Regreso a la casa del ritmo
El festival arranca con un tiempo espl¨¦ndido y felices expectativas
![Jacinto Ant¨®n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fd95ad6a9-2f34-4f5b-89ec-ae39133965dc.png?auth=672bc54fe16083324b97a7e23f3d2e99a936333529c7e95ef224ac86d3fa5a18&width=100&height=100&smart=true)
![Asistentes al S¨®nar de D¨ªa, este jueves.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5HMMGU4JZCDLCDK7ASYODCCKQY.jpg?auth=9687a236476e7751793c9edae6908f178094df5583c32d9abf188873d605affb&width=414)
Hay un momento muy emocionante al principio de cada edici¨®n de S¨®nar. Es cuando accedes al Village siguiendo el rumor de la m¨²sica que llega de lejos, como si fueras tras la melod¨ªa de un flautista de Hamelin tecno, y te das contra esa masa de sonido poderoso, puls¨¢til, con los graves masaje¨¢ndote el alma o cualquier ¨®rgano sensible ah¨ª dentro entre el cuello y la ingle. Te quedas detenido un segundo por la intensidad del reencuentro y la bofetada sonora y te dices como una imposible Karen Blixen fan de The Chemical Brothers: ¡°Estoy donde tengo que estar, jo¡±.
Se ha repetido la ceremonia de arranque este mediod¨ªa en el recinto del S¨®nar de D¨ªa en la Fira de Montju?c. M¨¢s rotunda la emoci¨®n si cabe porque desde 2013 que cambi¨® de ubicaci¨®n el festival llegas al Village y sus esplendores de hierba (artificial) a trav¨¦s de una rampa-corredor que sugiere intensamente el pasaje del Coliseo por el que entraban los gladiadores. De hecho algunos de los que han accedido temprano luc¨ªan miradas decididas dignas de los compa?eros de M¨¢ximo D¨¦cimo Meridio, eso s¨ª, con chancletas.
Ha sido posible encontrase con los directores del S¨®nar que se han mezclado con la tropa para testar el primer ambiente. Sergio Caballero, alejado de las vanas elegancias de otros directores de eventos similares ¨Cde hecho el otro d¨ªa no le dejaban entrar en su propio festival-, ten¨ªa todo el aspecto de un guiri perdido en busca de la playa de la Barceloneta. Incluso portaba una toalla al hombro. He aprovechado para sugerirle la instalaci¨®n de una piscina en el Village, que ser¨ªa cosa de verse. Y me ha contestado palideciendo: ¡°?Solo faltar¨ªa¡±.
El recinto de S¨®nar es enorme que no te lo acabas. En el S¨®nar + D es posible ver cosas que no creer¨ªais, literalmente. El oval sound controlado por ordenador, y sobre todo lo que ofrecen los equipos de realidad virtual. Un joven con la camiseta del Bayern de Munich parec¨ªa cazar moscas con un visor que le tapaba media cara. A saber lo que estaba viendo. Al parecer ¨Cla cola ya era larga- unos ind¨ªgenas navajos que flotan ante ti mientras est¨¢s en ese trance cibern¨¦tico. En otro ¨¢mbito que permit¨ªa experimentar tambi¨¦n con la realidad virtual, varios usuarios permanec¨ªan sentados en lo que parec¨ªan los bancos de un ¨¢rea de descanso de autopista ¨Csensaci¨®n acrecentada por una gran imagen de un hayedo en la pared- concentrados en sus m¨¢scaras con un aspecto as¨ª como del C¨ªclope de Patrulla X.
En el S¨®nar + D es posible ver cosas que no creer¨ªais, literalmente.
De un cub¨ªculo han brotado grandes aplausos para un individuo en una tarima. No era el Club de la Comedia, sino Yancey Strichton dando la charla Defining creative freedom, parte de la programaci¨®n del congreso de S¨®nar + D paralelo a la parte l¨²dico-musical del festival.
Ya en el Village ha sido posible realizar una somera estad¨ªstica de vestuario: bermudas 42, pantalones largos 8, bikini 1, ?pero qu¨¦ bikini! Apuntar que una chica llevaba un traje de pl¨¢stico, lo que la obligaba a mantenerse en la sombra. Pinchaba en vivo Skygaze desde una especie de gui?ol lateral del escenario y ya hab¨ªa gente bailando. Los espectadores han ido entrando a oleadas, como un desperdigado pueblo n¨®mada que regresa del exilio a sus lugares de culto para las ceremonias del solsticio (tan cercano ya). Han llegado con sus tatuajes, gafas polarizadas, talismanes, gorros de mil tipos y al menos uno con un canuto de hierba colosal (ha sido generoso con los vecinos). Se ha constatado el curioso fen¨®meno ornitol¨®gico de que las aves reh¨²san sobrevolar el Village y ponen alas para que os quiero ante las embestidas sonoras. Son poco modernas, las aves: otra prueba de que descienden directamente de los dinosaurios.
Este a?o, como en otros festivales europeos, en S¨®nar no se puede usar dinero met¨¢lico: la pulserita de acceso sirve de monedero electr¨®nico que hay que cargar en puntos Cashless del recinto ¨Cde momento parecen suficientes-. Este enviado especial se ha cargado 15 euros que se ha gastado en 1 hamburguesa ecol¨®gica + una coca-cola zero + una cerveza para una italiana que se ha quejado mansamente y tonteando de haber dejado todo su pecunio en Tur¨ªn y estar deshidratada. Volviendo a la hamburguesa, estaba de cine (tambi¨¦n), digna de The Spotted Pig, el bar favorito de Lou Reed en otro Village ¨Cel de Nueva York-. La oferta gastron¨®mica, distribuida simp¨¢ticamente en camionetas vintage, se ha revelado variada. De la ensaladita al ceviche y el burrito de pollo, sin olvidar el puesto de butifarra catalana. Habr¨¢ que ver qu¨¦ pasa con ritmo de servicio y el sistema de pago cuando esto est¨¦ a petar. De momento, pasa aire en el Village, y chicas muy guapas y chicos musculados, todos con aspecto radiante (todav¨ªa), y suena la m¨²sica¡
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