Legal, pero poco ¨¦tico

Una mujer mete en una bolsa las prendas que se le han quedado peque?as a su beb¨¦, se desplaza hasta un contenedor de ropa usada y las deposita en ¨¦l. Lo hace porque piensa que de esa manera las camisas, los jers¨¦is, los pantalones¡­ podr¨¢n ser utilizados por otros ni?os cuyos padres no puedan compr¨¢rselas. ?C¨®mo ha llegado a esa conclusi¨®n si nadie le ha dicho tal cosa? Tres pistas:

Una. Los nombres de los contenedores dan a entender que la ropa se destina a necesitados. Humana, Ecotextile Solidarity¡­

Dos. El logo y hasta los colores sugieren que su fin es ben¨¦fico. Juegan con las ideas de cooperaci¨®n, desarrollo, ayuda. El de Humana muestra un globo terr¨¢queo y una frase: ¡°Fundaci¨®n Pueblo para Pueblo¡±. De la gente para la gente. Los de Ecotextile Solidarity, el logotipo del Ayuntamiento de Madrid.

Tres. A menudo los contenedores est¨¢n situados junto a iglesias o colegios. As¨ª, esas instituciones parecen bendecir su uso.

Esa madre que se aleja ahora con las manos vac¨ªas no sabe que la ropa de su beb¨¦ servir¨¢ efectivamente de ayuda, pero no de los m¨¢s necesitados, sino de la cuenta bancaria de unos cuantos. El de la ropa usada no es un mercado solidario, sino un negocio con grandes beneficios. Un negocio que juega con el equ¨ªvoco para atraer a incautos cuyas prendas acabar¨¢n siendo vendidas en mercadillos y tiendas. Un negocio en el que el Ayuntamiento de Madrid act¨²a de intermediario a cambio de 612.000 euros anuales.