Incendiando el escenario
El cuarteto de los malotes maquillados derrocha watios y pirotecnia en un espect¨¢culo tan ameno como inofensivo
Asistir a un concierto de Kiss equivale a presenciar la grabaci¨®n de un gigantesco videoclip de Kiss. Todo cuanto pudiera acontecer para abrumar t¨ªmpanos y retinas acaba sucediendo: hay plataformas giratorias, incesantes lenguas de fuego y pirotecnia de 'masclet¨¢'; Gene Simmons abre sus fauces sanguinolentas como un murci¨¦lago insaciable antes de salir propulsado por el cielo ('God of thunder'), Paul Stanley cruza el pabell¨®n en vuelo rasante mientras se pavonea con 'Love gun' y para el inapelable fin de fiesta, 'Rock and roll all night', se pulverizan las reservas de confeti de toda la ciudad. Kiss demostr¨®, en suma, este lunes en el Barclaycard Center que se ha convertido en la mejor banda posible de homenaje a Kiss.
Y la hinchada lo agradeci¨® con la euforia y el llenazo que la ocasi¨®n merec¨ªa: el circo cl¨¢sico del rock siempre es una fiesta resultona, y en lo que a esta se refiere siempre sospechamos que no queden demasiadas oportunidades para disfrutarla.
Nada que no estuviera inventado desde m¨¢s de tres d¨¦cadas atr¨¢s sucedi¨® esta vez en el pabell¨®n, desde luego. Solo sonaron dos exiguos e irrelevantes temas posteriores a 'Lick it up' (1983) y tanto Stanley como Simmons, los amos del cotarro, parecen versiones maquilladas (perd¨®n por la redundancia) de lo que fueron. Pero con Kiss sucede como con esos chistes que, aun despu¨¦s de haberlos escuchado en docenas de ocasiones, siguen provocando una media sonrisa. Paul habr¨¢ perdido poder¨ªo en las cuerdas vocales, sin duda, pero no capacidad para la zalamer¨ªa. Y su compromiso con el espect¨¢culo incluye hacernos creer que asistimos a una ceremonia ¨²nica e irrepetible. "Esta es la noche. Lunes 22. Nunca la olvidar¨¦is", arengaba el neoyorquino a la multitud antes de pedir a los realizadores una panor¨¢mica por todo el pabell¨®n. Quer¨ªa ver a su "ej¨¦rcito", dijo, "porque sois preciosos".
Hubo alg¨²n destello de humor, de paso; como cuando Stanley, chapurreando algo de castellano, pregunt¨® si prefer¨ªamos que cantase 'Cucurrucuc¨² Paloma' o 'Creatures of the night'. Pero por encima de todo prevalece el esfuerzo pirot¨¦cnico (valga otra vez el verbo redundante) de estas cuatro avejentadas 'vedettes' del rock duro. Unos tipos que, aun en su caricaturesca condici¨®n actual, siguen incendiando el escenario en todas sus acepciones. Solo que hoy, lejos de su pret¨¦rita condici¨®n de chicos malotes, se han convertido en una alternativa c¨¢ndida para ponerle los cuernos al mundo, una simp¨¢tica pantomima tolerada para todos los p¨²blicos.
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