¡®Que hi ha alg¨²?¡¯
Los servicios se han deshumanizado y nadie atiende a razones, todo externalizado, nadie responsabilizado
No tengo suerte con los cines, seguramente porque a menudo elijo las pel¨ªculas sin tener mucho en cuenta la sala, simplemente por comodidad, en funci¨®n tambi¨¦n de la velada organizada, que a veces incluye una cena o un paseo por Barcelona. Asumo que con la edad, la dieta y las restricciones de alcohol soy cada vez m¨¢s intolerable y refunfu?o cuando las parejas remueven y crujen las palomitas y absorben la Coca Cola con unas pajas kilom¨¦tricas o peor a¨²n en el momento en que los espectadores mayores no atinan a apagar el m¨®vil que les han puesto sus hijos como cord¨®n umbilical por no hablar de las juergas que se monta la chavaler¨ªa a la que el maestro ha mandado a ver Camino a la escuela.
Una sesi¨®n interrumpida
Aunque soy de los que cree todav¨ªa en el ritual del cine, y acepto a los que se distraen sin mirar a la pantalla, no soporto que la pel¨ªcula resulte ininteligible y no se disponga de personal para reparar el da?o causado en un espacio com¨²n regido por el sentido com¨²n, abandonado el espectador a su suerte, se?alado como un mani¨¢tico si se levanta para pedir silencio y poder ver La Casa del Tejado Rojo. No queda m¨¢s remedio sino no hay acomodador que atienda las quejas; se impone la autogesti¨®n o ir en busca de los empleados para reclamar, como me pas¨® el d¨ªa que proyectaban Red Army.
Atrapados en el funicular de Vallvidrera, nadie acude en auxilio
La sesi¨®n se presentaba tranquila, sin sospechosos dispuestos a visionar la pel¨ªcula como si estuvieran en el sof¨¢ de casa, cuando advertimos que los subt¨ªtulos quedaban cortados, parcialmente fuera de foco, y no hab¨ªa manera de que quienes no entend¨ªamos la versi¨®n original pudi¨¦ramos seguir los di¨¢logos. As¨ª que alguno empez¨® a protestar, a silbar y despu¨¦s a gru?ir, ya puesto en pie de cara al proyector sin saber que all¨ª no hab¨ªa ni Dios. La m¨¢quina no se detuvo hasta que una espectadora sali¨® de la sala y se person¨® en las taquillas para advertir del fallo y exigir que pusiera el documental desde el principio.
Vuelta a empezar en cinco minutos, de nuevo se repiti¨® el error, otra vez la bronca, m¨¢s presi¨®n para la taquillera, todos renegando contra la automatizaci¨®n, sin mediar explicaci¨®n ni consuelo, que al fin y al cabo es lo que pide la gente de bien. El mismo cabreo que siente el que se ha quedado atrapado en un parking inteligente o en el funicular de Vallvidrera, como me pas¨® el domingo en que cumpl¨ªa como socio de Senglars, el equipo que entrena mi compa?ero Jordi Quixano. Llegu¨¦ tarde al partido porque una docena de ciudadanos nos quedamos encerrados en la cabina diez minutos, sin m¨¢s acompa?amiento que una alarma a la que nadie atend¨ªa y un altavoz que informaba de que no pod¨ªan montarse m¨¢s de 50 personas o 3.500 kilos.
Muchos advertencias y ning¨²n remedio para los ataques de p¨¢nico, como el que sufri¨® una se?ora que se vio separada de su ni?o y marido, sin que se pudiera entrar ni salir del funicular, igual de imposibilitados los de fuera que los de dentro, peleados la mayor¨ªa por tocar dos botones igual de in¨²tiles, uno verde y otro rojo, incapaces de acallar aquel zumbido que destrozaba cualquier o¨ªdo menos el del jefe de estaci¨®n. Ni sub¨ªa ni bajaba la cabina y nadie acud¨ªa en nuestro auxilio, circunstancia que alter¨® la convivencia de los afectados, varios enfadados con dos pasajeros que se montaron con sus bicicletas y alguno de muy mal humor por el ladrido de un perro con malas pulgas.
Deshumanizaci¨®n
Me acord¨¦ de La Cabina y tambi¨¦n del padre del que invent¨® el funicular de Vallvidrera, sobre todo cuando nadie respond¨ªa a las llamadas del interfono, hasta que arranc¨® por la misma regla de tres que se hab¨ªa parado, como si no hubiera pasado nada, de nuevo en ruta, deseosos la mayor¨ªa de huir de la cabina y poner a caer de un burro al primero que se cruzara por la calle, que en mi caso fue el ¨¢rbitro del encuentro del Senglars. A menudo pagan justos por pecadores cuando se necesita descargar la ira y no hay quien se ofrezca de mediador.
Los servicios se han deshumanizado y nadie atiende a razones, todo externalizado, nadie responsabilizado. Pocas veces me sent¨ª tan solo y desesperado estando tan acompa?ado como en aquel funicular, hasta que regres¨¦ al cine y me encontr¨¦ con una pandilla de desalmados que se montaban una fiesta con chuches y litronas mientras se proyectaba La Oveja Shaun. Me ofrec¨ª de acomodador, pero me di cuenta de que me sacar¨ªan a patadas de la sala y decid¨ª regresar a casa con los Ferrocarrils de la Generalitat. Ya acomodado, despu¨¦s de escuchar por los altavoces un par de mensajes de urbanidad respecto a la utilizaci¨®n de los asientos, nos tiramos un rato sin que el tren arrancara a la hora prevista, retraso que provoc¨® la salida al and¨¦n de un pasajero al grito de: ¡°?Que hi ha alg¨²?¡±.
Hoy, al subir al bus 24, se mont¨® un revisor al que recib¨ª emocionado despu¨¦s de exhibir mi T-10. Y respondi¨®: ¡°Bon dia, gr¨¤cies¡±
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