La mirada exterior
Desde una euforia desmesurada proveniente de los a?os noventa, Espa?a pas¨® en 2009 a un pesimismo exagerado, del que ahora comenzamos a salir
Almuerzo el lunes pasado con un periodista franc¨¦s, enviado por un prestigioso semanario de Par¨ªs. Compruebo que conoce muy bien la pol¨ªtica espa?ola y catalana. Pero de entrada, quiz¨¢s preocupado por los votos alcanzados por el Frente Nacional de Marine Le Pen el d¨ªa anterior, me expresa su admiraci¨®n, y tambi¨¦n su extra?eza, por la envidiable situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a: ¡°No ten¨¦is partidos populistas de extrema derecha, no han cuajado partidos antieuropeos ni xen¨®fobos antiinmigraci¨®n, vuestros partidos emergentes son modernos, con j¨®venes l¨ªderes muy capaces, muy cercanos, muy buenos comunicadores¡±.
Admite que quiz¨¢s Podemos pueda ser populista pero tambi¨¦n a?ade que tras sus or¨ªgenes antisistema se ha centrado, ya no plantea pol¨ªticas extravagantes y demag¨®gicas sino mucho m¨¢s realistas y pragm¨¢ticas. Tambi¨¦n me cuenta que el d¨ªa anterior hab¨ªa asistido a un mitin de Rivera en Nou Barris de Barcelona y le sorprendi¨® que el joven l¨ªder no tuviera el tono engolado y vac¨ªo tan propio de un mitin sino que su intervenci¨®n consistiera en una explicaci¨®n muy pedag¨®gica, plagada de argumentos y datos concretos, sobre las reformas que precisan la econom¨ªa y las instituciones pol¨ªticas espa?olas. ¡°?Esto no es frecuente en los dem¨¢s pa¨ªses europeos!¡±, me confiesa.
El mismo d¨ªa por la noche leo en EL PA?S un art¨ªculo de John Carlin de sugestivo t¨ªtulo La envidiable pol¨ªtica espa?ola. Dice Carlin: ¡°Arranca la campa?a electoral espa?ola y hay razones para alegrarse (...) el mundo pol¨ªtico en Espa?a empieza a gozar no s¨®lo de buena salud sino de un grado de madurez, decencia y racionalidad que deja en evidencia a las democracias m¨¢s antiguas¡±.
Refiri¨¦ndose al debate sostenido en EL PA?S por Iglesias, Rivera y S¨¢nchez, dice Carlin: ¡°La seriedad, la rapidez mental, el manejo de los datos, la agilidad verbal y, pese a sus diferencias, el trato mutuo respetuoso que exhibieron los j¨®venes dirigentes indica que estamos frente a una nueva realidad, que el futuro de la democracia en Espa?a est¨¢ en buenas manos¡±. Y a?ade refiri¨¦ndose a nuestro sistema democr¨¢tico: ¡°Se detecta no solo un salto de calidad (¡) sino un nivel de sensatez y cordura dif¨ªcil de encontrar hoy en cualquier otro lugar del mundo. (¡) Los mismos que antes ve¨ªan a Espa?a desde fuera con desprecio hoy deber¨ªan mirarla con un punto de envidia¡¡±.
La iniciativa de las reformas no pueden provenir de los poderes p¨²blicos, sino que deben impulsarse desde la sociedad
Dos miradas exteriores ¡ªaunque Carlin resida ahora en Espa?a¡ª confirman una doble sensaci¨®n que me ronda por la cabeza desde hace un tiempo.
En cuanto a la primera, creo que Espa?a ha pasado por una etapa excesivamente depresiva. Desde una euforia desmesurada proveniente de los a?os noventa se pas¨® en 2009 a un pesimismo exagerado. Parec¨ªa que hab¨ªamos vuelto a la cola de la UE, junto a Portugal y Grecia ¨¦ramos de nuevo la excepci¨®n tras hacernos falsas ilusiones de avanzar a Francia y Alemania, unas expectativas desde luego inalcanzables que, al no cumplirse, sino todo lo contrario, condujeron a esta ola de pesimismo, a esta sensaci¨®n de fracaso colectivo que ha dominado los ¨²ltimos a?os y de la que empezamos a salir.
La segunda sensaci¨®n es de otro orden: la iniciativa de las reformas no pueden provenir de los poderes p¨²blicos, es decir, del Estado y de las comunidades aut¨®nomas, sino que deben impulsarse desde la sociedad porque, en cierta manera, son reformas que reducir¨¢n el poder de los grandes partidos, los que manejan los poderes p¨²blicos. En el plano institucional, pensemos en la necesidad de reformar el Senado o el Consejo General del Poder Judicial: si realmente cambian, si el primero pasa a ser un ¨®rgano ¨²til y el segundo uno imparcial, pierden quienes hasta ahora se han repartido el poder. Las organizaciones no se reforman casi nunca a s¨ª mismas, sino desde el exterior, en este caso desde la sociedad. El objetivo de acabar con la partitocracia nunca lo tendr¨¢n los grandes partidos a menos que sean derrotados.
Los nuevos partidos nunca hubieran surgido sin las televisiones privadas y sin la libertad que dan las redes sociales; sin EL PA?S y Atresmedia, no hubiera habido en estas elecciones verdaderos debates electorales. La pr¨®xima semana, S¨¢nchez y Rajoy debatir¨¢n a d¨²o y suscitar¨¢n menos inter¨¦s que los dos debates anteriores, ser¨¢ la imagen de lo antiguo, de una ¨¦poca pasada, de lo que debe renovarse. La mirada exterior nos lo confirma, la interior lo evidencia: quien no cambie, no saldr¨¢ en la foto.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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