¡°Si no fuese irland¨¦s escribir¨ªa distinto pero escribir¨ªa aun siendo esquimal¡±
John Banville, ¨²ltimo Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, relata en el Festival Coru?a May¨²scula c¨®mo lleg¨® a la literatura
¡°Estoy encantado de estar aqu¨ª. Es como estar en casa, el clima es el mismo, pero el vino es mejor¡±. El ¨²ltimo ganador del Premio Pr¨ªncipe Asturias de las Letras y para muchos firme candidato a obtener el pr¨®ximo Nobel del ramo, John Banville (Wexford, una peque?a ciudad al sur de Dubl¨ªn, 1945) escribe libros puliendo frase a frase como quien talla un diamante o poda un bons¨¢i, pero en directo es divertido como el bebedor de whisky (?o de whiskey?) que dice que es. O m¨¢s exactamente como Benjamin Black, el otro autor que es Banville, el escritor de novelas negras protagonizadas por un forense melanc¨®lico y un punto desdichado, Quirke. ¡°Cre¨¦ a Quirke alto, rubio e irresistible para las mujeres, pero al poco me escribi¨® un lector dici¨¦ndome que me equivocaba, que ten¨ªa el pelo casta?o. Poco a poco, mi forense se fue haciendo m¨¢s peque?o y m¨¢s moreno. Se va pareciendo cada vez m¨¢s a Benjamin Black, algo normal, porque tambi¨¦n Black es un personaje m¨ªo¡±, cuenta John Banville-Benjamin Black desde el escenario del Centro ?gora, en donde inaugur¨® el pasado mi¨¦rcoles el Festival Coru?a May¨²scula. Banville-Black no necesita casi las preguntas del organizador, el escritor Pedro Ramos, ni del numeroso p¨²blico (femenino en un 80%) que abarrota la sala para engranar un discurso que demuestra el t¨®pico de la oralidad irlandesa.
¡°Nac¨ª el 8 de diciembre, que en Wexford era festivo, y siempre lo aprovech¨¢bamos para ir de comprar de Navidad a Dubl¨ªn, as¨ª que para m¨ª los cumplea?os eran algo m¨¢gico y todav¨ªa me parece rom¨¢ntico el olor de los tubos de escape de los buses de mi ciudad. Soy un chico de pueblo, o eso dice mi mujer, que es norteamericana¡±. Aparte de un pueblerino que viajaba a la capital en su cumplea?os, d¨ªa de la Inmaculada, Banville ya de peque?o ten¨ªa claro que lo suyo era la literatura. ¡°Me iba a dar un paseo con mi perro al campo y me entrevistaba a m¨ª mismo: ¡®Bueno, Mr Banville, ?c¨®mo se siente despu¨¦s de haber ganado dos veces el Premio Nobel?¡¯ Siempre he inventado historias para alejarme de mi realidad, porque no estaba a gusto con la familia a la que pertenec¨ªa o el lugar en el que viv¨ªa, y con el paso del tiempo, estas historias fueron haci¨¦ndose m¨¢s realistas¡±, recuerda Banville sus or¨ªgenes como escritor.
Aunque parte de esa pasi¨®n narrativa es colectiva, como todos sabemos. ¡°Contar es parte de lo que somos los irlandeses, de hecho cualquier pol¨ªtico u obispo puede cometer cualquier crimen horrible siempre y cuando tenga detr¨¢s una historia que lo sostenga, que lo justifique¡±, dice, parece que esta vez sin asomo de iron¨ªa, porque denunciar este tipo de asuntos, como ¨¦l hace en sus novelas, ¡°es la raz¨®n por la que no soy demasiado popular en Irlanda. Otros pueden criticarnos, pero nosotros no podemos criticarnos a nosotros mismos¡±.
Aquella Irlanda en la que una mujer embarazada que llevaba un carrito de beb¨¦ se bajaba de la acera para ceder el paso a un sacerdote, una escena que vio en Wexford a los 9 o 10 a?os y que nunca se pudo sacar de la cabeza, cambi¨® a finales del siglo pasado. ¡°Un amigo m¨ªo dice que fue a ra¨ªz de que tuvimos una buena actuaci¨®n en la Copa del Mundo de 1990, aunque no ganamos. En mi opini¨®n el cambio evidente fue en 1992, cuando se descubri¨® que el obispo [Eamon] Casey ten¨ªa una amante estadounidense y un hijo con ella, de 17 a?os y le pasaba una pensi¨®n p¨²blica de la parroquia. En aquel momento comprendimos que ¨¦ramos libres por fin. Apareci¨® U2¡ Todo el mundo empez¨® a ganar dinero y a gastarlo. Ten¨ªamos un paradigma: no pagar impuestos, tener una mujer trofeo, llevar a tu hijo adolescente a rehabilitaci¨®n, a toda velocidad, fumando y hablando por el m¨®vil, hasta que todo se vino abajo. Un poco lo que les ocurri¨® tambi¨¦n aqu¨ª en Espa?a, ?no?¡±.
