Elegancia, sensualidad y cig¨¹e?as
Hermosa velada de inauguraci¨®n del festival de Peralada con el Ballet de B¨¦jart
Pasaba de la medianoche, las estrellas brillaban en lo alto y arrancaba el Bolero de Ravel en la famosa coreograf¨ªa de Maurice B¨¦jart. El p¨²blico en masa se tens¨® en sus asientos para conectarse a la electrizante ceremonia de esa danza de un crescendo tan excitante que casi roza lo obsceno a la par que lo sublime. Una mujer mayor en la fila de delante incluso se vio en la necesidad de conjurar el efecto que le produc¨ªa el sensual espect¨¢culo de cuarenta bailarines con el torso al aire que mov¨ªan la pelvis al comp¨¢s del maestro Ravel alrededor de una bailarina (Elisabet Ros): ¡°?Jes¨²s!¡±, musit¨® arremang¨¢ndose imperceptiblemente el vestido de seda mientras conflu¨ªan en ella el s¨ªndrome de Stendhal y el de Bo Derek. La velada entraba en su momento culminante. Era imposible no dejarse arrastrar por ese bombeo puls¨¢til que emanaba desde el escenario en busca de un cl¨ªmax colectivo. Las ¨²ltimas notas del Bolero, seguidas de un atronador aplauso y un entusi¨¢stico y liberador pateo que taparon alg¨²n jadeo, pusieron un broche insuperable a la inauguraci¨®n de Festival Castell de Peralada, coronando la actuaci¨®n del B¨¦jart Ballet Lausanne, formaci¨®n heredera del desaparecido core¨®grafo, uno de los genios de la danza moderna.
La velada congreg¨® entre el p¨²blico a una buena representaci¨®n de lo m¨¢s granado de la sociedad catalana, que se puso de tiros largos ¨Cincluso muy largos- para la ocasi¨®n. El ambiente era magn¨ªfico y la atm¨®sfera viscontiniana, con alg¨²n toque casero como la larga cola ante el puesto donde te llenaban el platillo de jam¨®n ib¨¦rico. En el lago con surtidor bajo la torre del castillo nadaban una pareja de cisnes y sus tres cr¨ªas y las cig¨¹e?as, que luego crotorearon durante la representaci¨®n, sobrevolaban las mesas del c¨®ctel de bienvenida en la zona del bufet. Artistas, empresarios y pol¨ªticos conversaban animadamente. El exalcalde Xavier Trias pese a lo buc¨®lico del escenario no bajaba la guardia y se declaraba ¡°muy enfadado¡± por c¨®mo est¨¢ haciendo las cosas el nuevo Gobierno municipal. Seguramente el Bolero le habr¨¢ evocado a alg¨²n personaje del entorno de Colau aunque hay un abismo entre el erotismo de B¨¦jart y el posporno.
El programa del ballet se abri¨® con una vistos¨ªsima coreograf¨ªa con m¨²sica barroca que inclu¨ªa algunos pas de trois de una belleza que quitaba el aliento y aqu¨ª he de confesar mi arrebatado entusiasmo por la maravillosa bailarina Kathleen Thielman, con un aire a la Thurman, de una delicadeza y una hermosura et¨¦reas dignas de un prerrafaelita en estado de gracia (?Waterhouse, saca el pincel!). El espect¨¢culo en su conjunto fue precioso, aunque hubo quien, con criterio, no dej¨® de se?alar que en general el elenco masculino estaba t¨¦cnicamente por debajo del femenino, con alg¨²n bailar¨ªn justito para el ilustre nombre de la compa?¨ªa. En todo caso es innegable que danza y marco se conjugaron m¨¢gicamente para despertar en el m¨¢s esc¨¦ptico una irreprimible sensaci¨®n de j¨²bilo y de goce est¨¦tico de primer orden.
La coreograf¨ªa Shakti III nos transport¨® a la India con otra sensual¨ªsima exhibici¨®n de baile sobre fondo de sitar y tabla que conjuraba las im¨¢genes de Kurajao y los misterios del tantrismo ¨Cm¨¢s de uno se abanic¨® compulsivamente con el programa ante los movimientos de cadera de Marsha Rodr¨ªguez en el papel de la consorte de Shiva- . El impromptu pour Perelada nos llev¨® por terrenos decididamente m¨¢s melanc¨®licos con la famosa Gymnopedia de Erik Satie. Y Historie d¡¯eux nos traslad¨® en brazos de Purcell a los amores de la reina Dido y Eneas, juguetes del destino y de los dioses, con una encandiladora actuaci¨®n de Elisabet Ros.
A lo largo del espect¨¢culo pudieron verse esos tableaux, esas agrupaciones de bailarines congelados juntos en poses muy expresivas que son uno de los rasgos m¨¢s b¨¦jartianos. Yo no pod¨ªa dejar de pensar en las fotograf¨ªas de gran formato en blanco y negro del Ballet del Siglo XX que cubr¨ªan las paredes de las aulas del Institut del Teatre de Barcelona en la calle de Elizabets y en los que todos los aspirantes a actores, mimos y bailarines nos reflej¨¢bamos con admiraci¨®n y anhelo en los setentas, cuando te modelabas para ser de B¨¦jart o del Living Theatre . Aquellos bailarines de las fotos deben haber desaparecido ya de escena, como lo han hecho B¨¦jart y su estrella Jorge Donn ¨Cal que nunca dejar¨¦ de recordar no en el papel central del Bolero, que tambi¨¦n, sino como Malraux atado al estilo de un moderno tit¨¢n a las palas de una h¨¦lice de aeroplano en la pieza que le dedic¨® al autor de L¡¯Espoir-. Pero anoche el esp¨ªritu de B¨¦jart, voraz amante de la vida, el de Donn y el de todos aquellos bailarines de las fotograf¨ªas se pase¨® por los jardines del castillo de Peralada reencarnado la belleza en belleza.
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