?Qui¨¦n paga los platos rotos?
Una imagen de corrupci¨®n generalizada en Andaluc¨ªa es tan injusta como inmerecida
Entramos en campa?a electoral as¨ª que hay que prepararse para el protagonismo que tome de nuevo la juez Alaya, tal y como viene haciendo desde que comenz¨® a instruir el caso de los ERE y luego otros m¨¢s o menos relacionados, como el de la formaci¨®n. Una instrucci¨®n prolija que ha puesto de relieve evidencias de ¨ªndole diversa.
La m¨¢s importante, que en Andaluc¨ªa ha habido un grav¨ªsimo foco de corrupci¨®n alrededor de personas que han aprovechado su proximidad o pertenencia al gobierno y al Partido Socialista para utilizar recursos p¨²blicos fraudulentamente y en beneficio propio o de personas o colectivos cercanos. Una evidencia a la que no vale quitarle importancia, ni alegando que la cuant¨ªa de lo defraudado es menor al quebranto que la corrupci¨®n ha producido en otras comunidades, ni tratando de ver en ella simples casos aislados de corrupci¨®n. Aunque se puedan criticar las razones que han llevado a la jueza a involucrar a muchas de las personas imputadas o se?aladas en la causa, la amplitud de las redes y la gravedad y trascendencia de las pr¨¢cticas corruptas es innegable.
Desgraciadamente, tambi¨¦n se ha puesto de manifiesto que las fuerzas pol¨ªticas dominantes no tienen suficientes resortes internos ni la voluntad colectiva necesaria para acabar de ra¨ªz y para siempre con este tipo de pr¨¢cticas. Lo demuestra el PP en otras comunidades y el PSOE en la andaluza.
Se puede aceptar que los m¨¢ximos dirigentes socialistas no se han enriquecido o que no han urdido las tramas colectivamente, como se empe?a en demostrar la jueza con juicios de intenciones. Pero tambi¨¦n parece evidente que actuaron con notoria falta de celo a la hora de vigilar o descubrir lo que se orquestaba a su alrededor. Y que ambos partidos hayan aprovechado el ¨²ltimo minuto de la legislatura para garantizar que ellos sean quienes se vigilen a s¨ª mismos demuestra que no saben ni est¨¢n dispuestos a evitar y combatir realmente la corrupci¨®n que ha nacido o pueda seguir naciendo de sus filas.
Y no es menor desgracia que la instrucci¨®n procesal de estos graves casos de corrupci¨®n sea tan irregular y deficiente. Las interferencias constantes y tan claramente partidistas de la juez Alaya en la vida pol¨ªtica o su arbitraria y contradictoria administraci¨®n del tempus procesal y de la estrategia de imputaci¨®n no solo pueden provocar que los aut¨¦nticos culpables salgan al final de rositas sino que hace pagar a justos por pecadores y que el honor y el patrimonio de personas inocentes quede herido para siempre y sin remedio. Y lo que es peor, que se extienda una imagen de corrupci¨®n generalizada en Andaluc¨ªa que es tan injusta como inmerecida, por muy dispuesta que est¨¦ la derecha a difundirla usando a la juez como muleta.
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