El perverso incentivo de la opacidad
El juez admite que no ha logrado determinar en qu¨¦ gasta el hospital todo su dinero
Hay autos de archivo que m¨¢s bien parecen una carta de capitulaci¨®n. Mensajes lanzados a las bibliotecas de jurisprudencia que alaban la nobleza de la lucha pero que est¨¢n escritos con la tinta amarga que deja la derrota. El equivalente futbol¨ªstico ser¨ªa aquel canto de: ¡°Jugamos como nunca, perdimos como siempre¡±.
Es as¨ª como debe entenderse el breve escrito con el que el juez cierra el caso Sant Pau, un auto que admite que algo tan ¡°simple¡± como conocer los ingresos y gastos de la instituci¨®n ha resultado ser imposible. El juez no ha escatimado esfuerzos ¡ªtres a?os y medio de investigaci¨®n¡ª ni ha carecido de buenos compa?eros de batalla ¡ªdestaca ¡°la extraordinaria dedicaci¨®n¡± de dos peritos de la Agencia Tributaria¡ª, pero nada ha podido hacer ante la opacidad de una instituci¨®n convertida en s¨ªntoma de los males que adolecen al sistema sanitario. Si necesita consuelo, el magistrado puede preguntar a los miembros de la malograda comisi¨®n de investigaci¨®n sobre la sanidad que acogi¨® el Parlament en 2013.
El auto, sin embargo, no se olvida de lanzar un aviso: si la arquitectura societaria de Sant Pau ¡ªcon tres fundaciones¡ª es endiablada y su compleja gesti¨®n hace imposible poner luz a las cuentas, el problema al que nos enfrentamos no es penal sino ¡°de orden social y pol¨ªtico¡±. Es decir, es la Generalitat la que debe adoptar las medidas necesarias para que la transparencia y el cumplimiento de la normativa reinen en una instituci¨®n a la que aporta cada a?o 300 millones de fondos p¨²blicos.
La indiscutible l¨®gica jur¨ªdica del auto ¡ªsin hechos acreditados no hay causa penal posible¡ª alerta as¨ª de los peligros de hacer de la opacidad un perverso incentivo para aquellos que tienen algo que esconder.
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