Oyentes en un mundo de signos
Los 450 ni?os del colegio Ponce de Le¨®n son biling¨¹es para facilitar la integraci¨®n de los alumnos sordos
Natalia mueve r¨¢pido los dedos y gesticula despacio con los labios mientras charla con sus compa?eros de clase. Tiene nueve a?os y plena capacidad auditiva, pero se comunica mediante signos. Lo hace para relacionarse con sus amigos, porque en su colegio, el centro educativo Ponce de Le¨®n, un tercio de los 450 alumnos son sordos. Desde los tres a?os, los ni?os tienen dos profesores: uno que les ense?a lengua oral y otro de signos.
"Aqu¨ª todos los alumnos son biling¨¹es porque aprenden desde muy peque?os los dos idiomas. Utilizan la lengua de signos para dirigirse a uno de sus tutores y para hablar con sus compa?eros", explica Montserrat P¨¦rez, la directora pedag¨®gica del centro. En cada aula de 20 alumnos hay cinco con discapacidades auditivas. Una ratio m¨¢s alta que la de un colegio ordinario ¡ªdonde se permiten dos ni?os con capacidades especiales¡ª que provoca la necesidad de m¨¢s recursos.
"Nosotros hemos hecho una adaptaci¨®n diferente a la habitual: hemos incluido a los oyentes en un centro para sordos", describe Juan Antonio Jim¨¦nez, el director de este centro concertado de la Fundaci¨®n Montemadrid. Este modelo de integraci¨®n ha atra¨ªdo a numerosos padres, cuentan los directores, tanto de ni?os sordos como de oyentes.
En los pasillos del centro los gritos infantiles se mezclan con los saludos y las conversaciones signadas. "?Qu¨¦ quieres ser de mayor? Yo voy a estudiar peluquer¨ªa", le pregunta Samaira, de 10 a?os y con un implante coclear, a su compa?era de mesa. Los signos no son obst¨¢culo para la charla, sino una forma m¨¢s de comunicarse. "Los ni?os son un apoyo muy importante dentro del aula, porque ayudan y echan una mano a los compa?eros necesitados", asegura P¨¦rez.
La discapacidad auditiva de Hugo, de 10 a?os, no impidi¨® que la canci¨®n 80 veces de Rozal¨¦n se convirtiera en su favorita. Natalia sab¨ªa que su compa?ero no pod¨ªa entender bien la letra, as¨ª que decidi¨® convertirla al lenguaje de signos para poder ense?¨¢rsela a Hugo: "Ahora ya podemos interpretarla los dos".?
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