Invasores del espacio p¨²blico
El estudio creativo Truthbehind404 denuncia las mercantilizaci¨®n de las calles
Space Invaders fue aquel videojuego pionero, lanzado en 1978, en el que con una nave espacial hab¨ªa que aniquilar a hordas de marcianitos pixelados. Para la gente del estudio creativo Truthbehind404 tambi¨¦n hay marcianitos invasores en la ciudad: los mupis (soportes publicitarios) que ocupan el espacio p¨²blico. Y para luchar contra ellos han creado el proyecto Public Space Invaders.
El proyecto consta de tres partes: un videojuego similar al original en el que en vez de disparar a alien¨ªgenas se dispara a mupis, un v¨ªdeo que dramatiza la tremenda invasi¨®n (ambos se pueden ver en la web www.truthbehind404.com) y una intervenci¨®n en el mundo de carne y hueso, concretamente en los mupis de la calle Doctor Esquerdo.
En 15 de los soportes publicitarios de esa v¨ªa el ciudadano de a pie puede encontrar un c¨®digo QR para descargarse el videojuego y una memoria USB donde compartir con sus cong¨¦neres cualquier tipo de archivo. ¡°La idea es conseguir que estos chismes tengan una utilidad m¨¢s all¨¢ del fin comercial para el que est¨¢n pensados, conseguir una interacci¨®n con algo que est¨¢ pensado para la comunicaci¨®n unidireccional¡±, explica C¨¦sar P¨¦rez Herranz, el creador del estudio que ha desarrollado este proyecto junto con Ancor del Valle y Berta Rivas. En definitiva, se trata de convertir esa calle en una red P2P para compartir archivos. Uno puede dejar ah¨ª un ebook, por ejemplo, para que otro lo recoja, como en un bookcrossing digital. O guardar las fotos de sus vacaciones para que todo el mundo las vea.
¡°Las estructuras que encontramos en la ciudad no son nada inocentes¡±, contin¨²a P¨¦rez Herranz, ¡°muchas tratan de rentabilizar el espacio p¨²blico. Pueden ser mupis, terrazas, o plazas duras, sin ning¨²n tipo de equipamiento para el ciudadano, como la de Callao, que se ocupa constantemente con promociones comerciales. Esto evita que la gente pueda utilizar la calle para otras cosas¡±. Una denuncia sobre c¨®mo el mercado acaba por ser responsable del dise?o de la urbe. A este respecto, en un proyecto anterior, titulado Make a sity, el estudio abogaba por el dise?o colectivo de piezas de mobiliario urbano, para que la propia ciudadan¨ªa amueblara una ciudad en la que cada vez escasean m¨¢s los bancos p¨²blicos. Por ejemplo, tambi¨¦n, en Callao. ¡°Amueblar la ciudad la hace nuestra¡±, rezaba el lema.
Otro de los anteriores proyectos fue la creaci¨®n de un pa¨ªs ficticio situado entre el la Radial 2, la M-40 y el extremo oeste del PAU de Valdebebas. En esa parcela vac¨ªa de 318.000 m2 se fund¨® la rep¨²blica soberana de Haut?via, para la que el estudio dise?¨® y fabric¨® una bandera, pasaportes, sellos y hasta una divisa (el haut?). Cientos de personas se hicieron ciudadanos de este pa¨ªs v¨ªa internet y algunos convirtieron sus casas en embajadas (llegaron a tener representaci¨®n en Latinoam¨¦rica). La acci¨®n describ¨ªa la forma trivial en el que se construye el relato sobre el que se apoya una naci¨®n.
Desgraciadamente para sus nacionalizados, Haut?via nunca lleg¨® a ser reconocida por ning¨²n otro estado. La pregunta que queda flotando en el aire de la periferia es qu¨¦ hubiera pasado si los haut?vianos se hubieran contado por millones y hubieran reclamado activamente su derecho a la autodeterminaci¨®n.
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