La cuesta de Moyano, en crisis a los 90
El mercado de libros de segunda mano, que naci¨® en 1925 en el Paseo del Prado, no ha logrado atraer a los j¨®venes y los bibli¨®filos han ido desapareciendo
Sentado en un peque?o banco de madera, Alfonso Riudavets ¡ª81 a?os, bata azul, boina gris, gesto adusto¡ª mira a quienes manosean alrededor de una mesa improvisada los libros que vende. Cada tanto, alguien se le acerca para preguntarle cu¨¢nto cuesta un ejemplar o directamente para pagarle el que han decidido llevarse. Detr¨¢s de su gruesa y respetable figura, don Alfonso tiene apilados ¡ªen riguroso desorden¡ª unos 4.000 libros, seg¨²n calcula ¨¦l mismo, con las p¨¢ginas amarillentas. ¡°Alguna joya tendr¨¦ entre todo esto, digo yo. O bueno: alg¨²n libro bueno, importante. Porque los tiempos han cambiado¡±, dice con aparente resignaci¨®n el hombre que, desde 1967, atiende la caseta n¨²mero 15 de la hoy nonagenaria feria de la cuesta de Moyano.
La exhibici¨®n permanente de libros antiguos de Madrid, a un costado del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico, se ofrece al p¨²blico desde 1925, despu¨¦s de haberse ubicado durante seis a?os en el Paseo del Prado. Est¨¢ abierta todos los d¨ªas del a?o: en sus nueve d¨¦cadas de existencia, los vendedores s¨®lo han cerrado durante 15 d¨ªas, en 1939, al t¨¦rmino de la Guerra Civil, cuando el reci¨¦n instaurado r¨¦gimen de Franco orden¨® una inspecci¨®n para incautar libros prohibidos.
La calle tiene el nombre del catedr¨¢tico y pol¨ªtico zamorano Claudio Moyano (1809-1890), pero por su forma empinada es m¨¢s conocida como la cuesta de Moyano. Sus 30 casetas, de 15 metros cuadrados, eran de madera de pino. En 1986 el Ayuntamiento las renov¨® y, desde entonces, tienen agua, electricidad y tel¨¦fono.
El perfil del cliente ha cambiado. Antes alguien se compraba varios libros al mes y ahora s¨®lo alguno. La gente joven tiene otros m¨¦todos para acceder a la lectura y casi no vienen, y los bibli¨®filos tambi¨¦n han ido desapareciendo
En cada uno de esos habit¨¢culos grises conviven ediciones descatalogadas de las obras de autores cl¨¢sicos y contempor¨¢neos, nacionales y extranjeros, la mayor¨ªa a precios bajos (uno, cinco, diez euros), que muchas veces son adquiridas por personas cuya econom¨ªa no les permite comprar libros nuevos o por bibli¨®filos que pasan horas en el lugar buscando ejemplares ¨²nicos para sus colecciones. ¡°El perfil del cliente ha cambiado como ha cambiado el pa¨ªs. Antes alguien se compraba varios libros al mes y ahora s¨®lo alguno. La gente joven tiene otros m¨¦todos para acceder a la lectura y casi no vienen, y los bibli¨®filos tambi¨¦n han ido desapareciendo, quiz¨¢ porque suelen ser gente mayor y, claro, la vida se acaba, o porque aqu¨ª dejamos de tener verdaderas joyas literarias en abundancia¡±, reconoce Francisco Mart¨ªnez, presidente de la Asociaci¨®n de Libreros de la Cuesta de Moyano.
Mart¨ªnez trabaja aqu¨ª desde hace 40 a?os. Dice que comenz¨® siendo ayudante de un librero y, tiempo despu¨¦s, consigui¨® la concesi¨®n de la caseta que atiende. ?l, como la mayor¨ªa de los vendedores de la cuesta, ofrece libros de todo tipo: historia, literatura, arte¡ (s¨®lo hay una caseta especializada en m¨²sica); compra bibliotecas particulares y, de vez en cuando, recorre mercadillos con la intenci¨®n de encontrar tesoros bibliogr¨¢ficos para luego ofrec¨¦rselos a sus clientes habituales. Pero tambi¨¦n ¨¦l, como la mayor¨ªa de los vendedores de la cuesta, tiene unas ganancias cada vez m¨¢s disminuidas. ¡°Ayer vend¨ª cuatro libros, pero anteayer 15. Var¨ªa mucho la cantidad de lo que sale, pero todav¨ªa esto da para vivir¡±, dice mientras barre el suelo de granito de esta calle que, desde 2007, es peatonal.
¡°Hemos peleado mucho por eso con el Ayuntamiento. Esta calle no iba a ser peatonal, porque serv¨ªa para descongestionar Atocha. Pero la hicieron peatonal y, con ello, los libreros hemos perdido visibilidad. En verano, quiz¨¢s por el granito del suelo, el calor es insoportable. A ver si este nuevo Ayuntamiento que, por cierto, celebr¨® sus buenos resultados electorales aqu¨ª, nos hace m¨¢s caso¡±, explica este librero de canas bien peinadas, quien espera, adem¨¢s, que alg¨²n d¨ªa la Cuesta de Moyano sea declarada Bien de Inter¨¦s Cultural.
Los ocupantes de las 30 casetas son conscientes de la importancia de cumplir 90 a?os de actividad ininterrumpida y, sin embargo, a menos de cuatro meses de que acabe este 2015, no tienen claro si lo festejaran. ¡°El problema es que todo cuesta. Hay escritores que se han ofrecido a hacer debates o presentaciones o algo aqu¨ª. Pero cada vez que pedimos permisos son presupuestos, son historias y es tan complicado que todav¨ªa no sabemos si al final haremos algo¡±, puntualiza Francisco Mart¨ªnez.
Justo en la mitad de esta calle-refugio de libros viejos, el librero decano Alfonso Riudavets cuenta que todos los d¨ªas se sube a un taxi para venir hasta aqu¨ª. Entonces, mientras su ayudante coloca algunos libros sobre una mesa frente a la caseta, ¨¦l acomoda un pu?ado de libros sobre la Guerra Civil, ¡°que siempre le interesan a la gente¡±, saca su peque?o banco de madera, se sienta y, como desde hace casi medio siglo, comienza atender al p¨²blico que, la mayor¨ªa de las veces, ¡°encuentra de todo menos lo que busca¡±.
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