Negociante de la tierra
Por encima de corredores, mercaderes y agentes inmobiliarios, se mueven tipos que presionan y tutelan ajenos al libre mercado
No ha lugar para retratos de fotomat¨®n o perfiles a vuela pluma. Sus casos requieren cercan¨ªa y detalle pero, a la vez, una prudente distancia de protecci¨®n. Se trata de personas que existen, como sus negocios, pero optan por el velo de la discreci¨®n y el anonimato. Su realidad queda en una c¨¢psula, con su sospecha, dentro de biograf¨ªas decoradas de capitalistas de tradici¨®n.
Los negocios de la tierra ¡ªla calificaci¨®n del suelo y su compraventa¡ª se alimentan desde la pol¨ªtica. Por encima de los corredores, mercaderes y agentes inmobiliarios, se mueven unos tipos que marcan y tutelan, ajenos al libre mercado.
Son pocos y siempre aparecen, necesarios como un timbre, en las transacciones. Mueven planos y cotizaciones, se?alan, sugieren y deciden, sin invertir. Ejecutan opciones, perciben bonos sobre dominios, es la comisi¨®n como una carga eterna.
La autoridad, y estos en sus aleda?os, conocen y ordenan los datos: si una finca o una esquina del mapa quedar¨¢n como cementerio de almendros o, por el contrario, ser¨¢n yacimiento de mineral que ser¨¢ precioso, espacio para el cemento y el asfalto.
La informaci¨®n privilegiada, el tr¨¢fico de influencias, las negociaciones prohibidas son levaduras del caldo de la corrupci¨®n que florecen casi cara al p¨²blico y en la sombra para la multiplicaci¨®n del valor real de unos terrenos. El conocimiento secreto de futuras noticias urban¨ªsticas y de concesiones es el caudal de susurros, millones en tantos por cientos.
Un paisaje silvestre es en un mapa sin rayas de solares, rotondas y viales, un vac¨ªo abierto sobre una nada inicial. El entorno pasa a ser tierra prometida si all¨ª se marca un pol¨ªgono, un centro comercial, un parque de atracciones, un hotel, edificios de pisos. Junto a nuevas infraestructuras, las expectativas se disparan.
Es adusto y un maestro de la seducci¨®n y el tanteo
Una cuota s¨®lida de capacidad de intervenci¨®n-presi¨®n se consolida con d¨¦cadas de presencia en los despachos donde se decide. Algunos, antes los han ocupado y han estado ambos lados del negocio.
Decidir y ganar con las propias resoluciones se ha dado en el cambio de leyes para urbanizar el patrimonio familiar; en la Administraci¨®n para contratar a tus empresas; colocar como funcionarios a sus empleados; otorgarse ayudas, pedir donaciones para s¨ª y para el partido.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s de una ca¨ªda, del fiasco de su notoriedad oficial con estr¨¦pito, a¨²n hay expol¨ªticos y comisionistas que navegan como tiburones en aguas amables. As¨ª se exhiben autosuficientes, c¨®modos, reconocidos, hasta admirados en las instituciones que habitaron.
En el comercio pol¨ªtico-territorial domina la pulsi¨®n por el euro, el incrementar una fortuna cierta, la acumulaci¨®n. El dinero llama al dinero. Esos pocos hombres que nunca se hartan, no llegan a cinco en las islas, est¨¢n curtidos en relacionarse de t¨² a t¨², entre iguales, paternalistas, familiares. Sobrellevan el riesgo de equivocarse y descuentan con suficiencia una parcial mala consideraci¨®n.
El individuo no necesita mostrar sus credenciales. Ha tejido redes clientelares, un mapa de conexiones y dependencias. Act¨²a ante subordinados, favorecidos de anta?o. En esa actividad de mediador interesado trata de no romper enlaces. Abre y cierra bien puertas sin emisarios. Es adusto y maestro de la seducci¨®n y el tanteo.
Ese comercio se sella solo con palabras, sonidos y gestos, sin papeles ni bancos, solo con papel moneda. O con bienes tangibles, oro, solares, casas, caballos, yates, coches, o un tanto por ciento oculto y permanente en aquello que se logra.
El prototipo del actor de poder paralelo que penetra en la autoridad es alguien paternal y sagaz, sin m¨¢scara y de rostro marm¨®reo; no hay que sentir verg¨¹enza al pedir y cobrar. Un raro respeto se otorga a¨²n a uno veterano y socarr¨®n, curtido en an¨¦cdotas, almac¨¦n de frases hechas de aspecto pseudorural.
Le gusta obrar de or¨¢culo, aparentar, y as¨ª logra un protagonismo y reverencia medi¨¢tica de vieja gloria que critica y debela. Sugiere y amaga, pero nunca dispara. Disparar al que mueve su actividad es un error que no comete.
La leyenda de uno de esos pocos negociantes explica que a cada lado de una carretera importante de Mallorca no haya habido ning¨²n traspaso o recalificaci¨®n en el que la no hubiese intervenido. Asesora e intermedia entre el pol¨ªtico o funcionario y la propiedad, que es su aliado-cliente. Alimenta un prestigio por ser quien maneja el cotarro y tiene los resortes del ¨¦xito.
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