El ¡®freak¡¯ y el ¡®folk¡¯

No fue un concierto en el sentido convencional lo de Devendra Banhart y Andy Cabic del lunes en el Teatro Lara, sino el encuentro de dos buenos amigos que canturrean con sus guitarras sobre el escenario como lo har¨ªan en sus porches. Lejos de un repertorio planificado y m¨¢s all¨¢ de satisfacer peticiones de los oyentes, hab¨ªa algo de caprichoso, divertido y err¨¢tico en esa sucesi¨®n de cl¨¢sicos particulares, piezas nuevas esbozadas e interpretaciones que se abortan a los pocos compases porque ni las estrofas ni los acordes vienen a la mente. Si aceptamos a¨²n la definici¨®n de freak-folk, Devendra asumi¨® sin rubor la parte freak mientras Andy, mucho m¨¢s comedido, encarnaba la esencia folk. El art¨ªfice de Vetiver sali¨® favorecido en este reparto de papeles, acaso porque la espontaneidad de Banhart borde¨® a ratos el delirio: no solo elucubr¨® sobre los efectos del speed en la escritura, sino que propuso, entre otras ocurrencias, que las papeletas electorales incorporen el nombre de las mam¨¢s de los candidatos.

A golpe de espontaneidad y cercan¨ªa, hab¨ªa algo del esp¨ªritu de Newport o el Greenwich Village en esta comparecencia pintoresca. Sus protagonistas ejercen de amigos complementarios, lo mejor que le puede ocurrir a cualquier pareja. El primero oculta ahora su belleza cl¨¢sica con una barba hipster a lo Cat Stevens mientras Cabic parece cada vez m¨¢s un Paul Simon de la costa oeste, y no solo por su viserita. Devendra explota la gen¨¦tica venezolana y la herencia del folclor latinoamericano mientras su socio se instala en el Neil Young de Everybody knows this is nowhere, a caballo entre los sesenta y los setenta. Y los dos, si quieren, disponen de un cancionero maravilloso: m¨¢s introvertido el de Vetiver, mientras Banhart exterioriza sus melod¨ªas dibujando garabatos en el aire, como quien rellenara un pentagrama transparente y tridimensional.