Fingir ante un p¨²blico invisible
'Fingir', un juego de Lidia Gonz¨¢lez Zoilo y David Franch, pareja especializada en cuestionar la verdad esc¨¦nica en la sala Hiroshima
Si tu sue?o de despertar alg¨²n d¨ªa con la transparencia del hombre invisible se presenta como algo inalcanzable, siempre queda la alternativa de asistir a una funci¨®n de Fingir del Colectivo 96¡ã y ser ¡°el espectador ficticio¡±. Con un simple escapulario tama?o A4 colgado del cuello desapareces. Te miras y te ves. Te mira y te ve el p¨²blico que te acompa?a en la Sala Hiroshima. Pero para Lidia Gonz¨¢lez Zoilo y David Franch eres ahora s¨®lo una referencia en el espacio para ensayar c¨®mo fijar la mirada en el espectador in pectore que ocupar¨¢ tu lugar. Eres un futurible.
Un juego que la pareja especializada en cuestionar la verdad esc¨¦nica y la memoria rompe cuando les viene en gana. Ahora no est¨¢s. Ahora est¨¢s para practicar con la actriz t¨¦cnicas de falso beso. No existes y cuando vuelves a existir eres un gal¨¢n ¨Co su doble de luces¨C de los a?os cincuenta, con tus labios en contacto con su mejilla derecha, cerca de la comisura de la boca, pero con la suficiente recatada distancia para mantener la acci¨®n en el terreno del simulacro. Fingir, ese es el tema central de esta propuesta que parece teatro y lo es si regresamos a la teatralidad libre y espont¨¢nea de los ni?os cuando dedican sus horas a hacer ver que son personajes reales o ficticios. Un teatro de lo invisible, de la imaginaci¨®n pura, donde todo es posible, hasta un combate a muerte con un drag¨®n entre el fragor de una gran cascada de agua. Y morir como mueren los ni?os, con un cuchillo de mentira. Y sorprender, como lo hacen los mayores, cuando el drag¨®n aparece tatuado en la piel de David y Lidia, y descubres que un tatoo puede ser una cr¨®nica dibujada, como en El hombre ilustrado de Bradbury.
Fingir
De Lidia Gonz¨¢lez Zoilo.
Int¨¦rpretes: David Franch y Lidia Gonz¨¢lez Zoilo.
Sala Hiroshima, Barcelona, 12 de junio.
Los micro-relatos con los que escriben sus ficciones confluyen en un ¨²nico punto en com¨²n: la emoci¨®n escenificada, interpretada. ?Es necesario que el actor sienta en ese mismo instante para tocar las entra?as del p¨²blico, o basta una cartulina que tapa su rostro con una emoci¨®n fotografiada para trasmitir todo un cat¨¢logo de sentimientos? La violencia extrema puede ser una coreograf¨ªa de pressing catch, y una historia de amor y ruptura un viaje del pasado al presente con un amante que nunca ha existido y que casualmente tiene el aspecto de un espectador que nunca tendr¨¢ ning¨²n significado para la actriz que explica con detalle una relaci¨®n frustrada. Quiz¨¢ ¨¦l no sea el otro, y quiz¨¢ la experiencia de ella fue real, con otro nombre y otro cuerpo. Quiz¨¢ el recuerdo sea m¨¢s real que los personajes que lo comparten en ese instante. Como las voces que no siempre surgen de la mente que verbaliza la experiencia. Pueden ser voces prestadas o intercambiadas. Siguen jugando con el ser y no ser hasta que se cansan de ensayar mentiras y se marchan. El p¨²blico permanece, invisible.
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