Un divertimento inconfesable
El art¨ªfice de ¡®Never Gonna Give You Up¡¯ resucita porque es el primero en no tomarse demasiado en serio
Adi¨®s a la ingenuidad: el ser humano est¨¢ condenado a repetir sus errores. Los a?os ochenta alumbraron a REM o los Smiths, pero los conciertos de Rick Astley comienzan con la sinton¨ªa de El Equipo A. Tampoco nos pongamos tremebundos: mientras ning¨²n vecino nos reconociera entre el p¨²blico, la pintoresca visita del jueves en La Riviera (m¨¢s de 1.000 espectadores) serv¨ªa como ejercicio inconfesable de revival y recordatorio de un cancionero que quiz¨¢ no escuch¨¢semos desde alguna infausta Nochevieja. De no ser por el enjambre de m¨®viles y los evidentes estragos de la edad entre la concurrencia, el viaje a 1987 habr¨ªa resultado perfecto: Astley, trajeadito y con flequillo de Tint¨ªn, presenta a sus 49 a?os un aspecto tan jovial que parece¡ un imitador de Rick Astley.
El divertimento resulta una opci¨®n leg¨ªtima porque el brit¨¢nico es el primero en no tomarse demasiado en serio. El anta?o rey discotequero atesora la sorna suficiente como preguntarle al p¨²blico si aguantar¨¢ ¡°a un hombre de mediana edad haciendo que tiene 21 a?os¡± o escandalizarse c¨®micamente ante un descubrimiento en las primeras filas (¡°?Qu¨¦ haces con una camiseta de Joy Division en un concierto de Rick Astley?¡±). Pero detr¨¢s hay un trabajo honesto, 125 minutos de sudor sobre las tablas y predisposici¨®n a la travesura. Ese Astley que, sentado a la bater¨ªa, perpetra una versi¨®n de Highway to Hell no es un hombre, sino un meme: ¡°Estoy de co?a. Y lo sabes¡±.
Las abundantes recreaciones de ¨¦xitos m¨¢s recientes, de Get Lucky a Happy o Uptown Funk, acercan el concierto a la verbena, pero Rick tambi¨¦n atesora alguna joya soul (Lights Out) de cuando ya no le escuchaba nadie. Todo fue un pasatiempo liviano con gui?os de animador, como ese ¡°?Espa?a!¡± coreado al final de When I Fall In Love como si lo profiriera Sergio Ramos. Pero no, no hab¨ªa vecinos en la costa.
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