La Jonquera: epicentro de la prostituci¨®n
El municipio fronterizo centra ahora su batalla en sancionar a los clientes tras constatar que las mujeres ni pagan las sanciones ni tienen con qu¨¦ responder
Seis meses, cinco meses, cuatro meses; 24 a?os, 27 a?os, 25 a?os, 28 a?os; rumana, rumana, rumana¡ Las cinco mujeres que acceden a hablar con EL PA?S tienen un perfil similar, son j¨®venes, de Europa del este y, la que m¨¢s, dice llevar seis meses prostituy¨¦ndose en La Jonquera. La Fundaci¨®n Apip-Acam, que asiste a v¨ªctimas de la explotaci¨®n sexual, define el municipio fronterizo con Francia como ¡°uno de los principales n¨²cleos de la industria de la prostituci¨®n y del tr¨¢fico de mujeres con finalidad de explotaci¨®n sexual en toda Europa¡±. En un estudio, divulgado el pasado 15 de abril, afirman que las prostitutas en las calles de la Jonquera se han duplicado (111) desde 2008. La tarde de un martes cualquiera, se puede ver a una docena de ellas, apostadas en rotondas, pilones y viales mal asfaltadas de los gigantescos pol¨ªgonos industriales del lugar.
¡°Llego a las 12, estoy aqu¨ª cuatro o cinco horas, y puedo ganar hasta 500 euros¡±, alardea una de las mujeres, con el cabello te?ido de color rosa. Primero juega, y asegura que ella no vende su cuerpo, que limpia las calles. No quiere fotos, ni nombre, ni ning¨²n dato que pueda servir para que la identifiquen sus familiares, que est¨¢n en Ruman¨ªa. ¡°Tengo una hija, tengo familia¡ ?Qu¨¦ quieres que les cuente?¡±, esgrime. A su lado, dos mujeres m¨¢s, apoyadas en un pil¨®n de cemento, la escuchan, mir¨¢ndola de soslayo, m¨¢s pendientes de los posibles clientes que pasan por la carretera.
En otra rotonda, a unos 500 metros, el conductor de un tr¨¢iler blanco hace una se?al a una joven. Ella se disculpa ante los que preguntan y sale corriendo. Su compa?era de carretera se echa a re¨ªr a la pregunta de si son clientes habituales. La negociaci¨®n no fructifica y a los pocos minutos la mujer regresa sin acuerdo. Aunque no tienen una clientela fija, los hombres s¨ª suelen responder a un patr¨®n: franceses que hacen un viaje corto al municipio para pagar por sexo f¨¢cil y r¨¢pido, o camioneros de paso en la localidad.
¡°50 euros por servicio¡±, asegura una mujer, subida a unas botas negras largu¨ªsimas, con su nombre grabado en unas letras con relieve. Tambi¨¦n ella se niega a ser fotograf¨ªa o identificada¡ a no ser que se pague por ello. Mientras habla, otra joven sale tambale¨¢ndose de unos matorrales que est¨¢n a escasos 50 metros. Es un peque?o refugio, junto a la Nacional II, desde donde se ve el ¨²ltimo peaje de la AP-7 antes de entrar a Francia. Unos minutos despu¨¦s asoma un hombre tambi¨¦n de esa min¨²scula zona de arbustos, camina unos metros y se sube a su motocicleta, con matr¨ªcula francesa, en la que ha llegado. ¡°Ni siquiera lo negociamos aqu¨ª¡±, justifica otra de las prostitutas. La polic¨ªa local las multa si les sorprende con un cliente. Y aunque todos los municipios de la comarca del Alt Empord¨¤ han pactado una normativa seg¨²n la cual las mujeres reciben una falta leve, frente a una grave de los clientes, la consecuencia es que las prostitutas se esconden cada vez m¨¢s para no ser cazadas.
Fen¨®meno enquistado
La Jonquera fue uno de los municipios pioneros en sancionar a mujeres y clientes en sus calles por negociar o practicar sexo, en julio de 2009. El efecto fue inmediato, muchas j¨®venes se marcharon a otras localidades en las que no exist¨ªa esa norma. Quedaron cuatro resistentes, pero poco a poco han ido volviendo. Y las partes han ido tambi¨¦n acercando sus posturas: multar a las mujeres tiene poco sentido porque no pagan ni tienen con qu¨¦ responder, as¨ª que ellas se alejan del centro, y la polic¨ªa sanciona sobre todo a los clientes, que suelen pagar en el momento. ¡°El tema de las multas jam¨¢s ha sido con un af¨¢n recaudatorio, sino disuasorio, con el objetivo de eliminar la demanda¡±, explica la alcaldesa de la ciudad, S¨°nia Mart¨ªnez (CiU).
El Ayuntamiento, junto con los servicios de atenci¨®n en la calle como el de Apip-Acam, busca saber qui¨¦nes son las personas que se prostituyen en sus calles y qu¨¦ necesitan.? ¡°Yo no vivo aqu¨ª¡±, responde otra de las prostitutas. Camina sola, con gran soltura, entre camiones de gran tonelaje, por la calle trasera de otro de los pol¨ªgonos. ¡°Aqu¨ª hay de todo, algunas tienen chulo, otras no¡±, explica. Ella, como todas, repite que ejerce la prostituci¨®n libremente.
Solo seis de las 111 mujeres que identific¨® la Fundaci¨®n Apip-Acam en 2014 se acogieron al plan de v¨ªctimas de trata de seres humanos y explotaci¨®n sexual. M¨¢s de la mitad del total (56,5%) tiene menos de 25 a?os, seguidas por las mujeres de entre 25 y 30 (23,6%). La inmensa mayor¨ªa (82,3%) tienen hijos o hijas menores de edad. Las m¨¢s j¨®venes suelen ser rumanas o b¨²lgaras, y ¡°todas ellas est¨¢n sometidas a fuertes componentes de control y dominio de peque?os clanes familiares¡±, sostiene el informe.
Un coche, con matr¨ªcula francesa, sale de un camino de tierra, en el bosque, que no lleva a ninguna parte. Como copiloto lleva a una mujer a la que deja en cuanto llega a una rotonda. Es otro de los cobijos en los que las prostitutas mantienen relaciones sexuales. El suelo est¨¢ plagado de envoltorios y preservativos usados. Muchos de ellos son de los que reparte la Generalitat, para prevenir enfermedades de transmisi¨®n sexual. Cuando la mujer ve que dos periodistas intentan acercarse a ella, acelera el paso. ¡°No quiero decir nada¡±, repite, mientras mira a su alrededor.
¡°El de la Jonquera es un espacio de promoci¨®n de organizaciones criminales que trafican con mujeres con la finalidad de explotaci¨®n sexual. ?ltimamente se ha detectado una retirada de las mujeres de la primera l¨ªnea de la carretera, lo que provoca dispersi¨®n dentro de una zona territorial m¨¢s amplia y alejada que agrava la exposici¨®n de las mujeres a nuevas formas de extorsi¨®n¡±, concluye el informe elaborado por la Fundaci¨®n Apip-Acam.
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