Pedro Ramos, en el escenario, quiere saber c¨®mo entr¨® Benjamin Black a la palestra, cuando Banville ya era un literato prestigioso. ¡°Cuando empec¨¦ a escribir bajo el seud¨®nimo mi editor no estaba al tanto, no fue hasta que recib¨ª el premio Booker [en 2005 por El mar] que mi agente se reuni¨® con el editor y le dijo: ¡®este el nuevo trabajo de Banville¡¯. Me hubiese encantado verle la cara. Cuando ley¨® el manuscrito me dijo: ¡®esto no es novela negra, esto es literatura¡¯. ¡®No, yo no quer¨ªa esto, quer¨ªa que fuese novela negra, arruinar mi reputaci¨®n, ganar mucho dinero¡¯, le respond¨ª. Es todav¨ªa mi mayor deseo, arruinar mi reputaci¨®n¡±, represent¨® la escena, entre las risas del p¨²blico coru?¨¦s.
Lo cierto es que a Banville ¨Cy se supone que mucho menos a Black- no le gusta nada esa distinci¨®n de g¨¦neros. En repetidas ocasiones ha dicho que esas son etiquetas para distinguir secciones en las bibliotecas, y que si las librer¨ªas estuviesen organizadas por estricto orden alfab¨¦tico, entrar en una ser¨ªa una gran aventura. ¡°La buena literatura est¨¢ en todas partes. Siempre recuerdo que cuando mi mujer y yo compramos un lavavajillas, el manual de instrucciones estaba perfectamente escrito¡±, asegura el novelista, ante unos asistentes que esta vez no saben si creerlo.
Pero el autor de Los infinitos no se toma su oficio a broma. ¡°Si no fuese irland¨¦s, la lengua que utilizo ser¨ªa distinta, porque es distinta del ingl¨¦s brit¨¢nico o del norteamericano, pero ser¨ªa escritor aunque fuese esquimal. La literatura es algo dif¨ªcil de hacer, es un proceso que requiere un tiempo, introspecci¨®n, poner tu vida a su servicio y no todo el mundo puede hacerlo. Una vez se le pidi¨® a varios escritores que compusieran una historia con seis palabras. Me acuerdo de la de Hemingway: ¡®V¨¦ndense zapatitos de beb¨¦ sin usar¡¯. Mi contribuci¨®n fue ¡®Deber¨ªa haber vivido m¨¢s y escrito menos¡¯¡±.
No en vano la misma persona tiene que mantener dos autor¨ªas. Banville y Black no escriben a la vez, ni al mismo ritmo. John Banville es Banville todo el a?o, excepto en verano, una estaci¨®n que no le gusta, y que aprovecha para convertirse en Black. En ese lapso puede acabar un libro de Quirke. Los de Banville le suelen llevar de 3 a 5 a?os de media. ¡°Benjamin es un artesano que est¨¢ elaborando algo, y lo hace lo mejor que puede, y John es lo mismo, pero intenta a?adirle un extra de poes¨ªa¡±, compara. El primero acab¨® en septiembre un libro de Quirke, y despu¨¦s del verano aparecer¨¢ The Blue Guitar? una novela del segundo que acab¨® el pasado diciembre, ¡°as¨ª que los dos hemos tenido un buen a?o¡±.
¡°Los dos son completamente distintos. Yo tengo la pesadilla de ver la l¨¢pida de un Benjamin Black que se hizo famoso, en detrimento de un Banville desconocido. Quiz¨¢ sea Benjamin el que gane el Nobel y Banville el que se quede en casa¡±, resume el autor. Ya sali¨® el tema. Con el Booker que gan¨® con El mar en 2005, empez¨® la racha de grandes premios internacionales, la consideraci¨®n de ser ¡°uno de los mejores autores en lengua inglesa¡± y el sambenito de ser ¡°el pr¨®ximo y probable Premio Nobel¡±. En el escenario, contesta, lac¨®nico y seg¨²n los c¨¢nones, que no piensa en los premios, y que cuando se sienta a escribir no piensa en nada m¨¢s que en escribir, ¡°pero como ser humano me gustan¡±.
Sin embargo, en la cena posterior al acto ya ejerce de Banville. Adem¨¢s de apreciar discreta pero ostensiblemente la diferencia entre el rioja de serie y el menc¨ªa de Ribeira Sacra que acaba sustituy¨¦ndolo, cuenta divertido la raz¨®n por la que se centra en escribir: ¡°Hace unos nueve a?os, una traductora al sueco me mand¨® una serie de dudas que ten¨ªa, y que yo contest¨¦ de una manera un tanto tajante, como que eran una estupideces que se resolv¨ªan con una simple consulta al diccionario. Meses despu¨¦s, en una visita a Dubl¨ªn de miembros de la Academia Sueca, uno de los m¨¢s relevantes me dijo: le presento a mi mujer, aunque creo que ya la conoce: es su traductora¡±.
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