Tradiciones americanas
Estados Unidos se ha movido, a lo largo de la historia, entre el reconocimiento del derecho a la autodeterminaci¨®n y la oposici¨®n a la secesi¨®n
Que tres congresistas norteamericanos apoyen a un refer¨¦ndum sobre la independencia de Catalu?a no tendr¨ªa que sorprender. El derecho a la autodeterminaci¨®n de los pueblos forma parte del ADN de los Estados Unidos.
Este es el pa¨ªs que naci¨® con una DUI, por utilizar la terminolog¨ªa catalana actual. El 4 de julio del 1776, las 13 colonias americanas proclamaron la separaci¨®n de la Gran Breta?a.
Los Estados Unidos tambi¨¦n son la patria de un presidente, Woodrow Wilson, que populariz¨® el derecho a la autodeterminaci¨®n como principio de las relaciones internacionales. De la derrota en la Gran Guerra de los imperios centroeuropeos salieron nuevos estados amparados por ese derecho, desde Yugoslavia hasta Checoslovaquia.
S¨ª, los Estados Unidos son el pa¨ªs del derecho a la autodeterminaci¨®n, pero tambi¨¦n el de la integridad territorial
¡°Las aspiraciones nacionales tienen que ser respetadas; los pueblos solo podr¨¢n ser dominados y gobernados con suyo propio consentimiento¡±, dijo Wilson en un famoso discurso al Congreso, el 11 de febrero del 1918. ¡°La autodeterminaci¨®n no es una mera frase. Es un principio imperativo de acciones que a partir de ahora los hombres de Estado ignorar¨¢n a su cuenta y riesgo¡±. El derecho a la autodeterminaci¨®n para pueblos y naciones hab¨ªa entrado con honores al vocabulario de la pol¨ªtica exterior norteamericana. El 25 de septiembre del 1961, a su primer discurso ante la Asamblea General del ONU, el presidente John F. Kennedy dijo: ¡°La oleada continua de autodeterminaci¨®n, que avanza tan fuerte, tiene nuestra simpat¨ªa y nuestro apoyo¡±.?Era la ¨¦poca de la descolonizaci¨®n.
La palabra autodeterminaci¨®n aparece a menudo en discursos y declaraciones del presidente Barack Obama. ¡°El derecho del pueblo palestino a la autodeterminaci¨®n, y el derecho a la justicia, tambi¨¦n tiene que ser reconocido¡±, dice por ejemplo. O: ¡°El que nos jugamos es que el pueblo de Ucrania pueda actuar bas¨¢ndose en la autodeterminaci¨®n y pueda definir a solas qu¨¦ camino desea hacia el futuro¡±.
S¨ª, los Estados Unidos son el pa¨ªs del derecho a la autodeterminaci¨®n, pero tambi¨¦n el de la integridad territorial. Solo hay que ver los dos monumentos m¨¢s imponentes del National Mall, la avenida central de la capital, Washington.? Uno es el obelisco dedicado a George Washington, padre de la DUI americana y primer presidente. El otro es el templo neocl¨¢sico dedicado a Abraham Lincoln, el ¡®Gran Unificador¡¯, como lo denominan algunos.
Lincoln es el hombre que hace una guerra, y la gana, para impedir la secesi¨®n de los estados esclavistas del Sud. El hombre que libera los esclavos. El segundo fundador de los Estados Unidos. ¡°Para decirlo de manera plana, la secesi¨®n es la esencia de la anarqu¨ªa¡±, dijo Lincoln en su primer discurso inaugural, el 4 de marzo de 1861. La victoria de la Uni¨® a la Guerra Civil cerr¨® el debate sobre la posible secesi¨®n de uno o m¨¢s estados.
Obama habla de la autodeterminaci¨®n de los ucra?nans, pero no reconoce la de los crimeans que se separaron de Ucrania para ser Rusia
¡°Ning¨²n estado, por muy frustrados que sus ciudadanos est¨¦n con el actual sido del gobierno en Am¨¦rica, ser¨¢ capaz de abandonar la Uni¨® e ir a lo suyo. Este es uno de los temas menos discutibles sobre el significado de la Constituci¨®n¡±, escribi¨® el 2012 Lyle Denniston, experto en derecho constitucional, al blog del Centre Nacional de la Constituci¨®n. ¡°Si la Guerra Civil no lo decidi¨® al campo de batalla, y con casi toda seguridad lo decidi¨®, el Tribunal Supremo de los EE.UU. lo resolvi¨® completamente hace 143 a?os¡±.
