El quiosco de Madrid
La inmensa sorpresa que ha causado el independentismo catal¨¢n en el resto de Espa?a confirma que han fracasado los mecanismos de conocimiento mutuo
Son muchas las razones que explican el aumento de la opini¨®n favorable a la independencia en Catalu?a. Al n¨²cleo minoritario de independentistas hist¨®ricos, de car¨¢cter eminentemente cultural, se le ha sumado en los ¨²ltimos a?os un sector que ha visto en el d¨¦ficit fiscal y la gesti¨®n centralista del aeropuerto, el tren de alta velocidad o el corredor del Mediterr¨¢neo, el agotamiento del sistema de las autonom¨ªas. La pol¨ªtica de infraestructuras es una cuesti¨®n clave que no solo confirma el car¨¢cter radial de Espa?a sino que pone punto y final a la voluntad de una gran mayor¨ªa de catalanes de entenderse con los Gobiernos de Madrid.
La independencia ha crecido como opci¨®n pol¨ªtica porque ha mezclado a los que priorizaban la defensa de la historia, la cultura y la lengua propias con los ciudadanos que, sin ser expl¨ªcitamente nacionalistas, exig¨ªan una pol¨ªtica econ¨®mica y fiscal m¨¢s equilibrada y una gesti¨®n de las infraestructuras en red. El respeto por el catal¨¢n y la vocaci¨®n de capital de Barcelona, dos vectores esenciales para entender Catalu?a, han sido continuamente ninguneados por Madrid.
La crisis del r¨¦gimen surgido de la Transici¨®n ha sido otro factor determinante. La desafecci¨®n por la pol¨ªtica tradicional y la corrupci¨®n han acelerado la voluntad de refundar el sistema pol¨ªtico rompiendo con los l¨ªmites del marco constitucional de 1978. Cuarenta a?os despu¨¦s de la muerte de Franco, ha explotado el debate que se aparc¨® en la Transici¨®n. El art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n (la indisoluble unidad de Espa?a y el reconocimiento, sin nombrarlas, de nacionalidades y regiones) est¨¢ asentado sobre silencios que han dejado de ser un tab¨² para las generaciones de catalanes que han venido despu¨¦s.
Nacidos en democracia, formados en catal¨¢n, biling¨¹es y ciudadanos de la Uni¨®n Europea, estos nuevos catalanes dan por descontado que Catalu?a es una naci¨®n y otorgan a la independencia cierta carta de normalidad. ¡°?Por qu¨¦ no?¡±. En Espa?a, ¡°naci¨®n¡±, ¡°Estado¡± y ¡°pa¨ªs¡± han sido siempre conceptos polis¨¦micos pero hasta hora, entre todos, m¨¢s o menos ya nos entend¨ªamos. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, Espa?a ha convencido a los catalanes de que solo un Estado puede proteger la lengua y garantizar el desarrollo de un pa¨ªs. Ese Estado plurinacional que deb¨ªa integrar la diversidad de sus pueblos, ese Estado precursor de la Europa diversa y cosmopolita, se ha limitado a aspirar a ser un Estado-naci¨®n de manual, pero sin tener a sus espaldas los siglos de democracia de sus vecinos europeos.
Ese Estado plurinacional que deb¨ªa integrar la diversidad de sus pueblos se ha limitado a aspirar a ser un Estado-naci¨®n de manual
La crisis econ¨®mica ha sido el detonante que ha sumado todos estos factores y disparado el independentismo en Catalu?a. En el contexto de recesi¨®n, la falta de transparencia de las balanzas fiscales, combinada con las acusaciones constantes de falta de solidaridad, ha irritado a los catalanes. Y el paro y la falta de perspectivas de futuro han encontrado en la independencia la ilusi¨®n y la esperanza que ning¨²n otro proyecto pol¨ªtico ha sido capaz de hilvanar.
La inmensa sorpresa que estas ¨²ltimas semanas ha causado el independentismo catal¨¢n en el resto de Espa?a confirma que, adem¨¢s, han fracasado los mecanismos de conocimiento mutuo. Porque una cosa es el desacuerdo pol¨ªtico y la otra la estupefacci¨®n de los ¨²ltimos d¨ªas. Han fallado la cultura y la educaci¨®n en la diversidad. Y en esta falta de contacto han tenido una enorme responsabilidad los medios de comunicaci¨®n. Mientras la sociedad catalana evolucionaba en esta direcci¨®n, los peri¨®dicos y televisiones estatales se recentralizaban, ensimismados en su doble crisis, la econ¨®mica, que reduc¨ªa redacciones y cerraba delegaciones regionales, y la del papel, fruto de la revoluci¨®n digital.
En una esfera p¨²blica m¨¢s plural y fragmentada, las redes sociales contribuyeron a aglutinar el malestar catal¨¢n. En Catalu?a, que ya contaba con un sistema social y de partidos m¨¢s complejo, nac¨ªan nuevos proyectos period¨ªsticos y tres de los grandes diarios inauguraban versi¨®n en catal¨¢n. Mientras tanto, el quiosco de Madrid permanec¨ªa inmutable viendo el mundo desde la capital. Voces como Ignacio Escolar o Suso de Toro no se han cansado de repetir que los peri¨®dicos madrile?os en papel, los que se leen en ministerios y embajadas, tienen agenda propia, han fallado en su responsabilidad de reflejar el conjunto de Espa?a y ni siquiera son un reflejo de su propia ciudad. Madrid irradia pero es incapaz de impregnarse de lo que le llega de la periferia. El desajuste entre la realidad catalana y el quiosco de Madrid nutre el independentismo y explica parte del desconcierto de la capital.
Judit Carrera es polit¨®loga
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