La cultura es lo de menos
Es mejor que la cultura est¨¦ ausente de la campa?a. Quien se atreva a revisar a fondo la pol¨ªtica de subvenciones podr¨¢ diagnosticar el da?o que provoca el intervencionismo cultural
Existe la costumbre de escandalizarse cuando llegan unas elecciones generales y los candidatos no hablan para nada de cultura. Pero en realidad es mejor as¨ª y que los candidatos de este o aquel partido no proclamen lo que har¨¢n con la cultura si ganan las elecciones. En Catalu?a al menos sospechamos que lo m¨¢s llevadero es que no hagan nada, salvo ser subsidiarios de la sociedad y atender a las instituciones de envergadura que tiene un contenido claro y duradero. No concierne a los poderes p¨²blicos actuar como por encargo inyectando un sentido u otro a la cultura.
Despu¨¦s del delirium tremens del Congr¨¦s de Cultura Catalana en los a?os setenta, la larga hegemon¨ªa del nacionalismo pujolista ¡ªsecundada impensablemente por el maragallismo y su tripartito¡ª hace deseable que, en t¨¦rminos anal¨®gicos se produzca una separaci¨®n n¨ªtida entre Iglesia y Estado. En cierto modo, y aunque suene altisonante, lo m¨¢s indicado ser¨ªa instrumentar una metapol¨ªtica de la cultura cortando los cordones umbilicales que la unen a los intentos de nacionalizaci¨®n de la lengua y, en consiguiente, de la cultura. Esa era una concepci¨®n determinista a partir de la noci¨®n impracticable y excluyente de una Catalu?a monoling¨¹e.
Para que el intento de formular un catalanismo del siglo XXI sea cre¨ªble, parece imprescindible reconocer que la sociedad catalana es biling¨¹e y que, por consiguiente, tanto el sistema educativo como la gesti¨®n ¡ªlo m¨¢s m¨ªnima posible¡ª de la cultura en Catalu?a ganan en meritocracia y creatividad si ambas energ¨ªas, la cultura en castellano y la cultura en catal¨¢n, afluyen en la configuraci¨®n posible de unas formas simb¨®licas que den representaci¨®n a la pluralidad por contraste con el reduccionismo nacionalista. Se tratar¨ªa de reconocer institucionalmente lo que existe como realidad: escritores en catal¨¢n y escritores en castellano suman calidades y los p¨²blicos se entrecruzan, en un sistema espont¨¢neo de pertenencias y afinidades.
Efectivamente, separemos la Iglesia del Estado. Esa es una de las razones por las que la cultura no sale beneficiada de su sometimiento a los ciclos electorales, entre otras cosas porque la cultura hoy es polic¨¦ntrica y, casi por instinto, reacia a las hegemon¨ªas. La Renaixen?a o el Noucentisme son etapas ejemplares de la cultura catalana, un buen list¨®n para exigirse lo mejor, pero adapt¨¢ndose a la realidad biling¨¹e, a Internet, a los nuevos lenguajes, y sin neopopulismos que marginen la capacidad creativa de unas ¨¦lites meritocr¨¢ticas dispuestas a contraponerse al clientelismo y al descaro de los buscadores de renta que ha propiciado el establishment nacionalista.
?A qu¨¦ se debe que la ya longeva aplicaci¨®n de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica no haya incentivado nuevas generaciones de lectores?
Ya tienen escasa importancia tipolog¨ªas tan anacr¨®nicas como el poeta nacional de Catalu?a, la gran dama de las letras catalanas o el aspirante de turno al premio Nobel de literatura. Lo que s¨ª importa es que la literatura catalana se est¨¢ quedando sin lectores y que tan solo el p¨¢nico del mundo editorial explica la proliferaci¨®n de subproductos prefabricados. ?Existe o no existe un p¨²blico de clases profesionales ilustradas? ?A qu¨¦ se debe que la ya longeva aplicaci¨®n de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica no haya incentivado nuevas generaciones de lectores?
Sin duda, en una cultura con las dimensiones que tiene la catalana ¡ªespec¨ªficamente, en lengua catalana¡ª las pol¨ªticas de discriminaci¨®n positiva tienen cierto sentido siempre y cuando no afecten a la igualdad de oportunidades y a la libre elecci¨®n. En todo caso, es razonable que el c¨¢lculo de prioridades establezca per¨ªodos transitorios, fases de prueba y error, porque de otro modo se impone una fosilizaci¨®n: ?merece la pena que el dinero del contribuyente sufrague acciones culturales de muy bajo nivel y sin vigencia? Quien se atreva a revisar a fondo la pol¨ªtica de subvenciones podr¨¢ diagnosticar el da?o que acaba provocando el intervencionismo cultural. Es desde este punto de vista que es mejor que la cultura sea lo de menos en el fragor electoral.
Despu¨¦s de los horrores de la conmemoraci¨®n de 1714, hoy por hoy, ni la arqueolog¨ªa parece interesarse por la composici¨®n de ese tribunal arcang¨¦lico que exped¨ªa diplomas de catalanidad, con ?mnium Cultural como turbina que acab¨® saltando por los aires. De lo que estamos hablando es de una cultura de Catalu?a en el l¨®gico contexto hisp¨¢nico y la natural exigencia europea. De acuerdo con T. S. Eliot, no basta con entender lo que debi¨¦ramos ser, a menos que sepamos lo que somos; y no entendemos lo que somos a menos que sepamos lo que debi¨¦ramos ser.
Valent¨ª Puig es escritor
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