El mito de la ¡®Smart City¡¯
Con las nuevas tecnolog¨ªas, nos dicen, lograremos ciudades maravillosas y ciudadanos felices
La tecnolog¨ªa no siempre juega a favor de los ciudadanos. En 2010 IBM lanz¨® una campa?a publicitaria ¡ªSmart Cities Challenge¡ª y en 2011 un nuevo producto ¡ªIntelligent Center for Smarter Cities¡ªdirigido a un p¨²blico espec¨ªfico y extenso: los gobiernos locales. Ofrece utilizar las tecnolog¨ªas inform¨¢ticas y digitales para abordar problem¨¢ticas urbanas relativas a cuestiones como transportes y movilidad, salud p¨²blica, vivienda, seguridad ciudadana, estado del espacio p¨²blico, gesti¨®n de los servicios urbanos, reconversi¨®n de zonas degradadas, etc¨¦tera. La informaci¨®n y las soluciones que se barajan devienen tan ¡°objetivas¡± como los ¡°mercados¡± y las grandes empresas de servicios (con frecuencia m¨¢s privadas que p¨²blicas) se presentan como poseedoras de las respuestas. Algunas grandes ciudades compraron el producto, Rio de Janeiro la primera, con resultados m¨¢s que dudosos.
?A qu¨¦ se debe la emergencia de este mercado y el ¨¦xito del eslogan Smart City? Por una parte, a que las Administraciones locales son de facto menospreciadas por los Estados. Poseen escasos recursos en relaci¨®n con las demandas sociales y, excepto a las grandes ciudades, se las ignora y con frecuencia se las considera ¡°localistas¡± y reacias a la modernizaci¨®n. Por otra parte, las instituciones pol¨ªticas y los partidos han perdido credibilidad pero los ciudadanos siguen teniendo cierta confianza en los gobiernos locales, en cuyo marco pretenden conquistar sus derechos y reivindicaciones. Las din¨¢micas participativas y las pol¨ªticas neoliberales han coincidido, sin pretenderlo, en la revalorizar las pol¨ªticas locales. En unos casos con vocaci¨®n democr¨¢tica y en otros para transferirles competencias inasumibles y favorecer las privatizaciones.
En este entorno, global y local, las ciudades han emergido como actores sociales y sus ¨¦lites las publicitan como globales, competitivas, sostenibles, integradoras, inteligentes, del conocimiento, participativas, etc¨¦tera. Unas etiquetas que en muchos casos sirven para legitimar pol¨ªticas locales contradictorias con los objetivos que se anuncian. Se vende la ciudad en beneficio de unas minor¨ªas que se lucran con los acelerados procesos de acumulaci¨®n de capital mediante usos depredadores, intervenciones especulativas y mercados cautivos.
IBM no es una ONG, ni un organismo bien intencionado de Naciones Unidas. Es una empresa integrada en el capitalismo financiero global que solo busca el lucro a corto plazo, para lo cual precisa la comprensi¨®n de los gobiernos nacionales y la complicidad de las grandes empresas de servicios. Es una gran multinacional que sirve y se sirve de los poderes pol¨ªticos y econ¨®micos de cada pa¨ªs. En la pr¨¢ctica persigue tres objetivos. Primero, vender hardware ¡ª en muchos casos sobredimensionado¡ª aprovechando el papanatismo de pol¨ªticos que pretenden una v¨ªa r¨¢pida a la ¨²ltima modernidad. O por complicidad corrupta. Es escandaloso el despilfarro que se produce en nombre de la tecnolog¨ªa y de la informaci¨®n. Segundo: se ofrece un conjunto de ¨ªtems e indicadores sectoriales que no tienen relaci¨®n entre s¨ª, lo que supone ignorar las necesidades de las poblaciones, pues la vida urbana requiere pol¨ªticas integrales e intedependientes. Gran parte de la informaci¨®n no es de f¨¢cil acceso ni de f¨¢cil comprensi¨®n para la gran mayor¨ªa, y en muchos casos, es adem¨¢s poco significativa. La magnitud de las desigualdades, por ejemplo, no aparece.
Tercero: se uniformizan las pol¨ªticas al margen de las estructuras, comportamientos sociales, cultura, historia o prioridades de cada lugar. Es la versi¨®n tecnoecon¨®mica de la ¡°ciudad gen¨¦rica¡±. Las ciudades pierden identidad colectiva y la ciudadan¨ªa se atomiza. Los ciudadanos lo son cuando son ¡°conciudadanos¡± y se pueden identificar con su lugar. Con las ¡°nuevas tecnolog¨ªas¡±, nos dicen, conseguiremos ciudades maravillosas y ciudadanos felices. En el Foro Urbano de Medell¨ªn, en 2014, escuch¨¦ decir a un alcalde de una gran ciudad europea que con las TIC se resolver¨ªan las desigualdades sociales.
IBM ha puesto de moda el anglicismo Smart City que sugiere inteligencia, inmediatez, accesibilidad a todo tipo de conocimientos, progreso, ultramodernidad al alcance de todos, etc¨¦tera. En sus inicios, las tecnolog¨ªas transformadoras de la vida social representan una promesa. Pero en sociedades altamente desiguales y poderes pol¨ªticos c¨®mplices, sus usos sociales se pervierten. Sucedi¨® en las anteriores revoluciones industriales y ocurre ahora con la informatizaci¨®n. La historia nos ense?a que las promesas de las grandes innovaciones tecnol¨®gicas han servido para lo bueno o para lo malo, para mayor¨ªas o para minor¨ªas, con efectos positivos o todo lo contrario. En todo caso no son neutras. Sus usos han sido casi siempre ambivalentes. Depende de qui¨¦n las produce, las vende, las compra y de qui¨¦n se apropia de su uso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.