Jugad, jugad, malditos
Neymar acredit¨® su condici¨®n de implacable desestabilizador. Esto tambi¨¦n es un arte en el f¨²tbol
Cuando Neymar le hace un ca?o a un defensa, ya sabemos que la v¨ªctima de su artificio lleg¨® tarde (eufemismo que se suele utilizar en el lenguaje deportivo para no referirse a la soluci¨®n m¨¢s expeditiva de la patada a conciencia). Dicho ca?o no transcurre aislado. Lo acompa?a alguna pirueta suplementaria, como si el brasile?o indicara con esa suerte que nada hay como una jugada con valor a?adido. Pues bien, en el partido que libraron el Atl¨¦tico y el Barcelona la noche del mi¨¦rcoles, Neymar acredit¨® su condici¨®n de implacable desestabilizador. Esto tambi¨¦n es un arte en el f¨²tbol. Neymar no conoce el directo a la mand¨ªbula que propina Cristiano Ronaldo al contrario cuando el partido no va como a ¨¦l le gusta. Tampoco le gusta la queja. Y mucho menos la dramaturgia.
Las batallas de Neymar se ci?en al ¨²nico guion que conoce a la perfecci¨®n: el regateo devastador en un metro cuadrado, el ca?o humillante,? y la velocidad el¨¦ctrica?
Las batallas de Neymar se ci?en al ¨²nico guion que conoce a la perfecci¨®n, porque entre otras cosas va con su naturaleza de jugador brasile?o por excelencia: el regateo devastador en un metro cuadrado, el ca?o humillante, la alternancia entre un segundo barroco para pensar y la velocidad el¨¦ctrica enfilando la porter¨ªa. Los enfados de Neymar como producto de las tarascadas que recibe, adem¨¢s de los codazos y las pisadas de que es objeto casi con alevosa premeditaci¨®n, ¨¦l los traduce con el ca?o, incluso cuando ya humillado el carnicero de turno Neymar lo busca para infringirle otro ca?o m¨¢s demoledor, no sea que no quede claro que la ¨²nica guerra que conoce se libra con la pelota. Con ese comportamiento el rival se va perdiendo en la furia, se diluye en la total desestabilizaci¨®n, se hunde en la miseria del juego sucio.
Simeone no supo encontrar el ant¨ªdoto ideal para neutralizar la capacidad de supervivencia que gasta el brasile?o cuando alguien le declara una guerra injusta. Neymar se toma la cuesti¨®n como un asunto muy particular, casi ¨ªntimo. La otra noche, cuando enfilaba el banquillo antes de hora, vi en su mirada un gesto de incomprensi¨®n. Incluso de cierta tristeza. Como si no llegara a entender cabalmente que nadie en el Calder¨®n, p¨²blico y jugadores colchoneros, atinara a descifrar la letal suntuosidad de su f¨²tbol.
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