Denniston se refer¨ªa a la sentencia Texas contra White, de 1869, originada en una disputa sobre los bonos que el estado secesionista de Texas hab¨ªa emitido durante la guerra. El tribunal, explica Denniston, sentenci¨® que Texas y los otros estados secesionistas, aunque hubieran declarado la independencia, nunca hab¨ªan abandonado la Uni¨®n, porque la Constituci¨®n norteamericana se lo prohib¨ªa. ¡°Cuando Texas se convirti¨® en uno de los Estados Unidos¡±, escribi¨® el presidente del tribunal, Salmon P. Chase, ¡°ingres¨® en una relaci¨®n indisoluble¡±. La decisi¨®n se basaba en el Pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n, que habla de ¡±una uni¨®n cada vez m¨¢s perfecta¡± y en el art¨ªculo 4, que habla de ¡±una forma republicana de gobierno¡± por cada estado. Para cambiar la Constituci¨®n, contin¨²a Denniston, har¨ªan falta dos tercios de las dos c¨¢maras del Congreso y una ratificaci¨®n a 38 de los 50 estados.
Cuando, medio siglo m¨¢s tarde, Wilson propugn¨® el derecho a la autodeterminaci¨®n, su secretario de Estado, Robert Lansing, discrep¨®. ¡°La frase [derecho a la autodeterminaci¨®n] simplemente est¨¢ cargada de dinamita¡±, escribi¨® Lansing. "Despertar¨¢ esperanzas que nunca podr¨¢n ser realizadas. Temo que cueste miles de vidas. Al final est¨¢ destinada a ser desacreditada, que digan que es el sue?o de un idealista que no consigui¨® darse cuenta del peligro hasta que fue demasiado tarde para controlar los que intentar¨ªan poner en pr¨¢ctica el principio. ?Qu¨¦ calamidad que esta frase se pronunciara! ?Cuanta miseria causar¨¢!¡±.
Kennedy defend¨ªa el derecho a la autodeterminaci¨®n de los pa¨ªses colonizados, pero tambi¨¦n inici¨® el proceso para poner fin al derecho del estados de la Uni¨®n a imponer sus propias leyes segregacionistas; en la pr¨¢ctica, limit¨® sus competencias. Y Obama habla de la autodeterminaci¨®n de los ucranianos, pero no reconoce la de los crimeos que se separaron de Ucrania para ser Rusia. La semana pasada, despu¨¦s de un intenso trabajo de lobby del Gobierno espa?ol, se declar¨® partidario de una Espa?a ¡°fuerte y unificada¡±.?
Mirar-se en el espejo norteamericano desde Barcelona o Madrid confunde el debate m¨¢s que lo aclara
?Todo esto significa algo para Catalu?a? muy poco. Si significa algo, es que las comparaciones hist¨®ricas, y las comparaciones con otros pa¨ªses, son arriesgadas.
Estados Unidos es el pa¨ªs de la autodeterminaci¨®n y, al mismo tiempo, el de la uni¨®n a todo coste, incluso al precio de una guerra. Por cada menci¨®n de la Declaraci¨®n de Independencia del 1776 se puede hacer otra a la Guerra Civil del 1861. Por cada alusi¨®n a Rosa Parks, la mujer negra que el 1955 se neg¨® a ceder el asiento del autob¨²s a un blanco y viol¨® las leyes injustas de Alabama, se puede alegar que precisamente fueron la Constituci¨®n norteamericana y el Tribunal Supremo los que proteg¨ªan su conducta y acabaron d¨¢ndole la raz¨®n y poniendo fin a la segregaci¨®n al transporte p¨²blico.
Ahora cada bando busca los precedentes que se adec¨²en a su agenda y confirmen sus pron¨®sticos. Pero mirarse en el espejo norteamericano desde Barcelona o Madrid confunde el debate m¨¢s que lo aclara.
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