que atender una emergencia con la que nunca se hab¨ªan encontrado. Los primeros d¨ªas de la crisis, la gerente del Ayuntamiento de Barcelona, entonces encabezado por Joan Clos (PSC), incluso tuvo que repartir dinero en mano a los afectados, que le entregaban las facturas de los gastos. La ecosocialista Elsa Blasco llevaba solo dos a?os como concejal del distrito de Horta-Guinard¨® cuando tuvo que enfrentarse al hundimiento. Hoy recuerda que la vivi¨® con ¡°mucha angustia¡± en el terreno personal. ¡°Era una obra que no era responsabilidad del Ayuntamiento, sino de la Generalitat, pero tuvimos que atender a la gente: desde vecinos cuyos pisos estaban perfectamente pero fueron desalojados por prudencia, hasta otros que hab¨ªan perdido la casa y no recuperaron ni las fotos de la boda¡±, explica.
Vecinos, comerciantes y periodistas aprendieron en pocas semanas qu¨¦ es el cuestionado m¨¦todo austr¨ªaco de construcci¨®n de t¨²neles o qu¨¦ es micropilotar un edificio, apuntalarlo desde lo m¨¢s hondo. Una crisis que provoc¨® que algunos pol¨ªticos, como el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, ofrecieran a los vecinos m¨¢s de lo que reclamaban. ¡°Ped¨ª en directo en una radio que las obras tuvieran 10 a?os de garant¨ªa, pero Maragall dijo ¡®?10, no; 15!¡±, recuerda el presidente de la asociaci¨®n de vecinos. Tras reuniones interminables, las 34 familias (94 personas) cuyos pisos fueron derribados recibieron un piso de protecci¨®n descalificado, 70.000 euros para mobiliario ¡ªa los que se a?adieron 10.000 euros por persona a partir del segundo miembro familiar¡ª y 30.000 euros por afectado por da?os morales. Otros 1.184 vecinos se acogieron a otro convenio por el que cobraron 10.000 euros por da?os morales y recibieron garant¨ªas sobre sus inmuebles.
Desde el despacho de abogados Col¡¤lectiu Ronda, una de las dos letradas que llev¨® a la mayor¨ªa de los edificios que perdieron la casa recuerda un caso ¡°en el que la administraci¨®n fue sensible y que se cerr¨® con un muy buen acuerdo, pese a la complejidad, con tr¨¢mites legales y convenios en los que intervinieron varias administraciones¡±. La abogada admite que lo que se consigui¨® entonces ¡°ser¨ªa imposible¡± en el contexto de hoy: ¡°Con una crisis que ha provocado el paro y la p¨¦rdida de poder adquisitivo actual, con las actuales tasas de pobreza, con las miles de familias que han perdido la casa y las que pasan hambre, las cifras de las indemnizaciones hoy ser¨ªan obscenas¡±.
Carmen P¨¦rez-Pozo, que llev¨® a multitud de comerciantes, opina que el acuerdo fue ¡°satisfactorio¡± en las indemnizaciones, si bien considera que la reactivaci¨®n del barrio no ha terminado de producirse. Elsa Blasco, en cambio, considera que esa ¡°desgracia¡± se convirti¨® en una ¡°oportunidad¡± para el barrio. ¡°Se han hecho muchas obras que estaban pendientes de forma end¨¦mica, como escaleras mec¨¢nicas o el propio metro¡±, apunta.
La crisis gener¨® tambi¨¦n una de las mayores broncas parlamentarias que se recuerdan, cuando tras una comparecencia de tres horas de Joaquim Nadal, en la que anunci¨® la dimisi¨®n de dos altos cargos, Maragall se levant¨® y lanz¨® a la opini¨®n p¨²blica su acusaci¨®n del 3%, insinuando comisiones cobradas por CiU por la adjudicaci¨®n de obras p¨²blicas. El presidente la retir¨® de inmediato para salvar la tramitaci¨®n del Estatuto, pero supuso abrir una caja de Pandora que a¨²n resuena y en la que la justicia acabar¨ªa indagando.
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